Empleadas decoran los bocaditos de coco y dulce de leche. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
El olor a canela y leche seduce a los clientes de Dulcería Los Almendros, ubicada en la vía de ingreso al cantón Rocafuerte (Manabí).
Este negocio se inició hace 20 años como una herencia familiar con los esposos Ondina Delgado y Jimmy Romero. Fue la madre de Ondina quien le enseñó la preparación hace 40 años. Ahora, 14 mujeres son las encargadas de preservar el sabor tradicional.
Al entrar al local, los turistas nacionales y extranjeros se encuentran con 90 variedades. Entre las más solicitadas están los alfajores de chocolate, bocadillo, huevo moyo, bizcochuelo, manjares de leche, conitos. También ofertan dulces de frutas de guineo, piña, agua de coco, mamey, papaya; y de zanahoria y camote. Hay cocadas de diferentes colores: negra, blanca, roja, verde, de leche condensada; y helados de manjar, frutapán, entre otros.
Las puertas de la dulcería están abiertas desde las 07:00 hasta las 20:00. Pero la jornada de Romero empieza a las 04:00. Se levanta a ordeñar las vacas para proveerse de la leche que necesitará para la elaboración de los distintos dulces. También compra algo adicional a sus vecinos ganaderos.
“Los turistas llegan a toda hora y de todas partes. Tenemos un promedio de 300 a 500 personas diarias que vienen a comprar”. El manabita señala que Rocafuerte es el único sitio donde se prepara el limón relleno. Solo tres familias conocen la receta.
El limón relleno se prepara por ocho días. Se parte el limón a la mitad y se saca lo agridulce, se sumerge alternativamente en agua fría y caliente hasta eliminar lo ácido. El relleno es de manjar de haba o arroz. Este dulce cuesta USD 1. Los demás varían entre 0,05 y 0,10.
Los esposos recuerdan que empezaron con 10 variedades, pero que cada año crean nuevos productos. “Este año implementamos el alfajor de chocolate que venden en Argentina, ahora lo estamos haciendo aquí. Siempre estamos innovando, porque es lo que los clientes exigen”.
Hace tres años, los productos se elaboraban artesanalmente en las estufas y hornos de barro. Pero por la demanda debieron invertir en hornos y cocinas industriales. “Solo se cambió el instrumento pero la receta y la elaboración mantienen la tradición”, dice Romero.
El local se divide en dos secciones: en la parte delantera se exhiben y comercializan los dulces, helados y lácteos; mientras que en la parte de atrás se instaló una fábrica de alimentos, donde cada mujer sabe su labor y se divide la cocción, el horneado, la mezcla y la distribución.
La preparación de dulces nació cuando llegaron las monjas oblatas, quienes enseñaron a las manabitas a elaborar los dulces con los productos que había en su entorno, como leche, harina, azúcar. “Mientras sus esposos estaban en el campo, ellas hacían dulces”, cuenta Concepción Solórzano, presidenta de la Asociación de Productores de Dulces de Rocafuerte (Asoprocar).
Actualmente la mayor parte de la población utiliza esta actividad como sustento económico. A lo largo de la vía se observa cómo cada familia coloca una mesa fuera de su casa para ofertar sus productos.
Asoprocar tiene 60 socios de pequeños y medianos negocios. Este año tienen como proyecto crear una sola fábrica, donde cada integrante pueda vender su mejor producto. Solórzano señala que ya tienen los hornos y la maquinaria para instalar la planta, que quedará al pie de la carretera, para que los clientes se acerquen con facilidad.
Las temporadas altas de ventas son entre junio y agosto por las vacaciones escolares en la Sierra, pero también en los feriados como el Día de los Difuntos y Carnaval.
El próximo 23 de septiembre se realizará la feria anual de dulces, donde se espera una asistencia de 6 000 personas.
Los turistas además de comer podrán disfrutar de exhibiciones de manualidades de barro, presentaciones artísticas donde niños y jóvenes rescatan la ancestralidad de los pueblos montuvios.