Andrés Seminario posa en el patio de su casa de la vía a Samborondón. Foto: Enrique Pesantes / el comercio
La polaridad política, la noción ampliada de clan y el papel de las cámaras de eco en los procesos mentales son elementos con los que el escritor y analista guayaquileño Andrés Seminario descifra el problema del otro en tiempos de elecciones.
¿Qué viene a ser la otredad en términos sociales?
Desde la perspectiva filosófica te ayuda a definir a un sujeto distinto, diferente a los que forman parte de tu comunidad. Se trata de percibir a otro como alguien distinto y ajeno, sin que esto implique una carga negativa. Cuando defines al otro te asumes a ti mismo, defines tu identidad o tomas conciencia de ella, estableces la división entre el ‘ellos’ y el ‘nosotros’.
¿Nos podemos entender mejor desde esa mirada alterna?
Ajá. Automáticamente estableces atributos para unos y otros. Pero lo que sucede es que nos autodefinimos a menudo como los buenos, los otros son los malos. Y ese ‘ellos’ deshumaniza, suele conferir atributos negativos. Lo que no entendemos en Ecuador es que la otredad debería ser la capacidad de respetar, de reconocer y de vivir en armonía con la diversidad. Lo usamos más como una herramienta de división y discriminación. Y esto no solo es un tema estrictamente filosófico o conceptual, es un tema biológico y fisiológico.
¿De qué forma?
Desde la perspectiva de cómo funciona el cerebro y el ‘ser social’. Nuestros cerebros crean un estado de conexión con los otros. Sin que nos demos cuenta, es más cómodo para el cerebro entrar en una suerte de cámara de eco, por eso nos reunimos con gente que piensa igual. Cuando alguien dice cosas que en tu cabeza hacen sentido te sientes cómodo y el presupuesto de energía cerebral es bajo, no vas a consumir mucha energía, porque no tienes que pensar para rebatir o contraargumentar. Y no cuestionas lo que te dicen, solo repites los mismos axiomas o dogmas, porque aprendiste a estar cómodo con esas ideas.
¿Esto ahonda problemas como la estigmatización?
Totalmente, porque crea una división a ultranza en la que se le confieren atributos negativos a los otros, de forma automática. Es parte de la noción del clan, dentro de los clanes encuentras a las personas que hablan tu mismo lenguaje, comparten tus valores y principios. El cerebro consume un 25% de nuestra energía y a través de este mecanismo fisiológico se limita la energía consumida en procesos mentales. Se establecen distancias casi insalvables con el que es diferente a ti.
¿Se pierde una riqueza que nos puede ayudar a crecer?
Absolutamente, la comodidad limita el movimiento y el crecimiento. Cuando vives en una cámara de eco, tu único aprendizaje está circunscrito a lo que ya conoces y repites.
En épocas de elecciones queda más al descubierto. ¿Por qué?
Porque los mecanismos y los procesos políticos en Ecuador no se han actualizado, como sí se está actualizado en parte la sociedad.
¿Ve un avance social respecto de esas miradas alternas?
Prueba de ello son los resultados de la primera vuelta (elecciones presidenciales) con un par de candidatos cuyos temas en vez de políticos eran más de causas. Y me refiero a (Xavier) Hervas y a Yaku (Pérez), que representaron las causas de la juventud y la del planeta. Y detrás de esas causas no se ve una estructura demográfica única, es más un crisol de personas de diferente raza, edad, origen, escolaridad o extracción social. Es interesante esa complejidad frente a un sistema binario.
¿El problema del modelo binario es que simplifica o anula el conocimiento del otro?
Los procesos políticos tradicionales son muy dogmáticos, anacrónicos, pero la sociedad ecuatoriana hoy está compuesta de microsegmentos, que están pidiendo espacio. Lo que los dos candidatos de la segunda vuelta deben ganar o incorporar ya no está en el modelo tradicional, el reto ahora es incluir a los otros, por eso empiezas a escuchar a los dos a hablar de aborto, del planeta o de la idea de un ‘encuentro’.
¿Qué tiene que ver la falta de empatía y la intolerancia?
La otredad malentendida despoja incluso de los sentimientos al otro. ¿Y si el otro no tiene sentimientos por qué debo respetarlo, tolerarlo, reconocerlo? Se trata es de respetar, reconocer y poder vivir armoniosamente, en nuestras diferencias. En el momento en que podamos articular las diferencias vamos a crecer.