Ariruma Kowii: ‘El inti raymi sobrevivió gracias a un ejercicio de sincretismo’

Ariruma Kowii es docente de la Universidad Andina. Pertenece a la comunidad de Peguche, en Imbabura. Foto: Patricio Terán / El Comercio

Ariruma Kowii es docente de la Universidad Andina. Pertenece a la comunidad de Peguche, en Imbabura. Foto: Patricio Terán / El Comercio

Ariruma Kowii es docente de la Universidad Andina. Pertenece a la comunidad de Peguche, en Imbabura. Foto: Patricio Terán / El Comercio

Desde hace 12 años, Ariruma Kowii impulsa la celebración del Inti Raymi en Quito. En este año participaron 3 000 personas.

¿Cómo la celebración del Inti Raymi se conecta con la visión que tienen los pueblos andinos sobre la idea del tiempo?

Uno de los personajes más importantes del Inti Raymi es el Aya Huma. Él representa la visión que los pueblos andinos tenemos sobre el tiempo. Para nosotros el pasado, el presente y el futuro -o lo que llamamos hanan pacha, kay pacha y uku pacha- están articulados. Esta cosmovisión del mundo también está presente en el lenguaje, a través de palabras como ‘ñaupa’, en donde está implícito el tiempo del antes, del ahora y del mañana.

¿Por qué durante mucho tiempo este tipo de conocimientos fue borrado de la historia?

Desde la época de la Colonia existió toda una política para que se olviden las contribuciones científicas y culturales de los pueblos indígenas. En el Segundo Concilio Limeño, que se celebró en 1560, por ejemplo, se estableció la destrucción de las huacas para que no quede evidencia de esos aportes, que estaban archivados en quipus. En ese tiempo también se elabora la Ley de Extirpación de idolatrías y se prohíbe la celebración del Inti Raymi.

¿Cómo se logró mantener viva esta celebración pese a la prohibición que se estableció durante la Colonia?

Es interesante ver cómo dentro de todas las celebraciones que hay en el mundo indígena el Inti Raymi es una de las pocas que se logró mantener con el paso del tiempo. La fiesta sobrevivió gracias a un ejercicio de sincretismo. Hubo una especie de negociación entre Iglesia Católica -que constató que era una celebración que a pesar de castigos, torturas y persecuciones no se había podido erradicar- y las comunidades -que vieron que los niveles de violencia eran tan fuertes que aceptaron varias modificaciones-.

¿Cuáles fueron los cambios más radicales?

En un punto de la historia el Inti Raymi pasó a llamarse fiesta de San Juan, cuyo ritual principal era una misa; que en el caso de las comunidades de Imbabura se celebraba el 24 de junio. Desde hace 40 años, gracias al trabajo del movimiento cultural de Otavalo, se logró recuperar el nombre original. La misa del 24 se mantiene, pero cada vez tiene menos asistentes. Por el otro lado, gracias a las nuevas generaciones, se han fortalecido los rituales que se hacen la noche del 22 de junio, sobre todo, el baño de renovación de energías que es en ríos y cascadas.

¿En el Inti Raymi los conocimientos astronómicos se mezclan con los saberes sobre la naturaleza?

Claro, gracias a los ancianos de las comunidades sabemos que la noche del 22 de junio no hay que bañarse en cualquier parte. Ellos dicen que hay lugares de energía positiva y lugares de energía negativa y que por eso es necesario conocer la naturaleza y su entorno.

¿Todavía prevalecía la idea de que en esta celebración solo se bailaba, comía y cantaba?

Era uno de los imaginarios que hay sobre esta fiesta, cuando en realidad es una celebración en la que se transmiten muchos saberes vinculados a la bondad y a la solidaridad y que se activan, por ejemplo, a través de la pambamesa. Después de la fiesta de las universidades del año pasado, en la que participaron 3 000 personas, también recuperamos instituciones importantes como la minga y la entrega del bastón de mando, que en este caso fue para la Universidad Salesiana, que asumió la coordinación del Inti Raymi.

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