Hace siete meses, el luto volvió a la casa de Rosa Magdalena. El ama de casa perdió a su segundo hijo por la misma causa: cáncer cerebral.
Esta vez la enfermedad atacó a su hijo José de 17 años. Hace un lustro, segó la vida de Viviana Carolina, también de 17 años.
Rosa Magdalena soporta el dolor sola. No tiene esposo. “El sueldo que me pagaban, en el sitio en el cual laboraba, apenas me alcanzaba para sobrevivir”, dice.
Con una congoja a cuestas, explica los detalles de la enfermedad de su hijo José. “Tenía fuertes dolores de cabeza. Luego de algunos exámenes, le encontraron un tumor en el lado izquierdo del cerebro”.
A José le operaron en el Hospital de Especialidades Eugenio Espejo, en Quito. Los resultados de la biopsia determinaron que el tumor era maligno y agresivo. “Solo duró un año y tres meses. El cáncer llegó a la fase terminal”, recuerda la madre.
“Como madre me sentía impotente, porque no podía ayudar a mi hijo. La comezón y el dolor eran tremendos”. Rosa Magdalena gastaba USD 800 mensuales.
La hija de Lucrecia C. murió hace un mes. Evelyn tenía 13 años cuando le detectaron cáncer a los huesos. Apenas duró un año y cinco meses, luego del diagnóstico médico. “La pierna derecha empezó a crecer; el doctor decidió amputársela”.
Evelyn recibió tratamiento de quimioterapia, pero su cáncer estaba en la fase terminal. Las células cancerígenas se expandieron por su cuerpo. “Al poco tiempo comenzaron las molestias en el brazo, en la cadera y en la otra pierna. Pero ya no aceptamos más amputaciones”, confiesa Lucrecia, quien reside en Quito.
La mujer recuerda también que agotó todas las posibilidades para salvar a su hija. Incluso vendió un terreno. “Gastaba USD 280 semanales en morfina. Pero ya no le calmaba el dolor”.
La historia de Nuria Ch. se parece mucho a las de Rosa y Lucrecia. Su hijo Dylan, de 14 años, falleció hace nueve meses. “Sobrevivió un año y ocho meses. Cuando me enteré sentí que el mundo se venía encima”.
Dylan padecía cáncer a la sangre, era el mayor de tres hermanos. Para Nuria, él se constituyó en la fuerza que necesitaba para salir adelante. “Trabajaba en una plantación pero ese dinero apenas me alcanzaba para sobrevivir”. Dylan creció sin su padre. Este les abandonó cuando se enteró que Nuria iba a ser madre.
Nuria vivía en Cayambe pero su hijo debía recibir tratamiento en Quito. Por eso – cuenta- debió dejar solos a sus dos hijos menores. Perdió su trabajo y solicitaba dinero en las empresas para ayudar a Dylan. “Recuerdo que el médico dijo que la quimioterapia ya no le servía y que el cáncer le había subido al cerebro y a la médula. Aguantó 15 días luego de esa noticia”.
Estas madres reciben ayuda de la Fundación Jóvenes contra el Cáncer. El domingo fueron homenajeadas en San Rafael.