DeeAnn y Alejandra son dos osas de anteojos de 30 y 10 años de edad, respectivamente. Cada una lleva un collar satelital de telemetría.
La adulta se moviliza despacio en su hábitat natural, mientras la más joven camina hasta 20 km en el bosque alto montano. Un grupo de científicos de la Fundación Oso Andino del Ecuador estudia a esta especie para saber cómo viven, cómo se movilizan en el bosque de la comunidad de Leito Manteles, del cantón Patate, en Tungurahua.
A través del sistema de telemetría Armando Castellanos, biólogo e investigador asociado al Instituto Nacional de Biodiversidad, sigue los pasos de la primera osa adulta, que pesa 120 kg. El rastreo se realiza a través del satélite.
Entre abril y mayo de este año, los investigadores lograron atrapar a dos osas hembras en el sector del valle de Leito Manteles. Castellanos, quien también es presidente de la Fundación Oso Andino, dice que DeeAnn es una osa longeva y que es la primera ocasión que encuentran un animal adulto, por ello la considera un gran registro para la biología.
A ambas les colocaron collares valorados en USD 3 500 cada uno; fueron donados por el Instituto Nacional de Bioseguridad y la Fundación Oso Andino. “Con el equipo controlamos los movimientos y vamos conociendo el espacio que ellas requieren para caminar. También saber cuántos kilómetros recorren en el día y en la noche. Los movimientos en épocas lluviosas y secas”.
La osa joven, de 10 años, fue atrapada en Leito y tras colocarle el collar se dirigió al norte, en dirección a Baquerizo Moreno, se movió 20 kilómetros en línea recta, mientras que DeeAnn, de 30 años, no se mueve mucho y vive de los cultivos de maíz que hay en la zona. “Tiene problemas en su dentadura. No puede alimentarse bien y busca maíz” de los agricultores del lugar.
Debido a los daños que provoca esta osa, se iniciará una campaña que busca recaudar fondos para comprar a los dueños de los maizales su producción, como una forma de compensación.
En los próximos días, además, entregarán cobertores de cama, donados por la empresa privada, como indemnización a la gente que perdió parte de su maíz y de ganado por el ataque de los osos.
“El propósito es evitar que sean cazados o haya una especie de enfrentamiento entre el ser humano y la fauna silvestre”, agrega Castellanos.
Para los investigadores, la única manera efectiva de alejar al oso de las zonas productivas o ganaderas es ubicando cercas eléctricas. “Estamos estudiando el ataque de los osos al ganado desde 2002. Hemos aplicado decenas de cosas como disuasión, pero no han funcionado, por eso nuestro plan de compensación se complementará con el seguro ganadero, que se entregará el martes 9 de noviembre”, enfatiza el biólogo.En el proceso de investigación, desde el año 2000, han logrado ubicar los collares al menos en 30 osos en todo el país.
A la par, otro grupo de especialistas de la Fundación Big Mammals Conservation, liderado por el biólogo Andrés Laguna y, con el apoyo de Rigoberto Pérez y Lisette Alvarado, detectó la presencia de 22 ejemplares entre oseznos, jóvenes y adultos, hace un año.
Con este hallazgo lograron que se disparara el obturador de las seis cámaras-trampa instaladas en los bosques del Área de Conservación y Uso Sustentable (Acuas) parroquial Quinules en el Parque Nacional Llanganates, localizado en la parroquia Baquerizo Moreno del cantón Píllaro, en Tungurahua.
El proyecto, financiado por el Fondo de Páramos, la Junta Parroquial y Fundación Big Mammals Conservation, busca proteger al oso andino y a la fauna silvestre de la zona para incentivar el turismo.
Laguna, pese a que no concluyó el estudio por falta de recursos económicos, aún está pendiente del manejo de los equipos para la detección de nuevos individuos en la zona. “Hemos registrado 22 osos en un año de estudio, entre machos, hembras y crías, que nos indica que es una población con reproducción y con sus propios ciclos, que responde al tema climático debido a que en ciertos meses del año descienden a la zona baja, mientras que entre enero a mayo retornan a la zona alta”.
El estudio del oso andino en este sector comenzó en septiembre de 2020, tras los ataques de osos al ganado del sector Baquerizo Moreno y parroquias vecinas. El inusual hecho violento permitió que las autoridades parroquiales aprobaran un proyecto para cuidar al oso de anteojos.
El plan consistió en identificar a los mamíferos que habitan en el sector, determinar su número y a qué distancia de las zonas de pastos de los ganaderos se acercan.
El especialista implementó señales disuasivas o mensajes de olor para evitar que los individuos permanezcan en el área y tomen una nueva dirección, como una forma de prevención, con la idea que no haya esa fricción entre el oso andino y el hombre.
La segunda fase del proyecto consistirá en atrapar a un oso de anteojos para instalarle un collar de telemetría. El dispositivo permitirá conocer el desplazamiento del animal por los páramos de Píllaro.
Rigoberto Pérez, promotor ambiental de Baquerizo Moreno de Píllaro, aún se mantiene en la investigación con el monitoreo de las cámaras-trampa. Asegura que hasta hace un año detectaron a 22 osos, pero hay más ejemplares.