En el momento del terremoto toda su familia corrió a proteger su vientre. Pamela Mera trató de lucir tranquila pero su mayor preocupación era el bienestar de la pequeña que estaba a pocos días de nacer. Desde ese momento empezó la odisea de “abril 7.8”, como la llaman de broma sus familiares, para llegar a este mundo.
Después del susto y a pesar de que la estructura de sus casas se había caído, todos buscaron agua con azúcar para que la joven madre pasara los nervios y nada le afectara a la pequeña que estaba por nacer. Aunque creían que su parto se podía adelantar, Mera pudo continuar su embarazo.
A siete días del sismo los dolores empezaron. Los hospitales en Bahía no atendían y las clínicas no querían atender un parto en la noche por miedo a operar en medio de un posible sismo. La joven madre tuvo que aguantar lo que más pudo durante la noche y a la mañana siguiente sus familiares la llevaron de inmediato para que fuera atendida.
En medio de los rezos de todos, la pequeña nació a las 08:30 a ocho días del terremoto que cambió la vida de sus padres. Aún no le colocan un nombre, aunque todos aportan con ideas referentes a la situación que vivió. Abril, Siete punto ocho, Rafaela o una mezcla de los tres son las sugerencias que su madre todavía no acepta.
La pequeña ahora vive en la casa de su abuela, donde varios familiares y vecinos se refugian tras haber perdido sus viviendas. “Es un regalo y una luz en medio de la tragedia“, dicen sus parientes, mientras la bebé duerme tranquila en su pequeño colchón sin percatarse de lo que pasa alrededor.