En 65 hectáreas aún se conserva un bosque primario con especies de flora y fauna endémicas. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
Un bosque y ocho cascadas son custodiadas por la familia Díaz y por un grupo de tsáchilas que viven en la comuna Chigüilpe.
Los nativos recuerdan que esas cascadas y el bosque, que ahora se conoce como Las Rocas, eran una fuente energética y una botica natural para los chamanes que vivían en Chigüilpe y Otongo Mapali.
El guía nativo Juan Calazacón afirma que las cascadas y el río Cristal, que emana desde Cotopaxi, eran el lugar de encuentro para los chamanes. Ahí se hacían rituales para eliminar las malas energías y enfermedades del cuerpo.
Hace más de 100 años, ellos caminaban más de cuatro horas por el bosque hasta llegar a las cascadas, donde ingresaban para que la corriente se llevara todo los problemas y la negatividad.
Durante el camino, aprovechaban para recolectar plantas para las ceremonias y curaciones chamánicas.
Pero paulatinamente, el tsáchila dejó de realizar estas excursiones con frecuencia y solo regresaba una vez al año para la fiesta Kasama, que significa nuevo amanecer y se celebra para Semana Santa.
En esa festividad se realiza un ritual especial en el río ya que, según la cosmovisión tsáchila, el agua cristalina limpia la negatividad del alma.
Sin embargo, durante el invierno el lugar resulta inaccesible y, por ello, poco a poco los tsáchilas dejaron de ir.
Abraham Calazacón, líder del proyecto turístico Mushily, afirmó que desde la comuna se alcanza a observar la montaña de donde emergen las cascadas. En la antigüedad, los tsáchilas empezaron a catalogar a la montaña como un dios de la naturaleza.
La familia Díaz decidió cuidar del bosque para conservar a las especies endémicas de plantas como el árbol de sangre de drago o las aves, guantas, nutrias, armadillos y otros. Pero, sobre todo, para evitar la tala indiscriminada de árboles que empezó a darse en las comunidades cercanas al bosque, cuando la zona empezó a poblarse. De hecho, las áreas verdes de la zona se han convertido en potreros o en sembríos de frutas, cacao y plátano
El trabajo que se aplicó en ese remanente hizo que hasta ahora aún se conserve el bosque primario en la parte alta de un terreno de 65 hectáreas.
Eduardo Díaz afirmó que hace 20 años empezaron a cuidar del bosque y encontraron las dos primeras cascadas, que están a 40 minutos de Chigüilpe. Hace cinco años hicieron una exploración por el bosque y descubrieron seis cascadas más. La familia las nombró Tortuga, Velo de novia, Descanso del duende, Refugio de las nutrias, Las caras, Tobogán, Cañón de los vencejos y Rostro del monstruo.
Cada nombre está relacionado con la forma de las rocas o la vegetación que se encuentra en el lugar. Las cascadas tienen alturas distintas, que van de entre 100 a 500 metros.
Desde el hallazgo de las cascadas, en el lugar se realiza turismo ecológico. El recorrido puede empezar en proyecto Mushily, donde se pueden ver las costumbres y tradiciones de la nacionalidad.
Luego se puede hacer un recorrido por las cascadas. Díaz ha elaborado una especie de camino e incluso un puente colgante para llegar a la primera de estas. En ese lugar también se pueden degustar los alimentos típicos de la zona.
El único requisito es no contaminar el bosque ni el agua, además de respetar a los animales y a las plantas.