En medio del bosque de la comunidad de San Miguel de la parroquia azuaya de Molleturo existen rocas de diferentes tamaños y entre ellas brotan las aguas termales. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO
Los árboles de guayacán, laurel, alcanfor, entre otros, cubren el paisaje de la comuna San Miguel, en las estribaciones de la parroquia cuencana de Molleturo. Esa vegetación crece sobre piedras volcánicas desde donde emergen las aguas termales.
La comuna está ubicada a dos horas y media al oeste de Cuenca, en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Cajas. Al poblado se llega por la vía Molleturo-El Empalme, que une Azuay y Guayas.
Un total de 60 familias que habitan la zona son dueñas de un bosque comunal de 2 780 hectáreas. Ellos protegen su riqueza acuífera-volcánica, así como la flora y la fauna. Tienen la titularidad de estas tierras desde 1978, comentó uno de sus socios, Pedro León.
De acuerdo con las investigaciones, esta zona se formó luego de una erupción volcánica hace millones de años, como ocurrió con el Parque Nacional Cajas. En diferentes sitios del bosque hay vapor y chorreras humeantes que brotan entre las piedras.
“El magma calienta las aguas subterráneas y las enriquece con minerales como el azufre, calcio, hierro, potasio y sodio, antes que emerjan a la superficie”, dijo León. Esta fuente fue descubierta a partir de 1975, cuando se establecieron los primeros comuneros.
Desde los 180 metros de altitud hasta las montañas (1 800 metros), la flora y fauna se nutren del privilegiado clima. La parte baja está aprovechada con cultivos de cacao, cítricos, aguacate, camote, yuca, guineo y árboles frutales.
En las partes media y alta, en cambio, está el bosque húmedo. En 1999, luego de las charlas recibidas por técnicos del Ministerio de Ambiente sobre la importancia de esta reserva y las ventajas de su conservación, las familias empezaron la protección y cuidado.
“Estamos a punto de conseguir la declaratoria de Área de Conservación Nacional”, contó Mesías Guayllas, quien coordina la comuna. En la actualidad, ellos trabajan en la definición de los senderos, puntos georeferenciales de los sitios importantes como cascadas y cerros y en la colocación de los linderos.
Este título llegará también con el desembolso de recursos económicos para el desarrollo de los programas de conservación. Los habitantes planean fortalecer la actividad turística. Para ello, la comuna tiene tres piscinas de aguas termales abiertas a los visitantes.
En la parte alta de la reserva natural hay orquídeas y escorrentías que alimentan a riachuelos y sistemas de agua para riego y consumo humano. Mientras se avanza, se atraviesa por chorros de agua fría y calientes y cascadas.
Los habitantes de San Miguel conocen con precisión los sitios donde brota el agua caliente, cuya temperatura supera los 30 grados. El olor a azufre determina el entorno y el color del agua varía entre el marrón y verde, por efecto de los árboles circundantes.
Ese entorno es ideal para bañarse al aire libre, en medio de los frondosos árboles y las rocas gigantes revestidas de musgos, orquídeas y otras especies. El agua cae entre las rocas o corre por el suelo.
Hay ardillas, aves, cusumbos, venados, sajinos, tigrillos y osos de anteojos. Como parte de la conservación, los socios realizan mingas y recorridos de inspección en la reserva para alertar posibles invasiones o incendios. “Está prohibida la cacería de la fauna, incluida la guanta, que antes era carne de consumo”, dijo Guayllas.