En Totoras Cucho hay 365 hectáreas de páramos bajo conservación comunitaria. Foto: Glenda Giacometti/El Comercio
Totoras Pamba y Totoras Cucho son dos comunidades vecinas situadas en los páramos de Achupallas, en Alausí. Ambas comparten el nombre, la cultura y las actividades productivas, pero el paisaje luce diferente, a pesar de que las dos están a la misma altura y en el mismo ecosistema.
En Totoras Pamba ya no se ven pastizales altos, ni ojos de agua naturales. Casi todo el terreno tiene pastos forrajeros para alimentar al ganado.
“El verano siempre nos asusta. Cuando deja de llover, nos quedamos sin agua para regar los cultivos e incluso para consumo familiar. Antes teníamos en abundancia”, cuenta Manuel Guamán, presidente de la comunidad, situada a 4 050 metros de altura.
Allí habitan 190 familias que dependen de la agricultura y la producción de leche para subsistir. Ellos se sumaron a la iniciativa del Gobierno Provincial denominada Cochas de Altura, una antigua técnica ancestral utilizada para recuperar las vertientes y conservarlas en la temporada seca.
La técnica consiste en hacer lagunas artificiales, alimentadas por canaletas que recogen el agua que libera la vegetación de páramo. “Las plantas actúan como esponjas naturales que absorben y liberan lentamente la humedad del ambiente. La idea es concentrar el agua en espacios donde presumimos que antiguamente hubo lagunas naturales”, cuenta Hernán Oleas, técnico de la Unidad de Gestión Ambiental.
El agua que se concentra en las lagunas se filtra en la parte alta de las montañas, mientras que en la parte media y baja de los cerros el caudal se incrementa e incluso aparecen nuevas vertientes que pueden ser captadas para consumo.
“Es una técnica probada. Hemos tenido excelentes resultados en otros sectores de la provincia donde ya tenemos cochas de altura que funcionan desde hace cuatro años”, explica Oleas. Según él, esta técnica de conservación no es moderna; fue utilizada por los Paltas en el sur del país hace centenares de años.
Incluso permanece en la memoria oral de algunos pueblos indígenas, que la llaman siembra y cosecha de agua. Cuando el proyecto se inició en la comunidad Pichán Central, en Guano, los más ancianos ayudaron a los técnicos a ubicar los mejores sitios para instalarlas.
Unos meses después el agua volvió a brotar por las vertientes y a descender por las tuberías. Esos buenos resultados los motivaron a replicar el proyecto en otros sitios.
Recuperar la vegetación no es una tarea sencilla. Debido a la altura y a la falta de oxígeno, el metabolismo de las plantas y animales funciona diferente y es más lento de lo usual. La vegetación natural perdida en las quemas de pajonales y en los terrenos intervenidos por la siembra, tarda entre 15 y 50 años en recuperarse.
La comunidad cuenta con dos cochas de altura que ya empezaron a cambiar el paisaje, y los habitantes están tan entusiasmados con el proyecto que incluso cedieron terrenos y esperan construir más cochas de altura por su cuenta.
El panorama es distinto en Totoras Cucho, ubicada a solo 10 minutos de distancia de sus vecinos. Allí, en la parte alta y baja de la montaña, habitan 130 familias y muchos de ellos aún son escépticos a los resultados que pueda dar al proyecto y a los beneficios que cada familia recibirá.
Allí hay 365 hectáreas de páramos conservados que pertenecen a 33 familias, que habitan en la parte alta de la montaña. Ellos donaron una pequeña extensión de terreno para recolectar el agua y ayudar a la recuperación de vertientes en la parte media y baja.
Las opciones del Gobierno Provincial para las personas que cuidan los páramos incluyen proyectos productivos para mejorar sus ingresos. El mejoramiento de pastos para mayor producción de leche, por ejemplo, es uno de los proyectos con más resultados obtenidos en la localidad.