Andrea Camilleri ya cumplió 91 años. En la foto, en la playa de su pueblo natal. Foto: www.vocidicitta.it.
Si el escritor italiano Andrea Camilleri se detuviera un momento para mirar hacia atrás y viera todo lo que ha hecho, todo lo que ha caminado y escrito, todos los misterios que ha resuelto, quizás no pudiera creerlo.
A principios de los 90, cuando ya había publicado varios libros, inventó un personaje, un comisario de policía en Sicilia, Italia, llamado Salvo Montalbano, que hasta ahora ha protagonizado más de veinte novelas policiales y algunos cuentos cortos. El peligroso oficio de Montalbano ha sido la también peligrosa carrera literaria de Camilleri: ya se sabe que en las novelas de misterio debe haber por lo menos un cadáver aún tibio y que ese cuerpo bien podría ser el del autor. Pero Andrea Camilleri ha sobrevivido, tiene más de noventa años y la prensa italiana se refiere a él de esta manera, Camilleri es hoy el escritor más popular de Italia y uno de los más leídos de Europa.
El último libro de Andrea Camilleri traducido al español se llama ‘Mujeres’ (el título original, Donne, parece Fellini o Bertolucci), y no es una nueva aventura del comisario Salvo Montalbano, es todavía mejor: una especie de antología en la que Camilleri va recordando una a una las mujeres más importantes de su vida; las que le mostraron el camino, las que le cambiaron los planes, las que lo hicieron entender las formas de la belleza.
El libro está dividido en 39 capítulos cortos; todos, claro, llevan un nombre de mujer en el encabezado: Ramona, Quilit, Helena, Ilaria, y así. 39 nombres propios, 39 caras y 39 narices y 39 pares de labios y 39 pares de rodillas. 39 mujeres inolvidables pueden sonar algo exagerado hasta para un hombre de la edad del escritor, pero Camilleri no solo se refiere a las mujeres que conoció en carne y hueso, incluye también a las que descubrió viendo películas en el cine o leyendo.
Camilleri se enamora de Antígona, a quien el rey Creonte ordena que sepulten viva en una cueva por haber desobedecido una orden, pero ella vuelve a desobedecer y se ahorca para no darles el gusto; Hemón, hijo del rey y enamorado de Antígona, también se suicida con la esperanza de encontrar a su amada en otro mundo; por último, Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, acaba con su vida porque no puede soportar el dolor que le produce la muerte de su hijo. Creonte se queda solo y el verdadero infierno es la soledad. Camilleri se enamora de la rebeldía de Antígona.
Camilleri se enamora de la leyenda de Bianca, amante del rey Federico, en el siglo XII. Dicen que Bianca era tan bella y Federico tan celoso que la encerró en una torre donde permanecía encerrada y permanentemente vigilada. El único que podía verla era el rey, quien iba cada tanto a abusar de su cuerpo. Bianca le dio a Federico tres hijos, pero después del último alumbramiento, ordenó a los guardias que llevaran el niño al rey junto con otro bulto envueltos en un manto ensangrentado: se había cortado los senos luego de dar a luz y quería que el rey Federico los viera. Camilleri se enamora del coraje de Bianca.
Camilleri nació en Porto Empedocle, un pueblo en la costa del estrecho de Sicilia donde había una sola sala de cine. Allí, en 1942, vio la película ‘Carmela’, donde ocurrió algo que nunca antes había ocurrido en Italia: la actriz Dori Duranti, una mujer preciosa y cuyo nombre llenaba todos los cines de Italia, aparecía en una escena con los pechos al aire. Camilleri recuerda que la trama era más bien tonta, pero que en algún momento el personaje de Duranti, que vive recluida en una isla, pierde la razón y cae en el delirio y que esa escena, esa Duranti dulce, melancólica y loca, le sacó lágrimas y provocó una de las decisiones más importantes de su vida: me voy a ir de este pueblo, pensó, si me quedo me volveré tan loco como ella. Y, en efecto, Andrea Camilleri se marchó para siempre y años después, en Roma, comenzó una prolífica carrera como guionista y director de teatro y televisión.
Camilleri se enamora de Beatriz, la novia de Filipo, uno de sus mejores amigos. Como a Filipo no le gusta bailar, es Camilleri quien baila con Beatriz en las fiestas. Pero no solo hablan, conversan, se van conociendo un poco más con cada canción.
Camilleri pierde la cabeza por ella pero no se atreve a decirle nada. Una noche, en una fiesta, Beatriz se acercó a Camilleri y le pidió, como de costumbre, que la sacara a bailar. Mientras bailaban, ella le contó un secreto: me caso con Filipo. Al día siguiente, el mismo grupo de amigos estaba en la playa, tomando sol y bañándose en el mar. De pronto, Beatriz dijo que tenía ganas de comer erizos.
Filipo se negó a acompañarla porque aquello significaba caminar una hora de ida y otra de regreso. Andrea Camilleri se ofreció como voluntario. Caminaron hasta perder de vista a sus amigos y, en palabras del propio autor: Durante dos horas hicimos el amor furiosa e ininterrumpidamente sin intercambiar ni una palabra, olvidándonos de los erizos, del tiempo y del mundo. Ni siquiera al volver abrimos la boca. No nos rozamos ni las manos. Esa noche bailó solo con Filipo, y conmigo volvió a ser la amiga que había sido siempre. Y puesto que entonces no le pregunté por qué, tampoco voy a preguntármelo hoy, a setenta años de distancia.
Supongo que hay casos que hasta el mismo comisario Montalbano preferiría cerrar aunque no se hayan resuelto del todo. ¿Qué habrá sido de ella?, nos preguntamos en silencio. Pero honestamente no queremos ni necesitamos saber la verdad. Queremos que ella visite nuestros recuerdos y aparezca así, cada día más hermosa.
*Editor adjunto de la revista Mundo Diners