Las ventanas de 50 x 50 cm ubicadas estratégicamente mejoran la iluminación. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
Habitar en una casa de campo recuperada y que conserva la estructura original es una aspiración posible. Los materiales tradicionales como el carrizo, la cabuya, el barro y la madera se combinan para recuperar estos espacios y convertirlos en sitios de descanso, residencia y relajamiento para la familia.
Los arquitectos Nelson Muy y Cristina Soria fueron los encargados en rehabilitar una vivienda de estas condiciones, rediseñando los viejos ambientes dándoles mejor luminosidad y sin perder la esencia de la vivienda rural.
Este inmueble se caracteriza por las ventanas pequeñas, techos con teja, corredores estrechos con pilastras de madera y un patio central.
Todos esos elementos constructivos del inmueble de Piedad Aguas, localizado en el cantón Quero, Tungurahua, ahora lucen renovados. La casa, de más de 70 años de haberse construido, estuvo a punto de desplomarse, puesto que parte de su estructura original fue destruida. Por esa razón, sus propietarios buscaron el apoyo técnico.
Tras seis meses de trabajo y de mano de obra experta en esta tipología se logró restaurarla. “Pensé que la perderíamos pero el trabajo realizado por los arquitectos es excelente”, cuenta Aguas.
La pequeña vivienda tiene 70 metros cuadrados (m² ) y cuenta con una sala, cocina y un comedor. A la segunda planta se ingresa por un estrecho corredor donde se levantan las gradas de madera que conducen a los dormitorios.
“Logramos convertirla en una vivienda con más luminosidad, espacios amplios y lo principal es que se mantiene el estilo rústico que caracterizan a las casas de campo de la comarca”, explica Nelson Muy, arquitecto restaurador.
Muy cuenta que, en un inicio, los propietarios contrataron a gente sin experiencia en las técnicas del bahareque y el tapial. Ellos destruyeron las paredes que estaban construidas con carrizo, amarres de cabuya y revestido de barro para reemplazarlo por el bloque.
Eso ocasionó inconvenientes en su estabilidad. Por eso, en la intervención lo primero que se hizo fue derrocar esas paredes y recuperar el bahareque con el uso de los materiales tradicionales con que originalmente estaba construida. En este proceso participaron personas que conocen de este tipo de estructura.
Las ventanas estrechas (50 x 50 cm) que son originales en este tipo de viviendas, fueron reemplazadas por pequeñas oquedades -repartidas en forma simétrica- para optimizar la aireación e iluminación. Estas fueron diseñadas durante el proceso de análisis de la estructura y la posterior intervención.
Para ello se generó un gran pabellón en el bloque de la primera planta. Se obtuvo más iluminación y mejor visualización del paisaje, desde el interior o viceversa.
Muy dice que se liberaron paredes laterales de bahareque sin afectar los muros portantes. Esos espacios fueron reemplazados por pilastras de madera que ampliaron los espacios de la sala, comedor y cocina.
En la segunda planta se intervino con barro, paja, carrizo, amarres de cabuya y aglutinantes como la sábila o guano de animal, para estabilizar la mezcla y el fraguado no afronte rajaduras. Asimismo, con caña guadua se adaptó un volado que sirve como recibidor de los visitantes.