Fachada de la biblioteca que lleva el nombre de Aurelio Espinosa Pólit y que posee diversas secciones, entre las que se destaca un museo. Foto: archivo EL COMERCIO
De entre los pensadores ecuatorianos, sin lugar a dudas, la figura de Aurelio Espinosa Pólit es una de las más notables, tanto desde la perspectiva nacional por su contribución a la cultura ecuatoriana.
Cuanto desde el movimiento humanista, el cual según Niethammel (Kristeller, Paúl, ‘Pensamiento Renacentista y sus fuentes’, México Fondo de Cultura Económica, 1982) es uno de los géneros de ilustración más complejos debido a la necesidad de contar con un vasto conocimiento del saber universal.
Aurelio Espinosa nació en Quito el 11 de julio de 1894. Debido a razones políticas, luego del triunfo de la Revolución Liberal (1895), su padre Aurelio Espinosa Coronel trasladó a su familia a Francia. En París sus padres lo inscribieron en el Colegio Saint Michel, uno de los más prestigiosos de la época, y luego a la Ëcole Libre, de Suiza, regentada por los Hermanos Cristianos, donde concluyó sus estudios primarios.
En 1901 fue matriculado en el Colegio Notre Dame de la Paix, ubicado en la localidad belga de Namur, regentado por los jesuitas, en el cual realizó sus estudios secundarios. Esta Orden religiosa ejercería una poderosa influencia no solo en su formación académica sino en la espiritual, razón por la cual pidió ser admitido en ella.
Los superiores de la Compañía pronto comprendieron la gran capacidad del aspirante, que desde muy joven se destacaba en el campo literario, su innata inclinación hacia la poesía y el estudio de las lenguas clásicas, razón por la que accedieron a su pedido y de inmediato le enviaron a Granada-España, a la cual arribó el 17 de septiembre de 1911.
Ahí pudo evidenciar sus extraordinarias dotes intelectuales. “A los 17 años, el futuro jesuita hablaba con fluidez inglés, francés, griego y latín, a más de su lengua nativa, el castellano, razón por la que era admirado por sus profesores y compañeros y más aún por los sacerdotes que veían en él a un estudiante lleno de virtudes, puesto que su humildad era manifiesta, junto a una profunda sabiduría” (Bravo, Julián, S.I., ‘El padre Aurelio Espinosa’, Conferencia en la SEIHGE, julio del 1980).
En 1921, el joven novicio se convirtió en uno de los más reputados humanistas de la Compañía, puesto que era erudito en lenguas antiguas y clásicas. Fue ordenado sacerdote el 31 de diciembre de 1924 por su tío materno Mons. Manuel María Pólit Lasso, arzobispo de Quito. Para 1927 lo encontramos en la Universidad de Cambridge en el Reino Unido, continuando con sus estudios humanísticos; sin embargo, los superiores lo enviaron de urgencia a Ecuador, país del que se había alejado por cerca de treinta años, donde al parecer su presencia era imprescindible para ejercer la labor sacerdotal.
Uno de los pedidos que hizo a los directores de la Compañía fue que le permitieran traer su biblioteca de autores clásicos para continuar con sus estudios. “Los libros tenían dos veces el volumen de su ligero equipaje (…) cuando llegó a Quito, los sacerdotes se admiraron de que trajera tan numeroso índice de obras..” (Ibid. Bravo)
Ya en la capital, pronto se ganó el respeto de sus alumnos del noviciado que la Compañía tenía en Cotocollao, en el norte de Quito, llamado más tarde Colegio Loyola, así como de varios intelectuales ecuatorianos que vieron en el padre Espinosa un verdadero cultor del pensamiento universal.
Una de sus primeras acciones fue organizar, en 1929, una biblioteca especializada sobre temas humanísticos; sin embargo, pronto cambiaría de opinión al recibir el legado documental sobre temas ecuatorianos de parte de su tío el Arzobispo de Quito, quien conservaba, entre otros tesoros, uno de los tres originales de la Primera Constitución de 1830.
Enseguida comprendió que en el país la bibliografía y producción impresa se hallaban muy dispersas, al tiempo que sumamente descuidadas en cuanto a su ordenamiento, razón por la que no existía un centro documental que permitiera conservar todo cuanto se hubiera escrito sobre el Ecuador, lo cual constituía un error de parte de las autoridades nacionales.
Si bien es cierto existía la llamada Biblioteca Nacional, así como la librería de la Universidad Central, a su vez una de las más valiosas del país, carecían de organización y secuencia en cuanto a recoger el pensamiento generado en nuestro territorio, causa por la que puso todo su afán y se dedicó por completo a reunir libros, manuscritos, hojas volantes, periódicos, estampas religiosas, propagandas, pinturas, esculturas y lo que hubiera sobre la realidad y pensamiento social, cultural, político, económico y lo que estuviera relacionado con la nación ecuatoriana, ya que “echaba de menos una verdadera historia del Ecuador por falta del previo análisis objetivo de todos los elementos y valores nacionales sobre el que se fundamenta esencialmente toda historia a manera de síntesis” (Bravo, Julián, ‘Aurelio Espinosa Pólit’, Quito, Artes Gráficas Señal, 1990, p. 125).
En 1960 hubo una disposición del Gobierno de que los archivos viejos de todos los ministerios, universidades, entidades púbicas y centros culturales debían eliminarse por razones de espacio, ya que muchos de ellos se encontraban en condiciones deplorables por falta de mantenimiento, debiendo ser arrojados a las quebradas cercanas a Quito.
Cuando Espinosa se enteró, pidió que no lo hicieran por cuanto se trataba de valiosos materiales históricos, y solicitó que le donaran lo que había en las bodegas. Este pedido fue aceptado de inmediato; contrató varias volquetas y camiones para recoger toda la “basura” documental y llevarla a la biblioteca de Cotocollao. Incluso, se habla de que personalmente el padre pasaba varias tardes rescatando de los barrancos de Nayón los papeles que antes de su gestión se habían arrojado a ese lugar. (Archivo pasivo del Ministerio del Interior. Informe del Director de Bienes al Ministro en mayo, junio y julio de 1960 y 1961).
En nuestros días, la biblioteca guarda cerca de un millón de materiales entre libros, manuscritos, periódicos, documentos, mapas, hojas volantes, obras de arte y todo cuanto se haya publicado en el país. Actualmente este centro lleva el nombre de su fundador y es el mayor depositario del pensamiento escrito en Ecuador.
En 1940 se propuso crear la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), afán que tuvo el respaldo, entre otros personajes, de Julio Tobar Donoso y de fray José María Vargas. La PUCE se inauguró oficialmente el 4 de noviembre de 1946, y él fue su primer rector.
Aurelio Espinosa Pólit fue multifacético en su producción literaria. De su pluma brotaron numerosos libros, discursos, opúsculos, artículos, conferencias, que han sido consignados en más de 600 títulos, muchos de los cuales son de valor extraordinario por su gran trascendencia histórica y literaria, sobresaliendo la traducción en verso castellano de las obras de Horacio y Virgilio, así como del griego Sófocles, textos que incluso fueron de consulta obligatoria en la Universidad Gregoriana de Roma por sugerencia de Pablo Muñoz Vega, entonces rector de esa casa de estudios entre 1957 y 1963.
Falleció en Quito el 21 de febrero de 1961, a los 66 años de edad. Una de sus frases siguen vigentes: “Sabemos que la Patria es el pueblo al que pertenecemos, la estirpe humana de la que somos brote individual, la fuente del raudal de sangre que ha llegado hasta nuestras venas, el misterioso manantial de características étnicas que como inapreciable herencia nos han transmitido nuestros mayores”.
* Numerario de la Academia Ecuatoriana de Historia Eclesiástica.