La obra ‘Indicios de resistencia’ consiste en un tótem de 3 metros de alto. Foto: Julio Estrella / El Comercio
Tres obras de la artista Juliana Vidal se integran en la muestra ‘El después de estar’. La obra -que aborda el cuerpo como punto de partida- se expone en la Alianza Francesa de Quito de lunes a sábado, hasta el 28 de marzo, con entrada gratuita.
Son obras de mediano y gran formato, que se articulan desde la idea sobre los rastros que quedan del cuerpo después de su ausencia.
En el centro de una sala se instaló ‘Indicios de resistencia’, un bloque escultórico de 3 metros de alto, realizado en el 2017 como parte de su trabajo de titulación. El tótem fue construido con ladrillos elaborados de manera artesanal, en los cuales se ven impresas las formas de distintas partes del cuerpo.
La impronta de una mano, una rodilla, un codo, un pie son partes de un mismo cuerpo, el de la artista, que desensambla su corporalidad para traspasarla al ladrillo, en el que han quedado impresas las distintas formas que tiene una persona para habitar un espacio.
En otra sala se exhibe ‘Archivos Blancos’, que consiste en una base de datos de gente desaparecida en el país desde el 2014.
En esta obra, la artista recurre al archivo como recurso artístico y discursivo y a un conjunto de cartulinas blancas, con marcos negros, donde se han registrado -con una máquina de escribir sin cinta- nombres, edades, fechas y ciudades de origen de las personas desaparecidas.
En este ejercicio poético de escribir lo ausente, la letra casi invisible impresa en la cartulina se convierte en un poderoso símbolo que previene del olvido y, al mismo tiempo, interpela al sistema de justicia y su responsabilidad en cada caso denunciado. Esta obra, dice Vidal, es un proceso continuo que está en constante actualización.
En una tercera sala se expone ‘Cicatrices’, una obra creada para la XIV Bienal de Cuenca, con la que Vidal ganó el premio París y una beca en la Cité Internationale des Arts.
En una serie de planchas de gypsum aparecen en alto relieve una serie de cicatrices. A través de estas marcas, la artista deja expuesta una idea sobre la memoria de los cuerpos, su diversidad e imperfección.
El montaje tuvo una variación y las ocho planchas que conforman la obra, que antes se expusieron sobre una pared, ahora se ensamblaron como un bloque escultórico.
‘Cicatrices’ rebasa el ámbito de la contemplación y plantea una relación más interactiva con el espectador. Junto a cada marca hay un código que remite a una ficha con datos como edad, tiempo de cada herida y algunos testimonios sobre su origen.
Cirugías, accidentes, enfermedades y lesiones autoinflingidas componen la geografía corporal de niños, jóvenes y adultos, que aceptaron ser parte en la obra, en la que Vidal se descubrió a sí misma como un canal catártico de aquella historias.
Seis meses fueron necesarios para recopilar historias, sacar moldes y montar la obra con una serie de huellas que recuerdan la condición mortal del ser humano.
“La forma libera un mensaje potente” dice la artista cuencana sobre su inclinación hacia el uso de materiales arquitectónicos maleables en los que ha dado forma a una expresión artística pensada desde el cuerpo y las distintas formas de habitar el espacio, incluso en ausencia.