El trabajo manual de la cosecha se redujo debido al uso de maquinarias pesadas para la as actividades agrícolas, que separan los granos de trigo de las espigas. Foto: cortesía.
La cosecha de un campo de cebada se inició temprano en la comunidad Balda Lupaxi, situada cerca de la laguna de Colta, en Chimborazo. Hombres y mujeres de toda edad llegaron vistiendo sus atuendos originarios de la cultura Puruhá, y equipados con cuchillas y cuerdas para recoger las espigas doradas del cereal.
La cosecha se hizo al ritmo del Jahuay, un canto ancestral para agradecer a la Pachamama por las cosechas y para amenizar las largas jornadas en el campo. Ese canto habla de la gente de la comunidad, del trabajo diario, de los animales, el agua, el sol y todos los elementos que influyen en el nacimiento de las plantas y luego en su maduración.
“Antes, en las haciendas, el Jahuay se cantaba también como una burla al capataz que vigilaba a los trabajadores. Los abuelos cuentan que como no entendía kichwa, la gente aprovechaba para reírse de él y darse ánimos para continuar la jornada de trabajo”, cuenta Pedro Gualán, uno de los cosechadores.
Su abuelo, quien también se llamaba Pedro, ocupaba la función de Paqui, el hombre que hace sonar su bocina y lidera los cantos. Él le enseñó a cantar al ritmo tradicional del Jahuay, también le inculcó las estrofas indispensables para una minga comunitaria.
Los habitantes de Balda Lupaxi Alto, en Colta, se organizaron para cosechar un campo de trigo y cantar el Jahuay durante la minga. Foto: cortesía.
“Con las canciones también nos molestamos entre nosotros. Hablamos de las mujeres, de las conquistas, del trabajo duro. Es una forma de permanecer motivados durante toda la jornada”, cuenta Gualán.
El uso de maquinaria agrícola moderna como trilladoras y cosechadoras mecánicas disminuyó el trabajo manual y el Jahuay dejó de cantarse en varias comunidades. También influyó la migración.
“Muchos vecinos dejaron de cantar el Jahuay y los niños ya no se interesan en aprender los cantos. Es triste porque esta tradición se perderá en algún momento”, dice Manuela Poma, una de las habitantes más ancianas de la comunidad.
El canto se escucha en julio y septiembre en Chimborazo.