2018 un año para disolver tensiones pendientes
Las operaciones de vigilancia militar en la península coreana por parte de Estados Unidos son consideradas una provocación por parte de Pionyang.
Hace unas tres décadas, cuando Internet era para muchos todavía un concepto abstracto, hablar de conflictos globales era casi como hablar de ciencia ficción.
Armas letales, ciudades arrasadas y hambrunas devastadoras aparecían en los segmentos internacionales de los noticieros como realidades de universos paralelos, en puntos del mapa que solo los más aplicados en las clases de geografía eran capaces de identificar.
Pero la de hoy es una sociedad caracterizada por la hiperconexión y la sobrecarga de información. Y cuando los grandes analistas de la geopolítica mundial hablan de las grandes disputas que se observarán en el 2018, se refieren a realidades que tocan de cerca a cada vez más habitantes en todo el planeta.
Las proyecciones de publicaciones tan prestigiosas como Foreign Policy o de la agencia alemana de noticias DPA coinciden en que gran parte de la agenda estará centrada en lo que causó una honda preocupación en el 2017.
Y, en definitiva, la bandera se la lleva la disputa de EE.UU. por el programa nuclear de Corea del Norte. Los fuertes intercambios verbales entre Donald Trump y Kim Jong-un hicieron temer lo peor el año pasado.
Según escribe el especialista en resolución de conflictos Robert Malley, hay muchas razones para mantener el temor si las habilidades diplomáticas, sobre todo de Washington, no logran cambiar su “estrategia de máxima presión” por una salida basada en no abandonar la línea de sanciones propuesta por la ONU, el acuerdo de realizar menos ejercicios militares que puedan ser tomados como una provocación y un consenso respecto de la ayuda humanitaria para paliar el sufrimiento de la población norcoreana.
Obviamente, Pionyang también debería poner una pausa en sus pruebas de misiles, por lo menos mientras las partes exploran soluciones más perdurables y, por qué no decirlo, tranquilizadoras. El miedo a que todo se salga de control, con consecuencias tan incalculables como apocalípticas, perdura.
Pero la competencia con su homólogo de Corea del Norte sobre quién tiene el más grande y mejor ‘botón nuclear’ en su escritorio no es el único frente aún abierto para el presidente Trump. Su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel ignoró el consenso internacional de esperar a que isralíes y palestinos decidieran el estatus definitivo de la ciudad y reactivó las tensiones entre las partes.
Todo esto sin contar con que el Mandatario cuestionó el acuerdo firmado entre Irán y la comunidad internacional en el 2015, según el cual país persa no puede acceder a armamento nuclear a cambio de la normalización de sus relaciones comerciales en el extranjero.
Los cuestionamientos de Trump, que quiere renegociar las condiciones e incluso ha hablado de cancelar lo consensuado, es considerado por muchos como un paso en falso, que pudiera desatar una respuesta hostil desde Teherán.
Hay otros protagonistas
Pero el Jefe de la Casa Blanca no es el único personaje con grandes frentes sin cerrar, o por profundizarse.
Uno de ellos es, sin duda, el presidente sirio Bashar Al Asad. Dos negociaciones de paz que transcurren en paralelo -una mediada por la ONU y otra por Irán, Turquía y Rusia- no han logrado poner fin a una guerra a punto de cumplir siete años.
Pese a la derrota del autoproclamado Estado Islámico (EI) en importantes zonas bajo su control y el establecimiento de zonas seguras para los civiles, la violencia ha continuado con el afianzamiento de las fuerzas de Al Asad gracias a su aliado ruso. Moscú da prácticamente la guerra por terminada, pero no hay motivo para el optimismo en el 2018.
Y para el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, también se vislumbra un año agitado. Las tensiones con Occidente, surgidas por la crisis de Ucrania y acrecentadas en el 2017 por las acusaciones de injerencia cibernética en procesos como las elecciones en Francia o Alemania, pudieran profundizarse con el mayor despliegue de tropas de la OTAN en el este de Europa desde la Guerra Fría. Todo esto mientras espera, casa adentro, vencer el ausentismo y ganar la reelección.
Saltando en el mapamundi hay crisis políticas con desenlace abierto para estos doce meses, como la de la iniciativa independentista de Cataluña o la preocupación por la fuerza que han retomado los talibanes en Afganistán.
Pero los dramas humanitarios desencadenados por algunas de ellas pudieran volverse más dramáticos, como el limbo jurídico de más de 600 000 miembros de la etnia rohinyá en Myanmar y Bangladesh, o mucho más cerca, Venezuela.
Incluso con más preocupación que la irresuelta guerra con el narcotráfico en México ven los expertos la situación de la población civil en la nación sudamericana, que se enfrenta a una inflación desbocada, escasez extrema y cuyo Régimen está al borde del ‘default’.
Las elecciones presidenciales que deberían celebrarse en diciembre -aunque el gobierno de Nicolás Maduro puede adelantarlas- no se vislumbran como una solución a un conflicto que dio origen a un éxodo imparable.