Maricruz Navarro, concejala de Otavalo, entregó la presea y el acta de reconocimiento al artista, este 31 de octubre del 2019. Foto: cortesía del Municipio de Otavalo.
Los dibujos parecen estar comprimidos en el interior de los tarros de pintura en aerosol que utiliza Álvaro Córdova. Con la facilidad con la que un niño realiza trazos con un lápiz sobre una hoja de papel, el artista kichwa, de 25 años, diseña obras a gran escala sobre los muros.
Sus trabajos están inspirados básicamente en escenas cotidianas del pueblo indígena Otavalo, de Imbabura.
El aerosol es como una extensión de su mano derecha. De la punta del envase van apareciendo figuras, como las de un músico con sombrero tocando una quena, una mujer llevando a una gallina, un cerdo atado a la espalda, un chamán soplando humo de tabaco sobre una serpiente…
Los trabajos de Córdova adornan paredes de Otavalo, Ibarra, Atuntaqui, Tulcán, San Gabriel, Mira y Quito, en Ecuador; y Bogotá, en Colombia.
Su trayectoria recibió el reconocimiento del Municipio de Otavalo, que le confirió la condecoración Yamor, el 31 de octubre del 2019, durante la sesión solemne por los 190 años de elevación de villa a ciudad.
La presea se entrega a los ciudadanos y a las instituciones nacionales o extranjeras que hayan desarrollado una labor artística en el contexto de la interculturalidad.
“Esta vez fue para una persona común. Un artista grafitero, que con su escalera y mochila llena de aerosoles, inyecta color, alegría e identidad a las paredes tristes de las ciudades y comunidades”. Así detalló la concejala Lourdes Alta Lima sobre la trayectoria de T-naz, el apelativo con el que también se conoce a Álvaro Córdova.
En la fachada del Museo Otavalango, el artista Álvaro Córdova reprodujo el ritual del peinado de los indígenas. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO.
El artista recuerda que el seudónimo surgió tras sus primeros trazos -hace una década-. “Unos artistas urbanos amigos calificaban con esa expresión a mis obras. Luego me llamaban así a mí”.
Con una hábil precisión reproduce las líneas y los tonos que observa en una fotografía, que sostiene con firmeza en su mano izquierda.
Sube y baja una escalera. Toma distancia, para verificar que los detalles estén bien. Este ejercicio dura uno o tres días. Todo depende de la extensión de la obra que tiene a su cargo.
T-naz es oriundo de la comunidad kichwa de Peguche, en Otavalo. Pertenece a una familia de artesanos y comerciantes.
Tiene 11 hermanos. Aunque la mayoría es hábil con el dibujo, Álvaro es el único que escogió el camino del arte urbano.
“Todos heredamos la destreza de mi padre -José Rafael-”, asegura el grafitero. Su progenitor realiza bocetos, inspirados en diseños prehispánicos, que luego plasma en textiles, en los últimos telares manuales que aún resuenan en Peguche.
Para Jorge Luis Narváez, escritor y responsable del Centro Cultural El Cuartel de Ibarra, T-naz es uno de los mejores muralistas que trabaja el hiperrealismo en el país.
Aplaude el reconocimiento que entregó el Cabildo de Otavalo a Córdova. Sin embargo, considera que debe ir de la mano de otras ayudas, como contratos, pues Córdova no tiene un empleo permanente.
Amante de la cultura hip hop, T-naz se inició en el grafiti como un pasatiempo. Poco a poco lo asumió como profesión. Su obra está atada a la identidad kichwa de Otavalo.
Su lema es: si la gente no habla, las paredes gritarán.