La agrupación San José de Pumayunga, perteneciente a la parroquia de Sinincay. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
El escenario es lo de menos y el frío de la noche queda en segundo plano. La ilusión por sobresalir como danzantes les motiva a ensayar en los barrios y parroquias de Cuenca. Los grupos integrados por niños, jóvenes y adultos se expanden en los cantones azuayos.
Ellos aprovechan sus horas de descanso, después de los trabajos o estudios. Una grabadora con música folclórica del Ecuador, donde se pueda subir a lo más alto el volumen, es suficiente. Sus edades promedian entre 14 y 26 años, hombres y mujeres. Para los ensayos salen de viviendas humildes, algunas de adobe.
En el norte de Cuenca, el grupo folclórico San José de Pumayunga se reúne todas las noches, de lunes a viernes. Para sus coreografías, los bailarines se distribuyen en un patio de cemento, cuya pista se extiende hasta una calle de tierra. Aprovechan de la poca presencia de vehículos en el barrio San José de Pumayunga de la parroquia Sinincay.
Allí, se alistan con ropa casual, para participar en las fiestas comunitarias, parroquiales, cantonales… Lo hacen con dedicación. Un día antes de las presentaciones alquilan las vestimentas de cholas, cayambeñas, saraguros, cañajeros…
Según Rosa Tineganai, líder del grupo San José de Pumayunga, la idea es seguir con la tradición de sus padres. La agrupación se formó hace dos años con miembros de su misma familia y vecinos del barrio. La Navidad es la temporada en la que más invitaciones reciben. Incluso participan en el pase del Niño Viajero.
Precisamente, el grupo de danza folclórica Huasipungueros se hizo conocer tras participar de un pase del Niño, en el barrio de San Pedro del Cebollar. Desde entonces, sus 10 integrantes (cinco mujeres y cinco varones), acuden frecuentemente a las fiestas barriales y parroquiales.
Estefany Fernández, una de las integrantes del grupo que pertenece al barrio Virgen de la Nube de San Pedro del Cebollar, cuenta que en los bailes representan a diferentes culturas de Ecuador. “Nos vestimos de chola, otavaleña, riobambeña, cayambeña…”.
Ana Sinchi, madre de Fernández, asegura que un danzante de música folclórica ama la cultura y las tradiciones. “Es una devoción”. Los gastos del alquiler de la vestimenta los asume cada integrante. Los organizadores de las fiestas, al momento de cursar las invitaciones, se comprometen a cubrir los gastos de transporte y de refrigerio.
En Azuay, esta actividad se practica además en escuelas de danza con instructores profesionales. Los frecuentes concursos y la posibilidad de viajar a otros países son atractivos para los practicantes.
Para Martín Sánchez, director de Causanacunchic Ballet Andino de la Universidad de Cuenca, la danza permite reivindicar los procesos sociales históricos. “No es rescatar la cultura, porque no ha muerto, la estamos promoviendo”.
Su agrupación, fundada en 1999, ha dado un salto de calidad. Se ha presentado en España, Francia, Portugal, Chile, Perú, Colombia, México… “Nuestra propuesta es crear células de danza que apunten al profesionalismo”. Tiene extensiones en la parroquia Baños y en el cantón Chordeleg.
Según Cristian Pugo, director de las agrupaciones Ñaupa Ramaicuna y Amauta Guambra Cuna, la danza no es copiar lo que otros hacen. “Hay que saber por qué se baila una determinada canción y a qué se está representando”.