Beatriz Cortez y Rafa Esparza‘Nomad 13’, 2017, varios materiales. Foto: Cortesía
En Estados Unidos (aunque en realidad esto pasa en todas partes) se ha vuelto imposible no hablar de política. O no hacer política de todo. Los ánimos están crispados; las conciencias están despiertas. Y el arte que hoy se hace en Los Ángeles, una de las grandes ciudades de ese país, es una de las muchas evidencias de este hecho.
La Bienal del Hammer Museum (cuya primera edición fue en el 2012) abrió a inicios de junio una ventana a 33 expresiones artísticas que comentan el mundo y sus problemas actuales. Es lo que hace, en general, el arte, pero hay un cierto énfasis que permite que inequívocamente se pueda juntar el adjetivo ‘político’ a cada trabajo en ‘Made in L.A. 2018’.
Si bien toda expresión artística es política (incluso las que pretenden no serlo; eso ya es una decisión política), no todo el arte ni todos los artistas son activistas. Pero los participantes de ‘Made in L.A.’ este año, sin duda, son activistas, en mayor o menor grado. Eso sí, la causa sobre la que levantan su reflexión no los arrastra al panfleto en ningún caso.
James Benning, Fotograma de Found Fragments, 2016, videoinstalación. Foto: Cortesía
Ideas poderosas como la de Driedrick Brackens (Texas, 1989), resueltas de forma impecable en la parte estética, permiten, por ejemplo, múltiples capas de lectura al espectador. Los telares de Brackens plantean, de entrada, la desposesión de la narrativa; tanto en cómo se cuenta, pero sobre todo en lo que se cuenta.
En la línea de la tradición que lleva siglos en varias culturas alrededor del mundo, los telares de Brackens registran los hechos que afectan a su comunidad: la afroestadounidense. Así, el telar se erige en dispositivo que cuenta la historia de los que no tienen historia; o no se les ha permitido escribirla.
Aunque ‘Made in L.A.’ no tiene un tema específico alrededor del cual trabajar, todos los expositores están alineados en algún tipo de rescate, defensa, denuncia, concientización. Como las distintas piezas que conforman la obra de la californiana que firma MPA, que abordan muros, fronteras y fracturas reales que bien pueden ser metáforas para leer la sociedad actual.
Con sencillez y contundencia, MPA logra que ‘Tableu’ active los niveles básicos y los más elaborados de la percepción que se suele tener de la interrelación humana. Con una delgada pared con varias ventanas abiertas a distintas alturas y de diferentes anchos, más una silla y un sillón enfrentados, en los que invita a sentarse a los espectadores, hace evidente su punto en pro de las distintas perspectivas y canales de encuentro que implican la convivencia social. Perspectivas y canales hoy tan deteriorados y pasados por alto; cuando no, directamente atacados.
La riqueza y variedad de los soportes y propuestas de estos artistas emergentes que trabajan su arte en Los Ángeles (23 de los cuales son mujeres o no responden a la clasificación binaria de género) es una respuesta del Hammer a una observación hecha hace mucho tiempo en el campo del arte: la monopolización de cierto arte y cierto tipo de artistas en la escena museística y, por lo tanto, también en todo el circuito del mercado.
Buenas intenciones, arte capaz de conmover y corrección política aparte, las fuerzas del campo artístico suelen convertir a los ‘outsiders’ y sus obras en divas y en ‘commodities’, respectivamente. Por ahora, el arte que muestra ‘Made in L.A.’ no es eso, sino un viento que refresca, propicio para generar diálogos y pensamiento.
El tiempo dirá en qué puerto atracará.