Los deseos de las cartas navideñas se hicieron realidad en un hospital

Las enfermeras y doctores cantaban villancicos; antes habían arreglado los pasillos y camas con guirnaldas y adornos bañados con escarcha.

Las enfermeras y doctores cantaban villancicos; antes habían arreglado los pasillos y camas con guirnaldas y adornos bañados con escarcha.

Los tiernos mensajes de los pequeños cobraron vida la mañana de este viernes 23 de diciembre, de mano de algunos directivos y funcionarios del Ministerio de Salud. Foto: Elena Paucar/EL COMERCIO

“Querido Papá Noel: deseo la paz del mundo… y también una pelota de fútbol. Atentamente, Geancarlos”. “Soy María de los Ángeles y tengo 6 años. No sé cuanto tiempo estaré aquí, pero solo quiero una muñeca para jugar”.

Las cartas, con letras chuecas y algunos dibujos garabateados, formaron dos árboles navideños de papel en las paredes del área de Consulta Externa, en el hospital Francisco de Ycaza Bustamante de Guayaquil.

Pero no se quedaron pegados allí. Los tiernos mensajes cobraron vida la mañana de este viernes 23 de diciembre del 2016, de mano de algunos directivos y funcionarios del Ministerio de Salud.

Hace algunas semanas, unos 400 pequeños pacientes escribieron sus deseos. Las cartas no llegaron al Polo Norte; por el contrario, aterrizaron en los despachos de la coordinación y los distritos de Salud de la ciudad.

Aunque no llegaron con barbas blancas y trajes rojos, se convirtieron en el Papá Noel de cada paciente. Por ejemplo, el coordinador zonal 8 de Salud, Eduardo Sandoval, fue el primero en sorprender a Cristopher. El niño de 9 años pidió un carro a control remoto.

“¡Y me lo dieron! Es la mejor Navidad que he tenido”, dijo emocionado, aunque aún no sabe cuándo recibirá el alta. Hace unos días le extirparon un tumor de la pierna derecha y por ahora esperan los resultados de una biopsia.

Las enfermeras y doctores cantaban villancicos; antes habían arreglado los pasillos y camas con guirnaldas y adornos bañados con escarcha. Foto: Elena Paucar/EL COMERCIO

El vendaje en la zona de la operación casi no le permite moverse, pero eso no le impidió bromear con su vecino de cama, Luis. Él también recibió un juguete de manos de Sandoval. El dolor por una lesión en su hombro izquierdo no fue un obstáculo para intentar abrir la caja y descubrir qué había dentro.

El coche que recoge las sábanas de cada sala se transformó en un trineo, lleno con muñecas, pelotas y hasta bicicletas. Las enfermeras y doctores cantaban villancicos; antes habían arreglado los pasillos y camas con guirnaldas y adornos bañados con escarcha.

Mireya Arana fue la cómplice de su hijo Matius. El niño de 7 años se fracturó el brazo derecho cuando jugaba fútbol en la escuela. “Iba a meter el cuarto gol cuando me caí”, recuerda. Al no poder escribir, su mamá plasmó su deseo: una pistola de luces, como esas que aparecen de 'Star Wars'.

En cambio Mónica, de 9 años, recibió unos dinosaurios. Fue el obsequio oportuno para una niña que sueña con ser paleontóloga. “Me gustan mucho. Siempre los veo en la televisión, en la película 'Parque Jurásico'”, contó mientras su suero goteaba.

Otros pequeños no recibieron juguetes, aunque su regalo fue mucho mejor. Una colorida bolsa escondía un nebulizador. Y la doctora Janeth Bustamante donó una prótesis ocular a una pequeña que perdió uno de sus ojos a causa de una enfermedad.

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