El protector solar, gafas y sombrilla son indispensables en los días de más radiación. Foto: EL COMERCIO
Si bien la piel de los niños es la más vulnerable a la exposición al sol, sus efectos se hacen visibles a la tercera edad con un incremento creciente de casos de cáncer. La estadística de Solca-Quito muestra que mientras de 0 a 19 años la incidencia de esta enfermedad es de 0,3 por cada 100 000 personas, la tasa se dispara a partir de los 60 años.
Los más afectados son los hombres: entre 60 y 64 años se registran 125 casos por cada 100 000 habitantes y en ese mismo rango de edad en las mujeres es de 113. Las cifras suben a medida que avanzan en edad y llega a una tasa pico de 562 en los varones mayores de 75 años y de 506 en las féminas.
En la edad infantil, debido al crecimiento, el ADN muta de forma más rápida cuando hay un exceso de exposición al Sol. El cuerpo es como una alcancía que, con el tiempo, va almacenando radiación y los resultados se verán en la tercera edad con el aparecimiento de lesiones cancerígenas en la piel, explica Paola Guevara, médico y coordinadora del servicio de Dermatología del Hospital Pablo Arturo Suárez, del norte de Quito.
A nivel genético, lo que sucede es que el gen P53 — que destruye las lesiones dañinas— es perjudicado por la radiación, por lo tanto, dejará de suprimir la proliferación de células anormales que podrían dar como resultado el cáncer.
Enrique Cruz, de 96 años, fue diagnosticado con un carcinoma (no melanoma) hace tres años. Cruz cuenta que desde los 13 años trabajaba en el campo, recorriendo haciendas para transportar los productos a los lugares de venta. Siempre estuvo expuesto al sol, sin sombrero ni protector solar. El primer síntoma fue la aparición de unos granitos en la cabeza, hasta que se convirtió en una llaga grande. Guevara lo trató por más de dos años, con crioterapia y ahora con tratamientos tópicos.
La población masculina tiene mayor incidencia de este cáncer porque, entre otras causas, los trabajos y actividades en el exterior, culturalmente, están asignados para los hombres.
El cáncer de piel se presenta en dos grandes grupos: melanoma y no melanoma. Los no melanomas son los más frecuentes: constituyen el 90% de todos los tumores de piel, de acuerdo con Patricia Cueva, directora del Registro Nacional de Tumores, de Solca.
Entre pacientes hombres de Quito, el cáncer de piel ocupa el segundo lugar en frecuencia, con una tasa promedio anual de 38 casos por cada
100 000 hombres, entre el 2009-2013, que es la última estadística de Solca. Esta patología está detrás del cáncer de próstata. En los cinco años anteriores la tasa fue de 31,7.
Para las mujeres está en tercer lugar, con una tasa promedio anual de 34 por 100 000 mujeres, luego del cáncer de mama y de tiroides; en el período anterior estaba en 31,8. En los datos se comprueba que existe un aumento en la incidencia, tanto para hombres como mujeres. Esto, en parte, se debe a que existe una mejoría en el diagnóstico, es decir, no quiere decir que se deba exclusivamente al alza de casos, advierte Cueva.
María del Rosario Pazmiño, de 93 años, tuvo por más de 20 años una lesión en la nariz. Si bien fue diagnosticada con un carcinoma poco después de la aparición de una mancha, Pazmiño y sus familia prefirieron no optar por la operación, debido a una mala experiencia que tuvieron con otro familiar. Con el pasar de los años, la mancha se convirtió en una llaga que sangraba y que ya no solo era una preocupación de la salud, sino también estética. En abril del 2015 comenzó un tratamiento con crioterapia; tras un año recibió el alta.
Los cánceres de piel melanomas son menos frecuentes: hay cerca de 70 casos nuevos al año en Quito, según el Registro Nacional de Tumores. Su comportamiento es más agresivo en comparación con los no melanoma, que transcurren con un crecimiento lento y poco invasivo.
Si se compara con otras regiones del planeta, en Quito la incidencia de melanoma es baja: ocupa el puesto 37, entre 70 países que se toman en cuenta en la publicación Incidencia del Cáncer en los Cinco Continentes, de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer. Por el contrario, la incidencia del cáncer no melanoma es alto, pues ocupa el puesto 19 de los 70 países.
En la Sierra ecuatoriana (mayor altitud), las tasas de incidencia son más elevadas que en la Costa. Quito, al estar en la mitad del mundo, tiene la tasa más alta de Ecuador. Sin embargo, en Latinoamérica, Quito no ocupa las primeras posiciones, debido a, entre otros, que la capa de ozono es más débil en el hemisferio sur, donde se ubican las ciudades que lideran la tabla.
Cueva explica que con prevención, los números del cáncer de piel bajarían. El uso de protector solar y el conocimiento del Índice UV marcan la diferencia.
En Quito se publican los puntos de radiación a diario en la página de la Secretaría de Ambiente de Quito y hay tres solmáforos, en Las Cuadras (sur), Itchimbía (centro) y Bicentenario (norte).