Una caminata para socializar el alzhéimer se realizó el domingo 20 de septiembre. Foto: María Isabel Valarezo/EL COMERCIO
Cuando Marlene Granja, experta en Pedagogía, se reúne con sus ‘alumnos’, en una sala pequeña donde predomina el color blanco, los mira fijamente a los ojos, les sonríe, les da confianza, les presta atención…
Cuando alguien extraño llega a su sala, donde dicta su taller analítico y comprensivo de lectura, pide que haga lo mismo. A los visitantes les sugiere presentarse –con nombre y apellido- y, después, solicita lo mismo a sus ‘alumnos’.
Más tarde, el visitante, como si se tratara de una dinámica, recita cada uno de los nombres. Los ‘alumnos’, en cambio, mencionan el suyo. Más allá de un juego que provoca risas cuando alguien olvida un nombre, esa actividad tiene como objetivo poner a trabajar la memoria.
Sus ‘alumnos’ tienen la enfermedad de Alzhéimer, un trastorno encefálico de deterioro crónico y progresivo que trae consigo problemas para recordar, aprender y razonar. Los principales síntomas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), son: pérdida progresiva de habilidades y funcionamiento mental, pérdida de memoria, confusión…
Cecillia Ordóñez, directora del Centro Alzhéimer Fundación Tase, cuenta que la enfermedad ataca al adulto mayor, pero no descarta que pueda aparecer en personas jóvenes. Según Tase, la enfermedad, que afecta al cerebro, representa hasta el 70% de todos los tipos de demencia que existen, aunque todavía no se registran cifras oficiales.
Un estudio realizado por Alzheimer’s Disease International/ Bupa Report, en el 2013, calculó que actualmente existen unas 58 000 personas con este padecimiento en el país.
Para ayudarlos a sobrellevar esta enfermedad -a familiares y afectados-, precisamente, Ordóñez creó Tase, en el 2011, cuyo lema es “trascender con amor, servicio y excelencia”. Y con ese mismo objetivo se vinculó Granja, hace tres años.
Ella es una de los 10 voluntarios que colaboran en Tase. Granja visita a sus alumnos todos los lunes y en una hora de taller les pide leer, razonar, recordar… La mayoría de los participantes le ‘sigue el hilo’, otras recorren la sala con sus ojos y otras se desconectan. Cuando esto último sucede, una asistente los regresa a nuestra realidad y Granja continúa.
Otras personas se reúnen con los familiares o cuidadores de personas con alzhéimer para dialogar y encontrar una forma de desahogo. Los encuentros se realizan en Quito: La Paz y La Primavera; y en Guayaquil.
Por la satisfacción que deja el voluntariado, otras personas colaboran con Tase en la parte legal, en la difusión de sus actividades, en la realización de talleres y actividades afines.
Ordóñez dice que el número de voluntarios cambia cada cierto tiempo, pero que siempre cuenta con personas interesadas en hacer más llevadera la vida de las personas que padecen de alzhéimer.
En el Centro de Apoyo de Tase se han dictado talleres de manualidades, de dibujo, de pintura, de música… “Las destrezas de cada voluntario son bienvenidas”, explica Ordóñez, quien abrió la Fundación inspirada en la madre de su cuñado, que también padeció esta enfermedad.
Una muestra del trabajo que realizan los voluntarios se visibilizó el domingo pasado, 20 de septiembre, día en el que se realizó una caminata para socializar con quienes tienen dicho trastorno. Ellos, con mensajes a través de redes sociales, difundieron la información y lograron congregar a decenas de personas en un recorrido de 2 kilómetros.
A esa cita acudieron personas afectadas, voluntarios y quienes se sienten familiarizados con esa enfermedad. La caminata se realizó a propósito del mes del alzhéimer. El domingo, en cambio, habrá una casa abierta, en Tumbaco, para observar las terapias.