En Canadá, pequeños productores se han sumado al cultivo del cannabis en granjas y en invernaderos. Foto: Menahem Kahana/AFP
Gracias al incremento del consumo terapéutico de marihuana, empresas e inversionistas ven más oportunidades. No obstante, aún hay reparos éticos.
La creciente apertura mundial al consumo terapéutico del cannabis (marihuana) activa el interés de los grandes inversionistas por colocar sus capitales en este segmento. De allí que, por ejemplo, los encuentros de agentes económicos o de empresas relacionadas con este sector crecen. A finales de agosto, se desarrolló en México la IV Edición Expoweed (que trató temas medicinales, industriales y ancestrales) y la próxima semana se realizará en Bogotá, Colombia, la Primera Cumbre de Inversión en Cannabis Medicinal en Latinoamérica.
Los reportes anuales que publica la Unodc (United Nations Office on Drugs and Crime) y recogidos por la revista especializada Forbes destacan que el consumo de cannabis va en aumento, a escala mundial. Según este organismo, se estima que 192 millones de personas la consumieron en el 2016. Además, allí se establece que el mercado lícito de cannabis rondará los USD 31 000 millones en 2021, de los cuales, el 80% (algo así como 25 000 millones) se concentrará en Norteamérica, sin duda se trata de un mercado de gran potencial.
El interés de las corporaciones por ser parte del crecimiento de este segmento está en sus estrategias de expansión en la región. Uno de esos casos es de la firma canadiense Canopy Growth Corporation que anunció -en agosto pasado- su desembarco en Argentina. Con este aterrizaje, esta empresa (considerada la mayor firma de cannabis medicinal del mundo), consolida su ampliación en América Latina, ya que opera en Chile, México, Perú, Colombia y Brasil.
En una entrevista para el diario El País de Uruguay, el Country Manager de Canopy en Argentina, Marcelo Duerto, señaló que solo en América Latina calculan que hay unos cuatro millones de pacientes que podrían beneficiarse del cannabis medicinal. Canopy Growth es la primera empresa norteamericana en cotizarse en la Bolsa. Entre sus accionistas consta el Grupo Constellation, que es uno de los jugadores mundiales en el negocio de bebidas alcohólicas y que, entre otras empresas, controla a las cervezas Modelo y Corona.
El movimiento de este mercado es tal, que, de acuerdo con reportes de la agencia Reuters, en el primer semestre de este año, el índice bursátil que reúne a las principales empresas dedicadas de forma legal a esta industria, el North America Marijuana Index, se ha revalorizado en un 23,8%. Para medir el impacto de su desarrollo, el periódico español Cinco Días hizo un análisis de ese valor y determinó que esa revalorización muestra una subida muy superior a la del Ibex de España (8,33%) y por encima de cualquier otra de las grandes bolsas europeas. “Con estas rentabilidades no es de extrañar que cada vez más inversores tomen la decisión de apostar por este mercado”, señaló el medio en su edición digital del 11 de julio del 2019.
El futuro que proyecta el mercado y el negocio mundial del cannabis medicinal hace que otros países se froten las manos haciendo cálculos de cuánto podrían obtener si se dedicaran con más énfasis en la elaboración de estos productos. Uno de esos casos es Perú. En 2017, el expresidente Pedro Pablo Kuzcynski promulgó la ley que regula el uso medicinal y terapéutico de la marihuana y a partir de esa resolución, consultoras de inversión hacen operaciones matemáticas sobre cuánto podría generar ese negocio. La firma ACM, por ejemplo, sostiene que el país podría exportar unos USD 3 000 millones anuales en este tipo de productos. Eso significaría que podría lograr el 50% de lo que en promedio suman todas las exportaciones agrícolas peruanas.
Colombia es otro ejemplo. La semana pasada se presentó el informe El impacto económico de la industria del cannabis medicinal en Colombia y allí se señala que la regularización de la industria del cannabis medicinal podría generar unos 100 000 empleos.
Pero otros países no solo hacen cálculos sino que ya obtienen beneficios. Se trata de Uruguay (que en el 2013 aprobó una ley de legalización y regulación del cannabis), cuya industria empieza a ver en este sector un espacio de desarrollo. Al menos unas 19 empresas ya desarrollan cultivos en una superficie de 1 000 hectáreas y de acuerdo con sus proyecciones se generarían entre 3 000 y 4 000 nuevas fuentes de empleo en unos tres o cuatro años.
Pero hay quienes ven en el cannabis ‘más oportunidades’. Claro, en esas proyecciones para obtener más beneficios se toma en cuenta el ‘consumo recreativo’ y en donde se esperan pronunciamientos definitivos, que parten de las legislaciones de cada país interesado en este mercado (por el afán recaudatorio de los gobiernos) o incluso de instituciones como la misma Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero no todos los inversionistas -sobre todo los institucionales-, desde una perspectiva ética y legal, ven en este mercado rentabilidad. Uno de ellos es el Fondo Soberano de Noruega que anunció su desinversión en firmas como Canopy, Aurora, Aphria o Insys. Un caso similar se produjo con el Fondo sueco de Pensiones.
A eso se suma que las grandes corporaciones buscan inversiones socialmente responsables y en muchos casos pesa, a la hora de tomar una decisión, lo que establece la Convención de las Naciones Unidas sobre el control de drogas, que clasifica al cannabis como una de las drogas narcóticas que requieren gran control.
Mientras esto sucede en el mercado, reguladores de México, Uruguay, Colombia, Brasil, Perú, Jamaica y San Vicente y las Granadinas participaron la semana anterior en el primer foro de reguladores de cannabis medicinal en Canadá. Su conclusión: “Latinoamérica necesita homogeneizar sus normas sobre el cannabis medicinal”. ¿Llegó la hora?