El auge y caída del ‘porno chic’ en Guayaquil

El fotógrafo Ricardo Bohórquez documentó el pasado 7 de marzo la última exhibición de una cinta pornográfica de 35 milímetros en el cine Presidente,  en el centro de Guayaquil. Foto: Cortesía Ricardo Bohórquez

El fotógrafo Ricardo Bohórquez documentó el pasado 7 de marzo la última exhibición de una cinta pornográfica de 35 milímetros en el cine Presidente, en el centro de Guayaquil. Foto: Cortesía Ricardo Bohórquez

El fotógrafo Ricardo Bohórquez documentó el pasado 7 de marzo la última exhibición de una cinta pornográfica de 35 milímetros en el cine Presidente, en el centro de Guayaquil. Foto: Cortesía Ricardo Bohórquez

El término fue acuñado por The New York Times y terminó por demarcar a toda una estética de películas pornográficas sofisticadas que irrumpieron en las salas de cine comercial estadounidense entre los años 1969 y 1984, una tendencia que se extendió a nivel internacional en lo que se ha llamado la edad de oro de la pornografía.

El ‘porno chic’ o porno elegante, con el que describió la cabecera neoyorkina a ‘Deep Throat’ (Garganta profunda), película de 1972, escrita y dirigida por Gerard Damiano, hace referencia a cintas que además de presentar escenas de sexo explícito, tenían las pretensiones artísticas de un largometraje.

Sus aspiraciones respecto al desarrollo de una trama y a la evolución de los personajes -sus exigencias en cuanto a la calidad de la fotografía, al trabajo de actores y a un mayor presupuesto relativo respecto a las producciones del género-, contrastaban con las historias extravagantes que contaban las películas.

Garganta profunda’ cuenta el problema de una joven (Linda, interpretada por Linda Lovelace) decepcionada por su pasmosa indiferencia ante el sexo, hasta que el examen de un médico determina que -por una excentricidad anatómica, más allá de lo científicamente posible- ella encuentra una mayor gratificación sexual en el sexo oral que en el coito convencional.

‘Detrás de la puerta verde’ (1972), de Artie Mitchell, cuenta la dudosa aventura de una joven raptada en un bar de carretera y convertida a través del hipnotismo en una bailarina erótica. En ‘El diablo en Miss Jones’ (1973), de Damiano, una cuarentona que se suicida virgen es condenada al limbo, por lo que recibe del diablo la oportunidad de regresar a la tierra para personificar la lujuria y ganarse un lugar en el infierno…

La tendencia tuvo como precedentes el lanzamiento de la película ‘Azul’ (1969), dirigida por Andy Warhol, artista y cineasta propulsor del pop art; y de ‘Mona’ (1970), de Bill Osco. El auge y caída del ‘porn chic’ fue determinante en la suerte del modelo de negocio de los cines porno populares en América Latina.

En Guayaquil, el ‘boom’ de este tipo de películas contribuyó a apuntalar el negocio de los cines para adultos, salas de barrio que vivieron su esplendor en los ochentas. Entre 1981 y 1982 existieron hasta seis teatros triple X, de las 30 salas que una investigación llegó a contabilizar en esa década.

Las salas de barrio a menudo iniciaban proyectando filmografía comercial, pero ante las dificultades económicas optaban por una fórmula que ofrecía mayor rentabilidad: la exhibición de cintas XXX resultaba más barata. Paradójicamente, un puñado de esos teatros pornos históricos terminó reconvertido en templos religiosos, la mayoría en iglesias evangélicas, en la primera década del siglo XXI.

En el marco de la exposición de arte contemporáneo ‘¿Es inútil sublevarse? La Artefactoría: arte y comentario social en el Guayaquil de los ochenta’, Freddy Avilés analizó la propaganda de cine de adultos impresa en la época en los diarios del Puerto Principal.

El periodista resalta cómo en los 70, durante los años de las dictaduras militares en Ecuador, las páginas comerciales de los diarios exhibían llamativos anuncios, con mujeres semidesnudas a media página, promocionando la cartelera de los cinematógrafos para adultos.

La dictadura estableció un sistema de calificación por edades según el contenido fílmico. Pero el escenario local contrasta con el que enfrentaron los primeros filmes con sexo explícito en recibir una amplia distribución teatral en Estados Unidos.

‘Garganta…’ recaudó un aproximado de USD 50 millones con solo una inversión de USD 47 500. Pero la cinta fue objeto de juicios de obscenidad y hasta de prohibiciones allí donde las demandas prosperaron y se levantaron cargos contra sus 15 actos sexuales en sus 62 minutos de duración. En 1973 la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos redujo y simplificó la definición de obscenidad.

La influencia del ‘porno chic’ fue tal en la cultura popular que Howard Simons, entonces redactor de The Washington Post, escogió ‘Garganta profunda’ como el sugerente nombre código para el informante del escándalo Watergate, que acabaría con la renuncia del presidente estadounidense Richard Nixon.

En la cúspide del movimiento suele situarse al filme ‘La apertura de Misty Beethoven’ (1976), dirigida por Radley Metzger, quien a modo de las obras escénicas como ‘Pygmalion’ cuenta la historia de cómo un sexólogo intenta transformar a una prostituta carente de habilidades en una verdadera diosa de su oficio.

En Guayaquil, el grueso de la censura irrumpió de forma irónica con el regreso a la democracia: se restringió la publicidad en los medios impresos e incluso se prohibieron funciones.

Avilés destacó en una ponencia en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) la campaña moralizadora iniciada por Abdalá Bucaram en 1979, en el inicio de su carrera política como intendente de la Policía de Guayaquil, en el gobierno de Jaime Roldós.

En 1980, la Intendencia prohibió la exhibición de la película ‘La Luna’, del italiano Bernardo Bertolucci, un drama sobre una relación incestuosa para mayores de 18 años, aunque con escaso contenido gráfico, al punto que unos años después era transmitida en horario nocturno por televisión abierta.

La investigación estableció que en Guayaquil el término pornográfico encarnó una especie de saco para todas las películas que tenía como hilo conductor la sexualidad, desde las que incluían escenas de sexo real, hasta filmes que se convirtieron luego en clásicos del cine erótico.

Como pornográficos fueron clasificados filmes del propio Bertolucci como ‘El último tango en París’ –ahora sabemos que existió una violación real en la escena de la mantequilla- y las adaptaciones eróticas del italiano Pier Paolo Pasolini de ‘El Decamerón’, ‘Los cuentos de Canterbury’ y ‘Las mil y una noches’.

La afamada sala del Odeón, enclavada en el centro-sur de Guayaquil, que en los años 70 proyectaba filmes del viejo oeste y de artes marciales, fue readecuada y rebautizada como cine Astor en el 79, aunque debido a la campaña de la Intendencia comenzó a funcionar en pleno 1980.

Fue el primer teatro pensado desde un inicio para ofrecer en exclusivo una oferta fílmica para adultos, con 400 butacas acolchonadas y reclinables, aire acondicionado central y sonido estereofónico.

La etapa de decadencia tanto para los cines de barrio comerciales como para los triple X comenzó en los años 90, cuando la aparición de los primeros centros comerciales en Guayaquil le dio un giro al modelo del negocio. Fue el comienzo del fin para el cine Inca, del Centenario; el Lido del barrio del Seguro o El Latino, del Astillero.

El cine Guayas fue la primera sala porno que se convirtió en templo evangélico en los 90, le siguió el viejo cine Quito, también en el centro, que ahora es sede de una radio.

La última de las salas porno en cerrar fue el Cine Presidente, cercano al mercado Central, el 7 de marzo pasado. Entre la docena de espectadores que asistió a ver ‘Torero’, la última película pornográfica que se proyectó en 35 milímetros en la ciudad, estuvo el fotógrafo independiente Ricardo Bohórquez, quien registra la vida cultural de la ciudad.

“Estábamos buscando locaciones para una película, la zona tiene un aire muy setentero. Y resultó que el día que decidimos ir a ver el cine, era su última función”, dice el fotógrafo guayaquileño.

En el Presidente, Bohórquez vio estrenos de películas como ‘Los cinco dedos de furia’ (1972), de Bruce Lee, cuando aún era una sala comercial. Al día siguiente de esa última función, iniciaron las adecuaciones para convertir al local en templo evangélico.

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