Corina Palma (celeste) aplica las técnicas ancestrales para el tejido de los sombreros. Mario Faustos/EL COMERCIO
La confección manual de un sombrero de paja toquilla gruesa puede tomar hasta ocho horas. Por cada accesorio se pagaba hasta hace tres años unos USD 5. Hoy, los 30 integrantes de la Asociación de Tejedoras de Paja Toquilla de El Milagro, en Portoviejo, reciben no menos de USD 12.
Ese grupo, conformado por 28 mujeres y dos hombres, creó esa organización para producir los sombreros de manera ancestral, transmitiendo los conocimientos a las nuevas generaciones. El producto es comercializado en el mercado local entre USD 25 y 250, según la calidad y el diseño.
El grupo produce nueve estilos, entre los que se destacan el sombrero clásico, aguacate, gota de agua, habana y los matizados. Además el tipo de tejido es grueso, medio y fino.
Los microempresarios tienen un objetivo: rescatar la historia de la parroquia Picoazá. El Milagro es un poblado de esa jurisdicción portovejense en el que aún hay pocas personas que se dedican a esta actividad artesanal. Ellos cuentan con la maquinaria que el Ministerio de Industrias y Productividad (Mipro) les entregó junto a delegados de República Checa.
La asociación dispone de una prensa hidráulica para el planchado, una maceteadora, cuatro hormas de aluminio fundido, una máquina de coser, una plancha industrial eléctrica de vapor, un tanque de teñido y otro de blichado. La maquinaria está en un taller que la comunidad construyó para los tejedores.
Margarita García, de 73 años, es la presidenta de la Asociación. Explica que los sombreros se venden bajo la marca Picoazá Toquilla Quality. Ella teje desde los 10 años.
Según García, comerciantes mayoristas llegan desde Pichincha, Galápagos, Guayas y otras provincias para hacer sus adquisiciones. El producto se expone en las mejores vitrinas del país. Los extranjeros son los que más los compran.
Ella es una experta. Por sus habilidades recibió un reconocimiento el pasado 12 de marzo, por parte del Municipio de Portoviejo, por haber liderado la asociatividad que busca visibilizar las tradiciones y cultura del cantón manabita.
Corina Palma forma parte del grupo. Ella ve al tejido como una forma de vida. Cada mes confecciona 20 sombreros de paja gruesa, sus ganancias oscilan entre USD 150 y 200. “Una no se descuida de su casa, puede atender a la familia, a los niños y va tejiendo conforme se tiene tiempo”.
Palma y Catalina Zambrano comentan que son mujeres que han dedicado su vida a mantener el legado de sus ancestros. Ella misma les enseña el arte de tejer a los más pequeños de su casa.
Zambrano resalta que la paja toquilla es procedente de la zona rural. Este es un hilo que se extrae de una palmera. El tejido de un sombrero puede tomar semanas a cuatro meses.