Bolívar Echeverría es más que el ethos barroco

Luis Arizmendi presentó el libro sobre Bolívar Echeverría en Ciespal, el miércoles 21 de enero. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO.

Luis Arizmendi presentó el libro sobre Bolívar Echeverría en Ciespal, el miércoles 21 de enero. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO.

Luis Arizmendi presentó el libro sobre Bolívar Echeverría en Ciespal, el miércoles 21 de enero. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO.

La discusión sobre el pensamiento de Bolívar Echeverría Andrade retoma fuerza en el país este año, en el cual se cumple el primer lustro de la muerte del filósofo ecuatoriano, acaecida en México el 5 de junio del 2010.

El Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) publicó recientemente ‘Bolívar Echeverría. Trascendencia e impacto para América Latina en el siglo XXI’ en coincidencia con los homenajes a su memoria (uno realizado por el IAEN y otro a cargo de Ciespal).

El libro recoge ensayos que revelan el legado teórico que el filósofo dejó a través de textos como ‘El discurso crítico de Marx’, ‘Las ilusiones de la modernidad’ o ‘Vuelta del siglo’.

Para comprender los temas centrales en Echeverría, el economista y sociólogo Luis Arizmendi, uno de los coordinadores de la publicación, habló sobre el filósofo de Riobamba.

Una mirada peculiar

“El suyo no es un debate culturalista”. Con estas palabras, Arizmendi abre esta conversación sobre el pensamiento de Echeverría.

Y es que la falta de conocimiento acerca de los planteamientos teóricos del filósofo lo han reducido, muchas de las veces, a estudios enfocados estrictamente en la línea de lo cultural.

Arizmendi parece intuirlo, y por eso no niega que el ethos barroco, el gran concepto desarrollado por Echeverría, tiene su origen en la discusión respecto de la combinación extravagante de la cultura latinoamericana, espacio donde confluyen los elementos apropiados desde la Conquista junto a todas las tradiciones latentes de los grupos sociales aborígenes.

Al mismo tiempo, él rechaza la idea de que este sea el fin último del pensamiento de Echeverría. Su cercana amistad y la lectura crítica de sus textos han sido dos elementos claves para mirar que gracias a su idea del barroquismo empieza una discusión en la que se vuelve necesaria la reconceptualización de la historia de América Latina.

A su criterio, desde el siglo XV en Latinoamérica, siguiendo el camino trazado por Echeverría, ha habido un “entrecruzamiento” entre la cultura de la Conquista con aquella de la contraconquista.

“Las religiones prehispánicas se reconstituyen dentro de la religión europea para cambiarla completamente”, explica Arizmendi. Así aparecen, por mencionar un caso, vírgenes morenas, es decir, deidades femeninas que se tornan relevantes en el contexto de un cristianismo de espíritu patriarcal.

Mas esta es, para Arizmendi, “la ventana para repensar algo más grande”. Con esto se refiere al capitalismo moderno, herencia económico-social que ha llegado hasta la actualidad perpetuando el “mito del progreso”, el cual, según el sociólogo, se refiere a la falsa idea de bienestar y confort planetario de la técnica capitalista.

Echeverría, quien en la década de 1960 participó activamente en los movimientos político-estudiantiles alemanes, se sirvió de las tensiones entre conquista y contraconquista latinoamericanas para exponer su visión sobre el capitalismo moderno.

Una mirada que, como explica Arizmendi, puso de manifiesto que este sistema se construye aquí con modos de trabajo pre y poscapitalista: por una parte se encuentra el trabajo comunitario de los grupo indígenas, por ejemplo; del otro están técnicas de producción netamente capitalistas.

Esta suerte de dos engranajes del capitalismo latinoamericano fueron los que ayudaron a Echeverría a formular el doble discurso del sistema, en el que progreso (tecnológico, científico, económico...) y devastación (ecológica, humana, etc.) están estrechamente ligados, estableciendo un futuro incierto para las nuevas generaciones.

Arizmendi comenta que son ideas como estas las que convierten a Bolívar Echeverría en un referente intelectual de los dos últimos siglos. Y afirma que el pensamiento del filósofo ecuatoriano, quien ha sido comparado teóricamente con pensadores como Theodor Adorno o Max Horkheimer, aún no ha sido estudiado completamente.

Es ahí donde se encuentra la oportunidad para extraer nuevas lecturas de sus obras, cuyos análisis recalan en los modos de producción comunitarios de América Latina como modelos socioecómicos.