La Organización Mundial de la Salud (OMS) cometió al menos tres desaciertos al difundir esta semana el estudio del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC), relacionado con las carnes rojas y procesadas. Y a renglón seguido se vio precisada a rectificar.
Uno. No logró estructurar y difundir un mensaje coherente. El 26 de octubre, en el comunicado que difundió a los medios, señaló que “la carne procesada fue clasificada como carcinógena para los humanos”. Cuando en el mismo documento se dice que por cada 50 gramos de carne consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en un 18%. Es decir, existe mucha diferencia entre el dato y la conclusión.
Dos. Se incluyó a las carnes procesadas en el mismo grupo en el cual están productos como el tabaco y el alcohol. El tabaco causa cada año 6 millones de muertes en el mundo, según la misma OMS. En contraste, el cáncer asociado con la ingesta abundante de carne procesada deja 34 000 muertes en el mundo. La OMS tuvo que hacer un alcance de su comunicado inicial para reconocer que no son comparables.
Tres. Se difundió información vieja como si se tratara de un descubrimiento. Desde 1930 hay estudios en los cuales se relaciona la ingesta exagerada de carnes procesadas con el cáncer colorrectal. En especial en Francia, EE.UU. Reino Unido e Italia.
Si a esto se suma la forma en que se difundió la noticia, con títulos como este: “El tocino y otras carnes procesadas pueden causar cáncer, dicen expertos de la OMS” -cuando lo preciso era que por cada 50 gramos de carne consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en un 18%- , el resultado no pudo ser peor. Alarma mundial, preocupación ciudadana, empresarios nerviosos y una desinformación que pudo superarse con un mensaje coherente.
Cabe ser más prolijo en el tratamiento y difusión de datos tan sensibles como estos.