Ayudar es la mejor forma de sanar

Ela Dines vive en Ecuador hace 15 años; aquí, al igual que en el exterior, ha hecho consultorías sobre cambio cultural en un sinnúmero de empresas. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Ela Dines vive en Ecuador hace 15 años; aquí, al igual que en el exterior, ha hecho consultorías sobre cambio cultural en un sinnúmero de empresas. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Ela Dines vive en Ecuador hace 15 años; aquí, al igual que en el exterior, ha hecho consultorías sobre cambio cultural en un sinnúmero de empresas. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Terminamos la entrevista hablando de la necesidad de no convertir el dolor en sufrimiento, para que no sea un estado permanente; sino que el dolor se transforme en acciones, como la solidaridad. Esta conversación con Ela Dines surge a raíz de los últimos acontecimientos desoladores (muertes, secuestros, miedo...) que han aquejado a todo el país. Y, como pocas veces, esta entrevista se centra casi exclusivamente en una sola circunstancia y se convierte en una especie de terapia para tratar de salir de la conmoción.

Después de la conmoción, ¿qué viene?

Primero, la palabra conmoción significa movimiento fuerte; mientras que la palabra emoción significa movimiento. Y fíjate que hay varios tipos de conmoción, una es psicológica y otra puede ser cerebral. ¿Y qué es una conmoción cerebral? Un movimiento del cerebro dentro del cráneo.

Que puede inhabilitarlo, ¿cierto?

Sí, en ese caso el cerebro queda ‘out’, por un rato más o menos largo. Es lo mismo que pasa con una persona que sufre una conmoción emocional.

¿Qué hacer en caso de conmoción?

Bueno, lo primero es calmarse y aceptar la situación. Porque inmediatamente lo que hace el cerebro tras la conmoción es negar. Fíjate que la primera frase que dice la gente es: no puede ser. Se empieza por negar porque es muy fuerte la noticia que estamos recibiendo o el evento que está ocurriendo. Después de eso vienen muchos caminos; la mente puede sentir dolor, dependiendo de qué tan cercano se sea a la persona o al evento. Por ejemplo, una persona cercana a los secuestrados va a sentir un gran dolor, pero después del dolor va a sentir rabia.

También puede sentir miedo.

Sí, después empieza a sentir miedo. Y siente miedo porque toma conciencia de que todos somos vulnerables y a cualquiera nos puede suceder.

¿Se le queda esa idea fija?

Así es.

¿Y cómo hacemos para no vivir en ese estado?, ¿cómo se puede ir saliendo?

Depende de qué tan intenso sea el evento y las consecuencias emocionales que ha tenido. Si es alguien o algo muy cercano eso va a requerir tiempo, porque no se puede salir tan fácilmente del síndrome postraumático. Y cuando ya es muy intenso, se puede requerir ayuda profesional. Pero cuando no es algo tan cercano, no tiene que pasar tanto tiempo para que vaya disminuyendo el ‘shock’, el impacto emocional. Además, hay personas que son resilientes; la palabra resiliencia es muy importante aquí. Esas personas son capaces de reencuadrar la cuestión, son capaces de ponerse en acción y de hacer algo.

¿Con qué se cura una conmoción tan grande como esta que estamos viviendo?

Primero, las autoridades deben tomar algún tipo de acción, una respuesta.

¿Dices que el conmocionado necesita una señal externa de apoyo?

Sí, y además tiene que tener información; la falta de información se llena con los peores pensamientos y las peores expectativas. Porque aunque no se pueda prevenir al cien por ciento nada, en ninguna parte del mundo, es importante que la gente sepa que se está haciendo todo para protegerla. Eso es lo primero.

¿Lo segundo?

Unirse y ser solidario; buscar apoyo con los vecinos, con los amigos.

¿Y hablar de lo que causó la conmoción, ayuda?

Claro, es lo mejor. Es necesario hablar, pero es importante que estas conversaciones no se queden en la queja y el lamento. O por lo menos que haya alguien que dirija una conversación de este tipo que sepa cómo guiarla, porque lo importante es despertar los mecanismos de resiliencia, para superar las crisis, las adversidades, los dolores profundos.

La conmoción suele paralizar más que activar, ¿por qué sucede esto?

No siempre es así; depende mucho de la persona y sus experiencias anteriores, sobre todo en su manejo emocional. Cuando la persona se siente muy desvalida es probable que se paralice; cuando la persona puede encontrar dentro de sí alguna fuerza y encuentra solidaridad con otras personas se moviliza. Puede haber, por ejemplo, movilizaciones de calle para exigir acciones.

Y en un caso de conmoción más individual, ¿cómo se expresa esta resiliencia?

Depende de la historia personal, de la estructura mental, de la forma en que la persona enfoca la vida, las relaciones, los problemas. Hay gente que dice: es que tengo demasiados problemas. Pero los problemas son desafíos que te hacen crecer. Una muerte, imagínate el golpe que implica… si consideramos que la muerte puede ser el fin de todo o que la muerte puede ser el infierno...

Estamos fritos.

Pero el enfoque cambia si consideramos que la muerte es un paso a otro nivel del espíritu y que lo que ocurre después es liberador, hermoso, positivo, es estar con Dios; o como en algunas interpretaciones indígenas que dicen que cuando se muere un niño es porque vino para luego irse al cielo y ser el ángel que cuida a la familia.

Hay que encontrar espacios de esperanza, ¿cierto?

Sí, darle sentido al asunto. Comprender la muerte. De hecho, cuando las personas ya no le tienen miedo a la muerte viven mucho mejor.

¿Se sale más pronto o más fácilmente de una conmoción colectiva o de una conmoción individual?

Depende. Fíjate que las conmociones colectivas pueden convertirse en revoluciones, en guerras, no hay una regla fija. Depende de quién lidere una conmoción colectiva, porque hay líderes que te llevan a una guerra después de una conmoción colectiva; y hay otros que no, como pasó en Barcelona en el último atentado, que la gente se movilizó y salió a la plaza donde ocurrió el atentado para decir: no tenemos miedo. ¿Me explico? No hay una regla; hay personas que son capaces de darle sentido a lo ocurrido, y a veces es muy difícil, pero lo hacen. Y tampoco vamos a pensar que todo el mundo debe hacerlo ni vamos a pintar de rosa los hechos, porque hay cosas que no tienen sentido, como que venga alguien y ponga una bomba o secuestre… Es totalmente diferente la forma en que la gente enfoca una catástrofe natural, en la que no hay a quién echarle la culpa.

En algunos casos sí, porque en un terremoto, por ejemplo, a veces la gente muere por la mala calidad de las construcciones.

Es verdad. Pero finalmente el terremoto es algo que tú no controlas, la tierra se movió o vino un tsunami y se lo llevó todo y nadie puede controlarlo. Por eso te digo que es diferente a cuando la razón o la causa de la conmoción tienen origen humano.

¿Ahí es más frustrante?

Genera odio, rabia; genera movimiento en contra de algo o alguien, da mucha más indignación. Y en todos los casos hay gente que se victimiza y gente que actúa, sin importar qué ocasiona la conmoción.

¿Hay algo positivo en vivir una conmoción?

Toda circunstancia adversa, con un reenfoque, se puede convertir en aprendizaje, en crecimiento. Si soy capaz de pasar este momento, soy capaz de ayudar a otro. Fíjate que una de las maneras de superar la conmoción es ayudar a los demás a superarla. Cuando yo ayudo aprendo más, me sano; dar es mejor que recibir.

¿Cómo nos reponemos de la conmoción tremenda ocasionada por el secuestro y asesinato de Paúl, Javier y Efraín?

Primero hay que reconocer que es doloroso para todos, aunque sea más para unos que para otros, pero lo es para todos. Lo segundo es que hay que tomarlo como una alerta. Es necesario hacerles caso a las alertas; es una alerta de un problema social y político, que debe alentarnos a tener mayor conciencia, a educar mejor a nuestros hijos, a unirnos más, a clarificar nuestra posición frente a la vida, a no simplemente tratar de olvidar. No hay que olvidar, sino buscar los puntos en los cuales nosotros sí podemos hacer algo.

Ela Dines

Nació en Varsovia, Polonia, en 1951; y a los 6 años llegó con su familia a Venezuela, por eso es también venezolana. Hace 15 años vive en Quito, junto con su socia, Adriana Celorio, con quien hace consultoría en cambio cultural para organizaciones. Es socióloga y educadora por la Universidad Central de Venezuela y se formó como psicoterapeuta también en su país; ha coescrito 2 libros.

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