Mayra Jinde Tisalema, de nueve años, camina 15 minutos para llegar a la escuela Fiscal José Mejía Lequerica. Viste un calentador plomo, que es el uniforme que entrega de forma gratuita el Gobierno a los alumnos de las escuelas y colegios rurales.
La entidad está ubicada a los pies del Carihuairazo, en el centro del caserío San Pablo en la parroquia Santa Rosa, a 40 minutos de Ambato. El viento gélido de las 07:00 parece no molestar a las docenas de niños que llegan caminando igual que Mayra, desde varias comunidades.
Esta niña está en cuarto año de básica. Va a su aula y deja su maleta. Recoge su jarro de metal que tiene guardado en una repisa y va al comedor, que fue construido hace tres años con los aportes de los padres de familia. Pero aún no han podido pintar las paredes.
Allí la esperan sus compañeros para desayunar. En la escuela estudian 150 niños de la zona.
Según su director, Edson Aguilar, con la sectorización que se realizó este año los alumnos han aumentado un 10%. Ahora, también ofrecen educación inicial, aunque no tienen aún aulas.
En el comedor está adecuada temporalmente la cocina. Al fondo hay dos largas mesas de cemento con azulejo azul y blanco. Ahí comen todos los días el desayuno y el almuerzo escolar que proporciona el Gobierno, a través del Programa de Alimentación Escolar (PAE). En este centro educativo, todavía reciben las dos raciones, porque aún tienen un sobrante del año pasado.
Este excedente durará por lo menos tres o cuatro meses más y se compone de arroz, azúcar, sardina, atún y aceite. Pero para el resto del año la ración de comida del mediodía se suprimió, así lo decidió el Gobierno (ver nota).
María Caiza es la encargada de preparar y servir la comida a los pequeños. Ella colabora en el Centro Educativo con el aporte de los padres de familia, que también complementan el almuerzo con verduras, frutas y hortalizas. Contribuyen con USD 2 al mes.
El desayuno de ayer fue una colada de vainilla con dos cucharadas de granola, hecha con avena, soya, ajonjolí, miel, coco y banano.
Además, los niños desde este año reciben una barra de granola, un paquete de galletas simples y otra de rellenas. Estos componenentes se alternan cada día.
Los niños de esta escuela no saben que desde este año ya no recibirán su almuerzo escolar. Sus padres, en cambio, salen a trabajar en las primeras horas de la mañana confiados de que recibirán las dos comidas. Ellos, por lo general, regresan a casa en la tarde.
Milton Amaguaña tiene 10 años y al igual que a Mayra le encanta desayunar y almorzar en la escuela. Cuenta que su madre sale a trabajar en Ambato y que su padre vive en Quero. “Ella está tranquila porque sabe que estoy bien alimentado en la mañana y en la tarde”, dice contento. Él vive en Juan Benigno Vela, a media hora de este caserío.
Aguilar dice que los profesores y padres saben que con esta alimentación los niños trabajan bien en clase y en la casa hacen sus deberes. “Antes había estudiantes que no comían nada y su rendimiento era muy bajo. Ahora todo ha cambiado”. Además, cuenta que llegan con ánimo y sin retrasos. El director, que tiene 12 años en la entidad, está preocupado porque no sabe qué pasará luego con los alumnos. Según él, los padres no pueden atender a los pequeños y muchos no comerán o tendrán que prepararse el almuerzo si es que tienen los recursos para hacerlo. Duda que continúen realizando sus deberes.
Nancy Martínez, profesora de segundo año, señala que “nadie garantiza que vayan a comer en sus casas”. Para ella la nutrición estaba garantizada hasta el año pasado. Ahora no. Dice que hasta las enfermedades aumentarán.
Los alumnos de la Escuela José Mejía Lequerica no saben que en poco tiempo ya no tendrán almuerzo. Jessica Chulcomanobanda confía que no ocurrirá eso.
A esta niña de 9 años le preocupa no tener qué comer en su casa. Dice que quien haya tomado la decisión debería cambiarla.
En Tungurahua existen 410 escuelas y se prevé que recibirán 42 000 raciones a partir del próximo lunes.
Así como en esta provincia, en Quito, aún no llega el desayuno escolar a todas las escuelas.
Un caso es el jardín de infantes Patricio Romero, en el sur de la capital. El lunes en la inauguración del año lectivo Zulema Navarrete, directora del plantel, pidió a los padres de familia que envíen la lonchera a sus hijos.
Mercedes Guamán, una madre de familia, opinó que el desayuno escolar es una ayuda porque tiene tres hijos y a todos debe darles la colación. Gladys Pilicita, otra madre, está dispuesta a colaborar en la cocina si fuera necesario, pero que a sus hijos les den colación.
Justo Tobar, coordinador nacional del Programa de Alimentación Escolar (PAE), indicó que el reparto se inició la semana pasada y que hasta viernes 10 se espera cubrir con todas las escuelas.
Para ser beneficiario del PAE, una escuela debe demostrar la organización y compromiso de los padres de familia y maestros.
Ellos deben conformar las comisiones de la alimentación escolar y asumir la responsabilidad de entregar las raciones a los niños.
La entrega de las raciones se realizará cinco veces al año, cada una tendrá una reserva para 40 días.
El seguimiento y monitoreo de este tipo de cobertura lo efectúan los coordinadores provinciales del Programa y los supervisores de educación.
Otros elementos
La institución tiene tres años esperando que la Dinse les ayude con cerramiento, mejoras construcción de aulas que faltan.
Hoy quinto y sexto año reciben clases en una sola aula y con una profesora. No hay maestra de ciencias naturales. Sí tienen un kit completo de laboratorio.
La escuela se ha mantenido por autogestión. Hay logrado hacer el comedor, adecuar baños, enlucir la entrada a las aulas.
La alimentación escolar en el país inició en 1985 bajo el nombre de Colación Escolar, desde 1995 funciona como Programa de Alimentación Escolar (PAE).
En la web del PAE, se verifica cuántas raciones alimenticias reciben las escuelas rurales, fiscales y fiscomisionales.
Para beneficiarse , una escuela debe demostrar la organización y compromiso de los padres de familia y maestros.
Punto de Vista
José Alvear / Médico nutriólogo
La decisión debe ser cambiada
Creo que la decisión debe ser reveida, sobre todo considerando el nivel de pobreza extrema en que vive la población rural.
La ayuda que se daba , a través de este complemento alimenticio, aportaba con unas 250 a 300 a 250 calorías, y que en algo mejoraba las condiciones nutritivas de los niños y niñas.
De cualquier manera, esta complementación en la alimentación escolar es fundamental para conseguir una mejor respuesta en el rendimiento escolar y una eficiencia estudiantil.
Me imagino que los técnicos que idearon la nueva complementación alimentaria debieron calcular la cantidad de energía que esta va aportar.
Pero tiene que quedar claro que los modelos complementarios de alimentación deben modificarse en el tiempo. Hay que considerar los costos, por ejemplo, la preparación, el consumo de energía y otros aspectos.