Andrea López (nombre protegido) trabaja en una biblioteca municipal del norte de Quito desde la década de 1990. Durante este tiempo ha sido testigo de la crisis presupuestaria que ha vivido la Red Metropolitana de Bibliotecas de Quito, una institución que llegó a contar con 21 repositorios bibliográficos y que ahora solamente tiene siete.
Entre los problemas que esta bibliotecaria ha tenido que sortear en tres décadas están las continuas mudanzas por falta de un espacio propio. Asimismo, ha tenido que padecer la escasa dotación de libros, que en la actualidad llegan a la modesta cifra de 3 000 títulos.
López cuenta que siempre ha sugerido a las autoridades de turno que los libros que se entreguen a esta biblioteca respondan a las necesidades de las personas que viven en la comunidad, pero dice que su demanda no ha sido escuchada. “Este es un sector en el que viven personas cuyo trabajo está vinculado a la tierra. Siempre vienen a preguntarme si tengo libros de agronomía, agricultura o de crianza de animales y con pena tengo que decirles que no”, cuenta.
También recuerda que la falta de recursos para esta biblioteca llegó a ser tan grave que tuvo que pagar de su sueldo los servicios básicos: agua y luz.
En los últimos cinco años, esa falta de recursos de la que habla esta bibliotecaria se ve reflejada en los valores asignados para el presupuesto de la Red Metropolitana de Bibliotecas (ver infografía). En el 2020 se asignaron USD
143 230, 00, pero solo se ejecutaron USD 5 000, correspondientes al pago de la membresía al Programa Iberoamericano de Bibliotecas Públicas.
Desde la Secretaría de Cultura se asegura que el presupuesto asignado para el año pasado no fue ejecutado porque había que cumplir la resolución A049 que, entre otras cosas, establecía la restricción y optimización de gasto con el propósito de enfrentar las circunstancias de excepción derivadas de la pandemia.
Liset Lantigua, excoordinadora de la Red Metropolitana de Bibliotecas, cuenta que los problemas que ha vivido la biblioteca donde trabaja López se repiten en el resto de repositorios de esta red.
Lantigua habla de espacios extremadamente pequeños a los que les hace falta una infraestructura adecuada y una dotación de libros, además, de que ninguno cuenta con el servicio de préstamo externo.
La de San Marcos, por ejemplo, funciona dentro de una Casa Somos y es tan pequeña que más que una biblioteca podría ser considerada como un espacio de lectura. La misma suerte corren las bibliotecas de Cotocollao, Píntag y Tumbaco, cuya sala de lectura estuvo a punto de desaparecer para convertirse en un balcón de servicios municipales.
La biblioteca a la que se le ha prestado más atención en temas de infraestructura es a la del parque El Ejido, que fue remodelada en 2018. Sin embargo, a criterio de Lantigua, este debería ser un espacio especializado en literatura infantil y juvenil y orientarse a la formación de nuevos lectores.
“No puede ser una biblioteca de fondos generales porque es muy pequeña para eso, además no cumple el estándar requerido”, dice Lantigua.
La crisis presupuestaria también ha afectado a la biblioteca Federico González Suárez, el nodo central de esta red. Este repositorio es el que centraliza los procesos técnicos y las adquisiciones para las demás bibliotecas. Según datos de la Secretaría de Cultura del Municipio, la última adquisición se realizó en el 2019 por una ínfima cuantía de 656 libros.
Lantigua cuenta que la única dotación de libros que hizo bajo su gestión, por falta de presupuesto, fue una de USD
7 000, destinada a la adquisición de títulos infantiles y juveniles. Otro de los problemas de esta biblioteca es que no ha activado el préstamo externo de libros, un servicio que ofrecen todas las bibliotecas públicas del mundo.
La Red Metropolitana de Bibliotecas cuenta con 87 mil libros, pero solo el 1% de todo este fondo está custodiado y sin posibilidad de préstamo externo porque se trata de libros cuyo valor supera los USD 20.
“A parte de ese 1% de libros, no hay ningún impedimento legal para que estas bibliotecas no presten sus títulos. Además, el 70% de todo el fondo podría ser reciclado por la mala situación en la que se encuentra”, añade.
Para Juana Neira, escritora y directora del Plan Nacional de Lectura, la Red Metropolitana de Bibliotecas es vital para la promoción del fomento a la lectura en la ciudad y añade que estas bibliotecas son espacios esenciales para las personas. “Necesitamos que las instancias públicas y privadas -dice- reconozcan su valor e inviertan en ellas”, subraya.
En la región hay varios ejemplos exitosos de redes de bibliotecas públicas, uno de ellos es la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá (BibloRed), que cuenta con 132 espacios de lectura, 23 bibliotecas públicas, una biblioteca en la Cárcel Distrital, 95 Paraderos, Paralibros y Paraparques, 12 Bibloestaciones y un BibloMóvil.
Hasta el cierre de esta edición, el Secretario de Cultura del Municipio se excusó de hablar sobre los presupuestos asignados para esta red.