Los páramos están cubiertos por variedad de especies, como el pumamaqui. Foto: Álvaro Pineda/PARA EL COMERCIO
El inquieto viento del mediodía sacude las fibras doradas de los pajonales en los páramos de la comunidad kichwa La Chimba, cantón Cayambe, en el norte de Pichincha.
En este sector, conocido como Las Golondrinas por los vecinos, se condensan las partículas de agua que garantizan el líquido vital para el consumo humano y riego de cinco sectores del área.
Una nube, que parece de algodón, amenaza con cubrir totalmente al Cayambe. “El volcán está con poncho”, comenta Jorge Quinche, presidente del cabildo de La Chimba, para describir la imagen.
Las aves revolotean sobre los árboles de pumamaqui, una de las especies endémicas de la Reserva Cayambe-Coca, dentro de la que están los páramos de La Chimba. Los indígenas kayambis nacidos en el sector son los guardianes de estas tierras que antes eran protegidas por sus padres y abuelos. Las consideran su herencia.
Este territorio que se extiende en la cordillera Oriental es el hogar del cóndor andino, el venado de cola blanca, el oso de anteojos, liebres y otros. También crecen árboles y arbustos de capulí, romerillo, pucunero, valeriana y más.
Pero la zona no solo tiene importancia ecológica, sino también histórica, por los vestigios arqueológicos como Churuloma, una elevación que se cree fue un observatorio que utilizaban los primeros pueblos de esta región andina.
Sin embargo, el mayor valor está relacionado con el agua. Es por ello que el gobierno comunitario, mediante mingas, busca reforestar zonas próximas a las fuentes hídricas. De allí manan 17 litros por segundo (l/s) para el consumo humano y 419 para irrigar alrededor de 3 000 hectáreas de suelos de este fértil valle.
Una de las últimas campañas de reforestación para mantener este patrimonio natural se hizo en Pinanchupa y Las Golondrinas. En este último sitio se destacan las fuentes de agua fría y una termal, a la que se le atribuyen propiedades medicinales.
Wilson Nepas, vecino del lugar, cuenta que el sitio donde emerge el agua caliente fue descubierto por casualidad hace 30 años, por aventureros que buscaban sitios de pesca.
Cerca de este lugar está el sector de Yanahurco. Ahí se construyó hace seis años un reservorio para captar el agua lluvia para los campos. La fosa tiene capacidad para guardar unos 1 500 metros cúbicos.
Una de las tareas pendientes es realizar las escrituras del páramo comunitario. Con esa acción se delimitará la frontera agrícola, explica Quinche.
Sin embargo, han retirado el ganado de las inmediaciones de las vertientes de agua para frenar el deterioro de la vegetación y evitar la contaminación.
Esa es una de las acciones que han realizado con los comuneros, para que tomen conciencia sobre el valor de proteger las áreas verdes, señala Aníbal Tuquerres, responsable de ambiente de La Chimba.
También preparan un proyecto para la designación de guardaparques comunitarios, cuya misión será la protección de estas áreas montañosas.
“Aunque no hemos tenido mucho apoyo de entidades públicas y privadas, hemos hecho algunas acciones que en el futuro servirán a nuestros descendientes”, dijo Tuquerres.
Para la Confederación del Pueblo Kayambi, lo que se debe resaltar es el manejo comunitario de los páramos, que funcionan como una esponja natural. Según Agustín Cachipuendo, líder de la organización, cada parcialidad kayambi debe organizarse y trabajar teniendo como eje principal este principio.