Introducción:
Ana María Ormaza está en un momento de transición, que la asusta un poco, pero que sobre todo le produce mucha ilusión. Luego de 16 años de haber construido una carrera en el cine y la publicidad como asistente de cámara, de pronto ha sentido la necesidad de convertirse en ceramista a tiempo completo. De hecho, nos citamos en el taller, Arte Fuego (Cumbayá) donde hace cerámica junto a sus compañeras de otro taller, con quienes se organizó para tener un espacio propio. El clima es propicio para su ‘look’: minifalda (que luce sus piernas espléndidas) y camiseta ligera. Nadie diría que es una ‘señora’ de 40 años.
Testimonio:
No sé si sea por los 40, pero en este momento me siento completa, plena, muy feliz. Tengo un proceso de aceptación conmigo misma y no le temo al envejecimiento. Podría decir que es la mejor etapa que he vivido; en la que tengo más claridad, me he aceptado como soy y he aprendido a quererme.
Justo en este momento estoy encontrando una nueva identidad. He trabajado mucho tiempo en cine y publicidad como asistente de cámara (estudió fotografía cinematográfica en Brasil) y siempre fue algo que me gustó mucho y con lo que me identifiqué. Pensaba que yo era eso: Ana María Ormaza, la asistente de cámara. Y ahora me doy cuenta de que no soy eso, porque no soy lo que hago.
Hay cosas que antes eran muy importantes que ahora no lo son tanto. Por ejemplo, antes tenía la necesidad de ser aprobada profesionalmente y era importante ser la mejor en lo que hago. Ahora ya no es tan importante que me aprueben y me he conectado con otras actividades como la cerámica.
Mi profesión ha sido siempre muy demandante, sin horarios. De hecho para esta entrevista yo no podía decir con mucha anticipación ni dónde iba a estar ni a qué hora. Por eso paré de trabajar del todo cuando tuve a mis hijos. El primero (Gael, de 10 años) nació cuando yo tenía 29 (Samuel, el segundo, tiene 8).
Estuve unos cuatro años en la casa con los niños y fue un lujo, pero también fue superduro porque yo creía que era Ana María Ormaza, primera asistente de cámara. Entonces tuve la sensación de que no era nada estando en la casa con los niños. Me preguntaba: Qué pasa si al papá de mis hijos le cae un rayo en la cabeza y se muere, qué voy a hacer. Estaba consciente de que los niños van a crecer y se van a ir. Y volví a trabajar. Pero mi trabajo además de ser muy exigente en horarios, también lo es físicamente y yo de aquí a cinco años no me veo haciéndolo, me siento cansada. No creo que estoy vieja ni mucho menos, pero sí es distinto que hace 20 años. Y finalmente he terminado trabajando en publicidad porque es lo que más demanda tiene. Pero yo no estudié ni quise hacer mi profesión para trabajar en publicidad, sino en cine.
Y ahora he tenido una conexión distinta con la cerámica (a la que se dedica desde niña); me están saliendo cosas diferentes y hay gente que está interesada en comprármelas.Entonces talvez podría ya empezar a pensar que sí puedo vivir de esto también.
El tiempo que le dedico a la cerámica es mucho más aprovechado a nivel emocional; es más valioso porque estoy conmigo misma, es muy interior, puedo parar todo y eso es delicioso. Y si a eso le sumo que he creado algo que puede transmitir alguna cosa, es justo lo que necesito ahora.