La bailarina cubana Alicia Alonso murió este jueves 17 de octubre del 2019 en La Habana a los 98 años. Foto: EFE.
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, conocida en el mundo de la danza y la cultura como Alicia Alonso, nació en La Habana, Cuba, el 21 de diciembre de 1920. Fue hija de padres españoles y la última de cuatro hermanos.
Muy temprano sus brazos, piernas, pies, corazón y mente y, todo su cuerpo, consciente e inconscientemente comenzaron a manifestarse, entonces surge la necesidad de dar forma y sentido a esas infantiles expresiones corporales. A los 9 años ingresa a la privada Sociedad Pro Arte Musical de La Habana y con Nikolai Yavorsky, inicia su formación dancística.
Crece la niña y su vocación se vuelve un torrente, el público y los críticos que la ven en los escenarios habaneros palpan que están frente a una promesa que pronto copará la atención mundial. Su primer baile en la isla fue el “Grand Vals” de la “Bella Durmiente”, en el antiguo Teatro Auditorio de la capital.
Más fuerte y más brillante que sus pupilas
Muy temprano, cuando apenas tenía 17 años afronta un problema visual que le marcó toda su vida. Prácticamente perdió la vista y los escenarios para ella eran una sombra, tuvieron que adaptar luces especiales e implantar una vigilancia especial de sus compañeros, para evitar un traspié.
Pasaron algunos meses, hasta que una cirugía en España la devolvió un poco de visión, pero el tratamiento posoperatorio recomendaba el uso de corticoides con el peligro de ensanchamiento corporal. Entonces se presenta una disyuntiva, recuperar la vista a cambio de la danza o seguir bailando con el diagnóstico implacable de la pérdida progresiva y total de la visión. Se quedó con el ballet y sus ojos con el transcurso de los años fueron perdiendo su brillo, hasta quedar a oscuras.
Era muy joven y se había propuesto triunfar a pesar de esta contingencia.
Estudia y triunfa en los Estados Unidos
La bailarina cubana Alicia Alonso durante una conferencia de prensa en octubre del 2007 en La Habana. Foto: AFP.
Adolescente aún en las tablas, labra su destino romántico y sentimental. A los 15 años se casa con el también bailarín, Fernando Alonso, con quien viaja a los Estados Unidos a continuar su formación en el American Ballet Theater de Nueva York, con los maestros, Anatole Vilzak, Ludmilla Shollar, Enriko Zanfreta, Alexandra Fedorova, entre otros. Más tarde, Vera Vólkova, será su instructora en Londres, Inglaterra.
Mientras estudia en suelo estadounidense decide asumir el apellido de su esposo y desde entonces y hasta su desaparición física se la conoce como Alicia Alonso. Antes en Cuba se presentaba como Alicia Martínez, su nombre original.
En 1938 comienza a actuar en el America Ballet Theater, convirtiéndose pronto en su mejor bailarina. Pero para hablar de Alicia Alonso hay que volver al 2 de noviembre de 1943, martes, Día de los Difuntos en el mundo católico occidental.
Esta fecha marca un antes y un después para nuestro personaje y el ballet clásico y romántico de Iberoamérica y el mundo. Ese memorable día, la cubana reemplazó a Alicia Markova y protagonizó la mundialmente famosa obra francesa del siglo XIX, ‘Giselle’, historia de una inocente campesina, engañada y convertida en Willy (fantasma), que fue interpretada y encarnada magistralmente por la caribeña. En otro momento interpretó con igual suceso ‘Carmen’, obra romántica española.
Alicia Alonso y Batista
Cargada de fama y expectativas regresa a su patria y funda en 1948 el Ballet Alicia Alonso, donde se forman los bailarines que con su compañía recorren América Latina, Europa y los Estados Unidos. A inicios de los años 50, Fulgencio Batista llega al poder mediante un golpe de Estado y la cultura, especialmente la danza, sufre recortes presupuestarios.
Más tarde Fidel Castro irrumpe en la vida política de la Cuba, primero con la toma del Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953 y luego en 1956 con la instalación de la guerrilla de los barbudos en la Sierra Maestra, frente a lo cual Batista intenta politizar el ballet y convertirlo en un medio de propaganda, pero la negativa frontal de Alicia Alonso, hace fracasar la pretensión del dictador, quien decide asfixiarla económicamente.
Las circunstancias le obligan a abandonar el país, pero antes recorre la isla denunciando la situación y recibiendo la solidaridad. En ese momento resuelve no volver a bailar en Cuba, mientras se mantenga en el poder Fulgencio Batista.
Se instala nuevamente en los Estados Unidos y continúa ejerciendo su vocación en compañía de algunos bailarines que lo acompañaron.
El mimo francés Marcel Marceu saluda a Alicia Alonso en La Habana en el 2005. Foto: AFP.
Regresa a Cuba para siempre
Hasta que en 1959 con el triunfo de la Revolución regresa definitivamente a su patria y comienza una nueva etapa en su carrera. Su agrupación desde entonces toma el nombre de Ballet Nacional de Cuba y recibe todo el apoyo para la formación y la difusión de la danza clásica.
Más tarde se convierte en embajadora cultural de la isla y en la primera bailarina absoluta e ícono de la danza clásica y romántica del mundo, en el siglo XX. Fundó y dirigió el Ballet Nacional de Cuba hasta el final de sus días.
Alicia Alonso con su accionar y sus triunfos engrandeció a su patria y la puso en el pináculo de la danza mundial. Fue la primera baletista de occidente y de Latinoamérica en presentarse en escenarios de la ex Unión Soviética bailando en Moscú y Leningrado, con las famosas compañías Bolshoi y Kirov.
Con una presencia de más de seis décadas en los escenarios de todo el mundo, compartió tablas con las mejores figuras coreográficas de su época, como: Mijail Fokine, George Balanchine, Leonide Massine, Bronislava Nijinska, Antony Tudor, Jerome Robbins, Agnes de Mille, entre otras. Bailó como invitada en las compañías, ballet y óperas más famosas del mundo, como también sus versiones coreográficas clásicas alcanzaron renombre internacional y fueron interpretadas por las más importantes bailarinas y grupos de todos los continentes.
Hasta hoy son celebradas sus presentaciones de ‘Giselle’, ‘Carmen’, ‘Don Quijote’, ‘La Bella Durmiente’, ‘Romeo y Julieta’, ‘Cascanueces’, ‘Sueño de una noche de verano’, y una lista interminable de su histórico repertorio.
Cientos de reconocimientos, preseas, homenajes, doctorados honoris causa, cátedras en su nombre, foros, festivales y una infinidad de manifestaciones de exaltación e inmortalización del aporte a las generaciones pasadas, actuales y futuras, recibió en su Cuba, en América Latina, Estados Unidos, Europa, Asia y África.
Fidel castro le dio el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba a la bailarina Alicia Alonso. Foto: AFP.
Alicia Alonso entre nosotros
Alicia Alonso ha visitado y se ha presentado varias veces en Ecuador. En 1949, con su recién creado Ballet que llevaba su nombre actuó para el público quiteño. Hubo otras ocasiones y la última fue en el 2011, cuando vino a impulsar el programa Arte sin Barreras promovido por el entonces vicepresidente Lenin Moreno. En esa oportunidad la famosa compañía cubana se presentó en Guayaquil y Quito.
También los ecuatorianos le debemos a Alicia Alonso la formación de muchos de nuestros bailarines y la presencia de sus discípulos en nuestro país, mediante convenios de intercambio cultural.
Nostalgia por el baile
Alicia Alonso, no se dejó doblegar por su dificultad visual, la sobrellevó con altura y dignidad. Nunca tropezó y peor cayó, el público jamás notó su deficiencia y sus bailarines estuvieron pendientes de cualquier contingencia.
Después de 1995 cuando dejó las tablas y se dedicó a la enseñanza, siempre añoraba bailar y según decía lo hacía con la imaginación y el corazón.
Tuvo hasta el final una lucidez y brillantes mental, no se dedicó a escribir sus memorias, porque según decía el tiempo lo dedicaba a vivir y no ha contar lo vivido, pero si rememoraba los tiempos del Ballet Nacional de Cuba durante las tensas relaciones entre La Habana y Washington.
La ruptura de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, al principio afectó al Ballet, pero a partir de 1975 la situación se normalizó en alguna medida y el intercambio cultural se retomó, decía Alicia Alonso, al recordar aquellos tiempos y llenarse de optimismo con el acercamiento de los dos países, después de más de medio siglo de divergencias. Con esperanza recibió la visita a La Habana del presidente estadounidense, Barak Obama, quien saludó, abrazó y emitió palabras elogiosas a la diva de la danza cubana y mundial, en el teatro que lleva el nombre de la bailarina.
La bailarina cubana Alicia Alonso será velada este 19 de octubre del 2019 en el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre. Foto: EFE.
Legado
En 1995, es decir cuando tenía 75 años de vida, dejó las zapatillas y asumió plenamente su tarea de formadora. Para entonces había perdido completamente la visión, pero nunca perdió el equilibrio, el carácter y su compromiso ético y humano con su país y su pueblo. Por eso cuando se le averiguaba sobre el legado, decía que deja una escuela, un estilo, una técnica, una estética, una tradición, una compañía organizada y una historia.
Siempre recalcaba que aparte de enseñar a bailar también les transmitía principios y valores con lo que no será muy difícil reemplazarle en la dirección del Ballet Nacional de Cuba y mantener su prestigio y papel en la vida cultural de la isla.
Hasta el final de sus días vivió el ballet, imaginándolo y bailando con el corazón. Amó la vida y la danza y al amanecer pensaba en ellas, como pensaba en una de sus obras maestras, haber incidido en la formación de 4 bailarinas que alcanzaron fama mundial y las llamaban las “joyas”: Loipa Araujo, Aurora Bosch, Josefina Méndez y Mirta Plá.
Sus hijas Laura y Maitre y su segundo esposo, Pedro Simón, serán quienes concreten y vigilen este rico e incomparable legado para Cuba y la humanidad.