En invierno, el ceibo recarga su tronco con agua para abastecer al bosque. Foto: Juan Carlos Pérez/PARA EL COMERCIO
El árbol de ceibo es cuidado por los pobladores de La Pila, Quimis y Mebrillal, en el sur de la provincia de Manabí.
Ese árbol se encuentra en el bosque seco ubicado en los valles de Jipijapa y que tiene más de 15 000 hectáreas desde La Pila hasta Membrillal.
Desde mediados de agosto y hasta principios de septiembre, estos árboles se deshacen de sus hojas verdes para dar paso a la etapa de florecimiento.
Durante esa temporada, el paisaje se torna pintoresco y los montuvios de esos tres sectores aprovechan para recolectar los frutos de cada árbol.
Estos son unas mazorcas o mates ovalados, que al colocarse en el sol empiezan a abrirse y a mostrar una especie de algodón, con la que los moradores rellenan almohadas para venderlas a los turistas que viajan hacia Jipijapa, Puerto López y Guayaquil.
Para los manabitas, ese centenar de árboles que hay en el bosque seco tropical ha beneficiado sus tierras, no solo por el algodón, sino también por el bienestar del suelo.
El catedrático manabita e investigador del bosque seco tropical, José Zambrano, explica que el ciclo de floración del ceibo influye en los suelos de su hábitat. Las flores, hojas y botones, al caer a la tierra, pasan por un proceso de descomposición, que es ideal para utilizarse como un abono natural. Mientras las raíces tablares, que sobresalen del suelo, ayudan a la estabilización y control de la erosión en la zona.
Si estos árboles están cerca a fuentes de agua, ayudan a almacenar el líquido en su tronco en época de lluvias y la filtran en temporada de sequía. De esa forma, el suelo está constantemente activo.
Los moradores del sector Quimis aseguran que, debido a la presencia de estos árboles, se forman enjambres de abejas que llegan por el néctar de las flores de la zona.
Zambrano coincide con los moradores. Él señala que la floración permite que las abejas cumplan con su ciclo al encontrar varias fuentes de polen.
Los pobladores aprovechan este proceso para recoger la miel silvestre, que es vendida a los turistas al filo de la carretera que conduce a Jipijapa. Ellos la comercializan en frascos con varios tipos de miel y de diferentes tamaños. Incluso hay una jalea medicinal para la resequedad del ojo.
Carmen Rivera, productora de miel, señala que en Quimis se producen hasta 5 000 litros de miel mensuales y que al menos unos 50 pobladores se dedican a esta actividad.
Ella afirma que en la actualidad hay más ceibos florecidos que en los últimos tres años. “La temporada invernal no tuvo mucha presencia de lluvias. Por eso los ceibos soltaron rápidamente sus hojas para luego dar paso a una flor blanca”.
Zambrano señala que una de las características de los ceibos es que el florecimiento solo se da en un período de 15 días hasta que nazca el mate o la mazorca, que en su interior está cargado de algodón.
Desde hace más de 500 años, los montuvios de la zona han utilizado ese material por su textura. “Nuestros ancestros la utilizaban como cama para descansar, nos contaban las abuelas”, dice Rivera.
Kennedy Murillo es productor de algodón. Él señala que la recolección de ese material es una tarea compleja porque en esta temporada el viento sopla con gran fuerza y el algodón se vuela. Por eso deben ser muy rápidos al almacenarlo.
Desde el 2008, las juntas parroquiales de esas zonas iniciaron una campaña para preservar el bosque. Eso ha permitido recuperar especies de animales, como el armadillo y el venado, y flores silvestres.