Su figura es imponente e infunde respeto. Viste un impecable hábito café en el que resalta una gran cruz de Santiago de Compostela de franjas blanca, roja y dorada.
Las botas relucen al igual que el escudo del Santo Padre, fijado a la altura del corazón: la tiara papal y las llaves de San Pedro.
Una gran cadena envuelve su cintura y cuando se levanta, sofocado por el calor de la selva, su imagen se asemeja a la de un caballero cruzado, listo para ir a Jerusalén al rescate de los santos lugares. Es monseñor Rafael Ibarguren, argentino de 58 años, de la asociación Heraldos del Evangelio -conservadora y disciplinada-, quien acaba de reemplazar a monseñor Gonzalo López en el vicariato de Sucumbíos.
El arzobispo Mario Piacenza (Génova, Italia, 1944), prefecto de la Congregación para el Clero, expresó a la revista Heraldos del Evangelio su preocupación por la formación de los prebísteros:
“Es importante que los nuevos sacerdotes sean educados en la ortodoxia doctrinal, en un ascético trabajo sobre sí mismos, al objeto de corregir eventuales secularizaciones, contagios doctrinarios de la sociedad contemporánea, o individualismos que llevan a la búsqueda de mensajes nuevos, pero desviados del eterno, puro y siempre nuevo contenido del Evangelio transmitido desde hace 2 000 años, en la continuidad del Magisterio”.
“No debe formarse a ‘funcionarios de Dios’, sino a ‘otros Cristos’”, recalcó. Y al referirse a la identidad sacerdotal dijo: “¡Siempre la de la Iglesia! La identidad sacerdotal no puede ser sino cristocéntrica y por ello eucarística”. (Fuente consultada (www.salvadmereina.org/heraldos/revista).
Monseñor Ibarguren ha vuelto a sentarse. Está en la casa del Vicariato de Sucumbíos, amplia y moderna, rodeada de bellos jardines de flores exóticas.
Se levanta cerca del gran río Aguarico, cuyo rumor se escucha como un oleaje pertinaz.
Sin titubear, monseñor Ibarguren dice que continuará la obra de su antecesor, en especial la educativa. “Ya he visitado varias comunas, la gente de aquí es muy cálida, me siento a gusto”, sostiene, y recuerda que acaba de llegar de Paraguay, donde trabajó un año como capellán y profesor del Colegio Heraldos del Evangelio Internacional. El Administrador Apostólico Temporal, nombrado por el Vaticano, recuerda que vivió muchos años en Nicaragua, Costa Rica, España… “Los viajes en misiones me han enriquecido, Heraldos del Evangelio está en 80 países”, dice en un tono pausado.
Los carismas de Heraldos: un amor profundo a la Virgen María y devoción a la Virgen de Fátima (un ser que lleva a Jesús), amar a la Iglesia y al Papa y vivir en el alma de todo bautizado, cumplir la liturgia como un culto de esplendor y belleza.
Ibarguren no quiere que la fe aflore solo los domingos de misa. Por lo pronto, todos los días, a las 19:00, hay misa en la iglesia de Lago Agrio. El filósofo y doctor en Teología se acoge a la Doctrina Social de la Iglesia, del papa Benedicto XVI, para asumir los complejos problemas de Sucumbíos.
“Respetamos la dignidad del hombre, su integridad, a la luz de los nuevas realidades, como la ecología”. Al mencionarle que Lago Agrio tiene una tradición de lucha, pues las obras -viales, de salud, alcantarillado- las ha conseguido mediante paros y huelgas, monseñor Ibarguren responde que respeta el derecho a la huelga siempre que sea pacífica, que busque el bien común y el diálogo. Creada hace 20 años en San Pablo, Brasil, por monseñor Juan Cla Díaz (brasileño), Heraldos está en toda América Latina.
Apenas tiene 75 sacerdotes en el mundo. Al preguntársele por el símbolo de la franja roja explica que significa la sangre que están dispuestos a derramar por la Iglesia, pues se consideran sus mártires. El calor lo agobia y se despide con un gesto marcial, estoico.
Mientras tanto, Lago Agrio bulle de rumores. Elsa Encarnación (38 años, oriunda del cantón Paltas, Loja) es la coordinadora de la Pastoral Urbana (100 comunidades de base de la Iglesia Católica). Confiesa que desde niña conoció a monseñor López, a quien califica de valiente y sabio.
“Hace dos años cumplió 75 años y nos dijo que se iba, comprendimos con dolor, por eso el 29 de octubre el pueblo lo despidió en su Catedral”.
Elsa espera que el nuevo obispo apoye a las comunidades de base, “enraizadas en el pueblo y en el trabajo social”.
La iglesia de Lago Agrio se ha convertido en el centro de reuniones. Los fieles hablan al pie del gran cuadro, un árbol en el que se ven las casas pastorales negras, indígenas y mestizas junto al retrato de monseñor López.
Graciela Feijó recuerda que López llegó en 1971 cuando Lago Agrio era selva. “Cuando nos visitó el presidente Velasco Ibarra, en 1971, monseñor le dijo que no es justo llegar a Lago Agrio por Puerto Asís, Colombia, Velasco se conmovió y comenzó la construcción de la vía a Quito”. Feijó y un grupo de 20 mujeres dicen que seguirán los sueños de López.
Monseñor Antonio Arregui, secretario de la Conferencia Episcopal, confirma que el obispo Ibarguren continuará la obra de López Marañón y la profundizará. Calificó de normal el retiro de López, pues hace dos años, tras cumplir 75 años, presentó la renuncia, “y se la aceptó a sus 77 años, justo cuando estábamos en la última Asamblea, en Quito”.
Tras reconocer la obra social y apostólica de monseñor López, dice que es natural que si alguien querido se aleja la gente reclama.
Eso sí ha pedido, para cumplir una tradición de la Iglesia, que Gonzalo López no vuelva por un tiempo a Lago Agrio para que el sucesor pueda actuar en libertad y no haya comparaciones que pueden perjudicar. “Yo volví a Ibarra a los 7 años, es mejor”.
Monseñor Arregui dice que López puede quedarse en el país con total libertad y explica que todo cambio de autoridades, con los respectivos nombramientos en la Iglesia Católica, proviene de la Santa Sede, en Roma. Los Heraldos son muy devotos, confiesa.