Carmela Tocari teje con facilidad una hamaca. Es parte de su cotidianidad. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
En la comunidad de Wentaro, a unas seis horas del Coca (Orellana) dentro del territorio Waorani, Carmela Tocari -de 90 años- teje con facilidad una hamaca con cuerda de hilo sintético rojo y azul. “El material se lo regalaron los trabajadores de Sinopec, la empresa sísmica”, dice Fabián Endomenga, su nieto, mientras señala la cuerda de colores.
Es la primera vez en 20 años que entran trabajadores de afuera a explorar los alrededores de la comunidad para encontrar petróleo. La anciana conoció la civilización occidental a sus 50 años. Durante más de la mitad de su vida nunca llevó una prenda de vestir, no conocía la luz eléctrica ni tampoco las ollas de metal.
Ahora viste una camiseta roja y unos pantalones cortos. En su cocina –una fogata y una parrilla– se acumulan los sartenes de aluminio. Aunque ya no viste la falda waorani hecha de corteza de árbol y ya no cocina en ollas de barro, Tocari preserva su cultura a través de las artesanías.
De todas las hamacas que fabrica, se destacan las de fibra natural. Estas están tejidas con chambira. Primero deshebran las hojas en trozos largos y finos. Las deja al aire libre durante una semana para que se sequen. Después frota sus manos -con las hebras entre ellas- hasta crear un tipo de cuerda fina y resistente.
La variedad de colores se encuentra en los extractos de las hojas, los troncos y frutos de árboles y palmeras. Se hierven las partes de las plantas junto con la cuerda de fibra natural para teñirla de amarillo, azul, rojo o café.
El siguiente paso consiste en cortar tres palos. Se juntan las puntas con una soga para crear un rectángulo sin base, similar a un marco de puerta. Cada tronco mide alrededor de 2,5 metros, lo suficiente para que pueda entrar una persona.
“Se demora cinco días. El que no sabe se demora dos semanas o un mes”, cuenta Endomenga, quien afirma que su abuela lleva dos días tejiendo. Moi Endomenga, presidente de la Nacionalidad Waorani, cuenta que hombres y mujeres tejen desde hace siglos.
Con la misma cuerda natural, Tocari teje shigras y redes en forma de tubo para pescar rayas en las riveras de los ríos. Las ancianas suelen vender sus artesanías a los turistas. Una hamaca puede costar hasta USD 100, mientras que una shigra tiene un valor de USD 5.
Actualmente, ya no llegan los extranjeros hasta este sector. A pesar de ello sigue tejiendo para nunca olvidar su cultura y sus tradiciones.