Los bongos tienen vigencia en la pesca esmeraldeña

El bongo es usado por los pescadores de las comunidades afroesmeraldeñas.

El bongo es usado por los pescadores de las comunidades afroesmeraldeñas.

El bongo es usado por los pescadores de las comunidades afroesmeraldeñas. Foto: Marcel Bonilla/EL COMERCIO

Una fuerte ola viró el bongo de Ramiro Zúñiga cuando intentaba ingresar al Puerto Artesanal Pesquero de Esmeraldas (Papes). Estaba acompañado de Jairo Cortez, compañero de faena. Ambos ingresaban al lugar para vender las 20 lisas y 200 jaibas que eran el resultado de la pesca de toda una ardua madrugada en medio de las aguas.

La pequeña embarcación, que es utilizada para pescar en donde se une el río Esmeraldas con el mar, no soportó el mal tiempo y zozobró. Empapado hasta la coronilla, Zúñiga intentaba recuperar parte de sus redes mientras que su pequeño navío estaba virado junto al rompeolas.

El bongo es una canoa corta y liviana, usado por los pescadores artesanales para sus faenas diarias en todas las 54 caletas pesqueras de la costa esmeraldeña. También es uno de los medios de trabajo que circulan en las orillas de los ríos.

La barcaza es impulsada a canalete y se utiliza para realizar pequeñas faenas de pesca a corta distancia. Quienes se dedican a coger corvinas navegan hasta ocho millas desde las costas de Esmeraldas en esas naves, iluminados por el leve brillo de las velas.

Estos navíos se utilizan con más frecuencia en poblaciones costeras como Tonchingüe, Camarones, Tonsupa, Galera y San Francisco porque no hay un puerto. Entonces se los elabora con un filo en la parte de la proa el cual sirve para romper las olas mientras zarpan desde la orilla de la playa.

Esta especie de canoa es utilizada por los indios de América Central pero también por los afros, chachi, awá y éperas que están en el norte de la provincia de Esmeraldas. Zúñiga y Cortez habitan en la isla Luis Vargas Torres, en el sector de Pianguapí, una comunidad que está junto al manglar del estuario del río Esmeraldas. Faenan todos los días cerca del río y hasta 3 millas náuticas de la costa.

Sus padres hacían la misma tarea de pesca en embarcaciones como esas. Por eso la tradición de usar los navíos ancestrales se ha mantenido por más de 50 años entre ellos.  A lo largo de la ribera, las familias afroesmeraldeñas que ahí habitan los utilizan como medio de transporte y hasta para dar un paseo por el estuario, donde capturan jaibas, gualajos, tascapalos, bagres y sabaletas. Todas son especies bioacuáticas que sirven para la alimentación de la comunidad.

Los afros de la isla Piedad, que están en un brazo del río Esmeraldas, utilizan sus embarcaciones para ‘atarrayar’ el interior del manglar, con la marea subiendo. Uno de ellos es Carlos Vallejo, quien pesca en bongos desde hace 30 años.

La reparación de estas barcazas tiene su espacio. Domingo Panezo es uno de los afroesmeraldeños que repara los bongos de manera tradicional. Utiliza estopa de coco para cubrir las grietas y luego pone brea caliente para sellarlos. Cuando los daños son mayores, usa latas cortadas en rectángulos sobre el parche de brea para garantizar que no ingresará agua.

En la actualidad hay bongos modernos que son revestidos con fibra y resinas. Vallejo mantiene la tradición como lo hacía su padre en Canchimalero, un pequeño poblado de pescadores ubicado en el cantón Eloy Alfaro, al norte de la provincia.

Para seguridad, muchos le ponen boyas a los costados. Eso permite estabilizar la nave para que no ocurra lo que le sucedió a Zúñiga, que se viró con las redes y perdió toda la pesca. En la zona norte de la provincia de Esmeraldas, los bongos toman el nombre de potros y son elaborados con madera como el calade, guagaripo y sande, que es más liviana.

La mitología del pueblo afro habla del Riviel, que es un hombre que asustaba a sus víctimas mientras navegaba en un potro mocho por el río, nombre que toman estas embarcaciones al norte de Esmeraldas.

La historia de los navíos usados por este personaje mítico está en las décimas de personajes afroesmeraldeños, como Julio Micolta y en los arrullos de Rosita Wila, además en las poesías de Diógenes Cuero.

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