Ideograma pelicano’, de Hernán Zuñiga, inspirada en diseño Manteño-Huancavilca. Fotos: Cortesía Franja Arte Comunidad-Aprofe
El rescate de los usos y saberes ancestrales, de la historia y de la memoria de las poblaciones -comunas pertenecientes a los pueblos cholos de las provincias de Guayas y Santa Elena- fueron factores que atravesaron la residencia artística ‘Solo con natura’.
Entre ellos está la reconformación de una albarrada o ciénaga en las áridas tierras de Puerto El Morro, en la parroquia rural El Morro (Guayaquil), que se constituyó en un acto performático.
También, la intervención de una tradición antigua como la de El Gallo Pitina, recreada y puesta al servicio de la difusión de las necesidades de Limoncito (Santa Elena), en el 2008.
El proyecto, impulsado por la artista guayaquileña Larissa Marangoni, fue luego rebautizado como ‘Franja Arte Comunidad-Aprofe’, nombre con el que ahora se publica un libro que testimonia las intervenciones, procesos y obras de arte-comunitario.
En una década, la franja alcanzó además a comunas como la isla Santay (Durán) y Engabao (Villamil Playas), dos veces a Puerto El Morro, en Guayas.
Con la performance ‘Gallo despescuezado’, la artista Saskia Calderón replanteó un juego tradicional que suele realizarse dentro de las festividades de la Virgen de La Merced, en Limoncito.
La tradición dicta que se entierre vivo un gallo, hasta el pescuezo, y que un comunero, con los ojos vendados y con un machete en mano, le corte la cabeza.
El ganador del reto se lleva al gallo y al año siguiente debe ofrendar otro. Calderón se propuso recrear esta tradición enterrándose hasta el cuello, con una cresta en la cabeza.
Y cantar, desde un micrófono en el suelo, las necesidades más urgentes de la comuna, las mismas que les fueron transmitidas por los pobladores durante su estancia en el pueblo.
Las cinco residencias artísticas fueron planteadas a manera de retiros, con una duración aproximada de 10 días, con la asistencia de los habitantes que aportaron -además de mano de obra- ideas, soluciones formales o intervinieron directamente en las obras.
Los activistas Ana Almeida y Elizabeth Vásquez, del colectivo ‘Cuerpos distintos’, de Quito, trabajaron con la comunidad homosexual el proyecto ‘Engabao Enchaquirado’, en la residencia del 2011. Un taller de discusión y resignificación del pueblo Hancavilca, a partir de la tradición de las androginias precolombinas.
Las crónicas de indias dan cuenta de los enchaquirados de Engabao, sirvientes jóvenes homosexuales destinados a tareas religiosas y sexuales, que adoraban a los dioses prehispánicos.
En el taller se pintaron embarcaciones, se confeccionaron trajes y se realizó una representación de los personajes en pos de definir una identidad cultural trans, en una performance contra la discriminación.
En una intervención de la primera de las residencias artísticas, en la Isla Santay (2007), Hernán Zúñiga creó la obra ‘Ideograma pelícano’, jugando con el contraste entre el tamo de arroz y el carbón sobre el suelo.
El artista plástico guayaquileño creo un pelícano de grandes dimensiones, con un diseño estilizado inspirado en la cultura Manteño-Huancavilca, que se asentó en la actual provincia del Guayas.
“Un agente común de estos destinos es la migración hacia las zonas urbanas de una manera alarmante”, apunta la escultora Larissa Marangoni, directora de la Franja. Ella trabajó la parte social y de salud de cada residencia con Aprofe (Asociación Pro Bienestar de la Familia Ecuatoriana).
“La migración ha ocasionado que ciertos saberes y prácticas ancestrales se vean amenazadas por un violento corte generacional y se pierde la continuidad en cuanto a la oralidad (o a la tradición) de un pueblo”, agrega la artista.