Así lucen lo que alguna vez fue un bosque poblado: restos de árboles arrancados para su uso como carbón vegetal y leña en Zambia. Foto: EFE
Es casi mediodía y el sol es abrasador en Lusaka, la capital de Zambia; Los 34 grados centígrados que marca el termómetro son impropios de noviembre. El comienzo del verano austral está siendo inusual, una llamada más de atención frente a la crisis climática.
“Bueno, al menos con el Sol así, mi mercancía no corre el riesgo de empaparse de lluvia”, se consuela Thomas Daka, un comerciante de carbón vegetal que vende en el mercado de Kabwata, en el corazón de Lusaka.
Este vendedor cree que ha sido “un año realmente bueno” para su sector. Los cortes de electricidad constantes que se vivieron los últimos meses han llevado a alternativas: “vendo más de 60 bolsas al día”, confiesa a EFE Daka.
Él supo ver un nicho en el mercado, por muy controvertido que fuera, que le está sirviendo para costearse una nueva casa. “¿Pero el carbón se está cargando los bosques?”, se le plantea.
Y él, sudando profusamente por el calor sofocante, se encoge de hombros: “Para mí es una oportunidad. Es la compañía eléctrica la que tiene la culpa, no los comerciantes de carbón“.
Los ambientalistas de este país del sur de África discrepan profundamente. Están siendo testigos, primero, de cómo crecía la degradación de bosques; y ahora, de los efectos que la deforestación están trayendo.
La mayor presa de África, con poca agua
Las malas políticas ambientales, sumadas a una racha de malas lluvias, ha provocado un clima extremo con consecuencias muy visibles: la disminución del agua en la presa artificial más grande de África, el lago Kariba, en la frontera de Zambia y Zimbabue.
Las aguas de este lago proveen de energía a gran parte del país, gracias a la central hidroeléctrica gestionada por la empresa estatal Zesco, que ahora es incapaz de generar energía suficiente.
Poca lluvia, poca agua en el lago y poca energía. Un combo que ha provocado cortes constantes de electricidad en las casas de toda Zambia, que comenzaron en junio pasado con dos horas, pero que llegan en la actualidad a interrupciones diarias de hasta 15 horas.
La compañía eléctrica trató e mantener un suministro constante de energía a industrias críticas como la minas de cobre en el norte del país -una de sus principales fuentes económicas-, hospitales y alguna otra industria.
El director de Zesco, Victor Mundende, dice que la compañía planea construir plantas adicionales de energía hidroeléctrica y, por primera vez en el país, una planta de energía solar de 700 megavatios.
Pero nada de esto verá la luz hasta, por lo menos, abril del año que viene.
El carbón, la única alternativa
Sin otra solución frente a los apagones constantes, muchos optaron por buscar fuentes alternativas de energía para cocinar, iluminar sus casas por la noche y, en definitiva, poder continuar con sus vidas. Y la fuente más fácil es el carbón y, en menor medida, la leña.
“Entre junio y octubre, cuando comenzaron estas largas horas de cortes de energía, hemos visto un dramático aumento de la demanda de carbón vegetal”, dice a EFE la ambientalista Anne Mumba.
“Se ha vuelto casi imposible para nosotros controlar el comercio de carbón porque todos los días se entregan cientos de bolsas a los comerciantes en Lusaka y a otros vendedores -legales e ilegales- en áreas urbanas”, comenta esta experta, que trabaja en una de las reservas forestales que se encuentran a las afueras de Lusaka para proteger los bosques de la tala indiscriminada de árboles.
Según Mumba, el 75% de los hogares en áreas urbanas utilizan todos los días carbón. “Lo que más nos preocupa ahora es que los quemadores de carbón han visto lo lucrativo que es el comercio de carbón”, lamenta.
Además, la última encuesta que realizó junto a su equipo revela que 1 000 kilos de madera sólo produce 10 kilos de carbón vegetal, ya que las técnicas de producción son muy pobres.
“¡Puedes imaginar cuántos árboles se cortan para producir 1 000 kilogramos de madera!”, agrega.
Para tratar de contrarrestar ese problema, los ecologistas presionan al Gobierno para que adopte medidas más estrictas contra la quema de carbón.
Unas demandas que han sido parcialmente escuchadas con éxito por el Ejecutivo, que introdujo mecanismos para monitorizar de forma más efectiva los bosques y protegerlos de las mafias.