Los miembros del grupo Apoyando Ando trabajan con los habitantes de El Porvenir y Santa Rosa, para mejorar sus condiciones de vida. Foto: Cortesía.
La lluvia, la marea o la distancia no son obstáculos cuando la intención es ayudar al prójimo. A bordo de una lancha, un grupo de jóvenes acude hasta las comunidades de Santa Rosa y El Porvenir ubicadas -respectivamente- a 30 minutos y a una hora del cantón San Lorenzo, en Esmeraldas. Apenas tocan tierra firme, empiezan las labores de Apoyando Ando con los miembros de la comunidad.
El nombre del grupo hace referencia al mecanismo que han desarrollado. El trabajo se basa en la cooperación y el apoyo mutuo entre los beneficiados y los voluntarios para llevar a cabo los proyectos.
Gabriela Gallardo, una de las fundadoras de Apoyando ando, explica que la idea es colocar la semilla para que después la comunidad se interese por mantener activas estas prácticas y así promover el desarrollo sostenible de la comunidad.
La voluntaria de 26 años todavía recuerda la primera vez que llegaron a la zona. No había agua, los niños estudiaban en el piso sobre tablas y la escuela estaba a punto de caerse. Es por eso que, después de recorrer 10 sitios diferentes en cinco días, se dieron cuenta de que estos eran los que más necesitaban de su intervención.
La tercera ocasión que regresaron a Santa Rosa, fue la primera vez que decidieron dormir en la comunidad. Por la noche colocaron sus carpas en la escuela, pero no calcularon que la marea subiría, todo el lugar se inundaría y, además, se quedarían sin luz. Ese fue el momento en el que dejaron de lado su miedo y evidenciaron la hospitalidad de los habitantes.
Niños y adultos los invitaron a dormir en sus casas y la relación se convirtió en algo más que solo labor social. Pasaron a ser los “tíos” de los pequeños y amigos de todas las familias. Incluso, en fechas especiales como los cumpleaños de los voluntarios, la comunidad se organiza y les ofrece una fiesta.
Para Estefany Gallardo, voluntaria desde el 2013, los niños fueron el vínculo con los miembros de Santa Rosa y El Porvenir. Las primeras actividades se enfocaron en proyectos de estimulación a través del arte. Después, empezaron a impartir clases en las escuelas unidocentes y a fomentar la lectura en los menores a través de la narración de cuentos por las noches.
Algunos, como Kenny, también aprendieron a jugar ajedrez. Con esta experiencia, decidieron expandir su propuesta y crear proyectos dirigidos a los adultos. A través de asambleas con todos los habitantes, pudieron descubrir sus verdaderas necesidades y así trazaron cuatro áreas de trabajo: Emprendimiento con mujeres, Ambiente, Género y Empoderamiento comunitario.
Alejandra Enríquez, voluntaria desde hace dos años, explica que el trabajo con la población femenina es el área que está más desarrollada. La idea es que las madres cuenten con un ingreso propio. Por eso, las ayudaron a fabricar bolsos y un manjar, pero todavía es necesaria la ayuda financiera para continuar con su producción y comercialización.
Por otro lado, ambiente es el área más extensa. Los planes incluyen buscar alternativas para fuentes de agua, que no sea lluvia, y un mecanismo para tratar los residuos, considerando la fragilidad del ecosistema.
Chequeos odontológicos gratuitos, educación sexual, charlas sobre violencia familiar y el mejoramiento de la infraestructura de ambas comunidades son algunas actividades que también se han desarrollado en estos tres años.
Para los jóvenes de Apoyando Ando, lo más gratificante es ver que su trabajo ha dado resultados. Las escuelas ahora cuentan con libros, los habitantes de las zonas se involucran cada vez más en los proyectos y los miembros de las comunidades se han convertido en su familia.