Colombia, Ecuador, Chile y Argentina ofrecen sitios para mirar fenómenos astronómicos, como turismo. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO.
La ciencia también puede ser el acompañante perfecto en un viaje de placer. Y quienes duden de esto, pueden tranquilamente optar por el astroturismo, una forma de hacer turismo cuyo principal interés es convocar a los viajeros que quieren “abandonar” la Tierra para mirar hacia el espacio infinito en lugares donde apenas hay contacto humano.
En las últimas dos décadas, la astronomía ha ampliado su influencia en la gente gracias a la aparición de aficionados quienes, con vastos conocimientos de los cuerpos celestes, se aproximan hacia esta ciencia pero de una manera más lúdica.
Entre ellos no existen las ansias —como sucede entre los miembros de la comunidad científica— de descubrir nuevas formas de comprensión del universo. Más bien, su interés es mirar las estrellas con sus propios ojos; ver a la Vía Láctea con un telescopio y no a través de imágenes proporcionadas por un satélite y colgadas en alguna página de la Internet.
En el Ecuador, este tipo de turismo se entremezcla entre la curiosidad de los amantes de la astronomía y de quienes tienen más interés por la ufología. Por ejemplo, en Chirije (Bahía de Caraquez) existen grupos especializados de ufólogos que, junto a sus conocimientos del mapa celestial, invitan a los visitantes a conocer zonas de avistamientos de ovnis. A través de la sitio web, los usuarios pueden conocer más sobre este rincón manabita y su relación con los extraterrestres.
No todo el astroturismo gira en torno al avistamiento de seres del espacio. En sitios como las pirámides de Cochasquí, en Pichincha, o en el Parque Nacional El Cajas, en Azuay, las personas se reúnen periódicamente para realizar actividades relacionadas con la astronomía.
Estos sitios no solo atraen a los aficionados porque su cielo permite mirar la bóveda celeste en todo su esplendor. De por medio se encuentra el hecho de que en estas zonas ya se ponían en práctica conocimientos astronómicos mucho antes de la llegada de los conquistadores a tierras americanas.
Más allá de las fronteras del Ecuador, países como Colombia, Chile y Argentina han desarrollado toda una infraestructura de servicios turísticos en torno a la astronomía. Por ejemplo, en la región colombiana del desierto de La Tatacoa se han construido hoteles y pequeños observatorios que permiten a los visitantes sumergirse en la experiencia astronómica. Una de las ventajas de este sitio es que su ubicación permite una mínima contaminación lumínica.
Sin dudas, el mejor caso de astroturismo en la región se encuentra en Chile. En parte, la presencia de poderosos telescopios sobre su suelo decantó en la posibilidad de establecer mayores relaciones entre científicos y turistas.
Es por ello que es usual que en regiones como Antofagasta y Coquimbo es usual la presencia de grupos de aficionados que viajan a zonas con contaminación lumínica cercana a cero, para así poder mirar el cielo estrellado.
De hecho, el éxito de este tipo de iniciativas fue el motivo por el cual se creó astroturismochile.cl, un sitio web que reúne a más de 20 hoteles y proyectos comunitarios en torno a la astronomía y la investigación de los cuerpos celestes. En estos lugares se ofrece hospedaje, equipos y guías, en tours desde los USD 400.
En un proyecto similar, varios colectivos argentinos de astroturismo han unido esfuerzos para crear la página de astroturismo en Argentina. Aquí se pueden consultar los eventos astronómicos más importantes de la región y los destinos predilectos para observar estos fenómenos. También se ofrecen guías de viaje con costos de los tours.