Mientras las áreas dedicadas a la agricultura y ganadería se expanden, los encuentros entre personas y fauna silvestre cada vez son más comunes. Esta interacción se ha transformado en lo que se conoce como un conflicto humano-animal y ahora es una de las principales amenazas para las especies.
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Fondo Mundial para la Naturaleza, revela que la coexistencia entre personas y animales está afectando especialmente a osos, elefantes y grandes felinos. Según el estudio, los humanos y la fauna silvestre comparten el 56% de la superficie del planeta. Esto ha despertado el debate de si es posible una coexistencia entre ambos.
Algunos ejemplos de los impactos de este conflicto en el mundo, son la muerte de 405 elefantes en Sri Lanka, en 2019, y el deceso anual de 150 leones por año en Tanzania.
Andrés Laguna, biólogo encargado del componente de Investigación para la Conservación de la Prefectura de Imbabura y director Científico de Big Mammals Conservation, explica que este es un problema en incremento.
En Ecuador, los grandes carnívoros han sido afectados por este conflicto. Laguna dice que son desplazados de su hábitat natural e ingresan en áreas ganaderas en la cordillera.
En este sitio, el ganado carece de un manejo sostenible y muere con frecuencia a causa de enfermedades y accidentes. Su carne se convierte en el cebo ideal para que los grandes carnívoros encuentren fuentes alternativas de alimento.
Este es el inicio de las interacciones que, además de generar graves problemas ambientales, causan impactos sociales y económicos en las poblaciones rurales.
Desde 2009 a 2020, el animal que registró mayor interacción fue el oso andino, con el 69%; seguido del puma, con el 24% y el jaguar, con el 4%.
El mayor número de interacciones ocurrió en Imbabura, con el 44%; seguido del Carchi, con el 19%. En la primera provincia, los conflictos por ataque al ganado se incrementaron de dos a 14 parroquias.
Laguna explica que se están desarrollando acciones conjuntas con los gobiernos autónomos locales, las oenegés y la academia para entender la gravedad de la situación por parroquias y gestionar recursos para las pérdidas económicas.
La idea es velar por la soberanía alimentaria de estos asentamientos rurales y su economía. Por eso, están trabajando en un sistema de alertas tempranas para identificar tendencias y prevenir los conflictos.
“Ellos no buscan problemas, solo buscan comida”, dice el especialista, que este año se integró a la red internacional de expertos de la Comisión de Supervivencia de Especies (CSE) de la UICN y al Grupo de Especialistas de Osos del mundo. Otro paso importante es la recuperación del alimento natural de los animales que están en riesgo.
El cóndor andino es una especie que está gravemente afectada por este conflicto. Fabricio Narváez, coordinador de Proyectos de la Fundación Cóndor Andino Ecuador, explica que todas las amenazas del ave están vinculadas a esta interacción. Los envenenamientos, por ejemplo, causaron la muerte del 13% de la población de cóndores en un año.
La fundación está trabajando en un nuevo sistema de atención inmediata. La idea es coordinar acciones con los especialistas de cada especie relacionada a este conflicto y realizar un acompañamiento para una convivencia pacífica entre las personas y la fauna silvestre en estas localidades.