En Alemania, la tecnología de ARNm se ha estudiado como parte de los esfuerzos para crear una vacuna que no tenga efectos en el núcleo celular de los seres humanos. Foto: EFE
La búsqueda de una vacuna contra el covid-19 provocó un desarrollo inusitado de un camino poco explorado hasta ahora contra las enfermedades.
Se trata del uso de ARN mensajero (ARNm). Esta terapia había sido indagada desde hace más de 20 años, principalmente en Alemania y Estados Unidos. La pionera fue la empresa biotecnológica germana Curevac. Buscaba una utilidad al ARNm contra virus y tumores malignos, cuando hizo su aparición el SARS-CoV-2.
En Alemania, el laboratorio BioNTech exploraba antes de la pandemia nuevos tratamientos contra el cáncer usando esta vía de investigación.
El inmunólogo alemán Ugur Sahin, fundador de esta empresa biotecnológica, fue uno de los primeros en el mundo en estudiar en humanos una vacuna de ARNm. Lo hizo en 2017 para intentar tratar enfermedades oncológicas.
Moderna también surgió como compañía desarrolladora de este tipo de vacunas personalizadas. Pero esos intentos eran considerados uno más de los miles de esfuerzos contra el conjunto de enfermedades oncológicas y de otro tipo.
El biomédico Samuel Racines considera que esta ruta de investigación se vio súbitamente impulsada con la llegada del virus y la búsqueda frenética de una vacuna. Él recuerda que la tecnología de ARNm nunca antes se había aprobado contra ninguna enfermedad. El camino se abrió por la lucha contra el virus.
Se acaba de aprobar en el Reino Unido una vacuna contra el SARS-CoV-2 que usa esta tecnología. Racines observa que se puso a disposición de los investigadores supercomputadoras, inteligencia artificial, acceso a secuenciamientos genéticos realizados en todo el mundo y, sobre todo, financiamiento.
Al momento hay cientos de millones de dólares disponibles para encontrar una vacuna contra el nuevo coronavirus con este enfoque. Según la revista alemana Der Spiegel, solo Curevac recibió 300 millones de euros del Gobierno alemán para esta investigación.
El genetista Ricardo Carrera explica que el código genético de un ser vivo está contenido en el ADN. Esta información está protegida naturalmente en el núcleo de las células y puede sobrevivir incluso decenas de miles de años.
El ARN, en cambio, se encarga de transportar la información genética fuera del núcleo y sigue las instrucciones para producir proteínas.
El ARN convierte esos comandos en las proteínas que nos permiten vivir y realizar todas las acciones de las que somos capaces, desde caminar hasta pensar y respirar.
Contrariamente a lo que sucede con el ADN, el ARN es frágil. Dura pocas horas en una célula, mientras cumple su función, y luego se desvanece. Por eso, no es fácil mantener las vacunas de ARNm y se requiere ultracongelación.
Hay tres tipos de ARN: el ribosómico, que conforma las partes de la célula donde se construyen las proteínas; el de transferencia, que ayuda al ensamblaje de estas; y el mensajero que traduce el ADN y lleva su mensaje fuera del núcleo de la célula, a la parte donde se fabrican las proteínas y es posible copiarlas.
Moderna, Pfizer-BioNtech y Curevac han sido capaces de crear ARN mensajero sintético. Este contiene una copia de parte del código genético del SARS-CoV-2.
Este ARNm artificial hace que nuestras células fabriquen un símil de la proteína de espiga característica del virus. Esta llave de entrada del patógeno a las células humanas es copiada para alertar a nuestro sistema inmunológico.
Este método tiene ventajas: no usar para nada al virus, ni una parte de él, y no hace falta cultivar células, ni esterilizar áreas de ensayos. Una vez secuenciados los ARN mensajeros, se escriben en una computadora y después se producen químicamente. Esto resulta más rápido y barato.
Además, el ARN es incapaz de integrarse en nuestro ADN, por tanto, no puede causar mutaciones peligrosas. Los problemas de rechazo del organismo consiguieron superarse reemplazando una de las moléculas que componen el ARNm por otra artificial.