La apuesta por el turismo comunitario y la cultura despunta

Las alternativas de turismo ahora incluyen a personas que antes no accedían a las parcialidades, por falta de información. Fotos: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO

Las alternativas de turismo ahora incluyen a personas que antes no accedían a las parcialidades, por falta de información. Fotos: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO

Las alternativas de turismo ahora incluyen a personas que antes no accedían a las parcialidades, por falta de información. Fotos: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO

Los nativos de la nacionalidad Tsáchila buscan que su patrimonio ancestral tenga una mejor valoración fuera de sus territorios. Para esto, promueven un fortalecimiento del turismo comunitario, como una opción para que las personas se adentren a las tradiciones reales de esta etnia.

Según la Gobernación tsáchila, el camino para conseguir este propósito es la formación permanente de sus habitantes.

Así, por ejemplo, se los prepara como guías nativos y se crean nuevas alternativas de turismo, como el nocturno. La iniciativa surgió ante la necesidad de dar una opción a los habitantes y para que los visitantes vivan experiencias más cercanas.

Augusto Calazacón comenta que parte de la historia se la relata en las expediciones. Una de esas es cuando la etnia empezó a solicitar al presidente Gabriel García Moreno que se otorgaran las tierras mediante el régimen de comunas. “Mi abuelo, Alejandro Calazacón, viajaba a Quito a ver a García Moreno. Luego, ambos murieron y mi tío Abraham consiguió que el presidente José María Velasco Ibarra le entregara las escrituras”, dice.

Las siete comunas son fuente de manifestaciones culturales que están en riesgo. Los dirigentes cuentan a los turistas el trabajo que se realiza con el Instituto Nacional de Patrimonio y Cultura, para documentar estas costumbres.

Entre las relacionadas con la naturaleza está el registro de plantas medicinales, como la tsa tsenko, cuyo tallo emana un olor a ajo. Este se emplea para elaborar ungüentos y para sazonar sus alimentos.

Este tipo de investigación se realiza para salvaguardar los conocimientos ancestrales.

Los guías nativos mantienen las tradiciones. En agosto del año pasado, el Ministerio de Turismo capacitó a 18 guías para mejorar los estándares de calidad de las operadoras turísticas. Se los formó en primeros auxilios, rescate y supervivencia, lenguaje y comunicación, hospitalidad, etiqueta y protocolo, inglés básico, liderazgo, negociación y manejo de conflictos.

En el Centro Cultural Mishi­ly, de la comuna Chigüilpe, fueron capacitados 11 guías. Ahí hay niños quienes también apoyan en el recorrido de los visitantes. Abraham Calazacón, propietario del emprendimiento Mishily, asegura que esta formación los anima a fomentar la cultura.

La idea es ofrecer al visitantes una información apropiada. Esto sirvió para crear la ruta del Miya, que aglutina a los atractivos de las comunas Colorados del Búa y Chigüilpe.

En la primera se encuentra el centro Shinopi Bolon. Según el dirigente Alfonso Aguavil, los tsáchilas nunca se acabarán, pero la cultura poco a poco irá desapareciendo, si no se toma la debida precaución.

La gobernadora de la etnia, Diana Aguavil, comenta que la idea de la ruta surgió hace seis años, cuando se incrementó el ingreso de turistas.

A los extranjeros se les dificultaba llegar a las comunas por falta de información. Por eso se colocó señalética, con el apoyo de la Prefectura y del Ministerio de Turismo.

En las vías hay letreros con nombres en idioma tsáfiqui, como Seke Sonachun (Buen Vivir), Pemaka Napi (Vertientes de Agua), Dutenka (Corazón de la mona), Suyun (Arcoíris).

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