Alertas que deben saltar del estudio a la acción global

En países como Polonia se desarrolla tecnología para identificar varios patógenos a la vez

No se trata de un tema de mirar en una bola de cristal o de hacer cálculos basados en la posición de los astros en determinado momento. La Universidad de Oxford (número 5 en el ‘ranking’ QS de las mejores del mundo para el 2021) fundó en el 2005 un Instituto del Futuro de la Humanidad, con un equipo multidisciplinario de brillantes investigadores que “explora qué puede hacerse ahora para asegurar un futuro floreciente a largo plazo”, según apunta su sitio web.
El 23 de septiembre del 2019 la palabra pandemia era mayoritariamente parte del vocabulario de documentos clasificados de Inteligencia de las grandes potencias -como el que dejó en Estados Unidos la administración Obama en el 2016 sobre el brote de ébola en meses anteriores- y de conferencias como la que ofreció Bill Gates en el 2018 en la Conferencia de Seguridad de Múnich. En esa fecha, los académicos de este centro de estudios con sede en Reino Unido fueron más allá, y publicaron un documento con una imagen más amplia: la ‘Hipótesis de un mundo vulnerable’.
Explicado en pocas palabras, el trabajo afirma que “hay un cierto punto de avance tecnológico en que la civilización casi con certeza se destruye, a no ser que se implementen grados históricos y extraordinarios, sin precedentes, de políticas preventivas y/o gobernanza global”. Y en otro de sus capítulos plantea la posibilidad de que un microorganismo capaz de matar a miles de millones de personas en el planeta provenga incluso de un solo individuo “con entrenamiento básico en biología”.
La revisión de reportes noticiosos y documentos oficiales muestra una coincidencia: en esa misma fecha, la 74° Asamblea General de Naciones Unidas organizaba una reunión de alto nivel sobre cobertura sanitaria universal. Ahí se afirmó un compromiso respecto a “una mayor inversión en los sistemas de salud para reforzar la atención primaria”, un tema cuya importancia nadie niega, pero los altos representantes gubernamentales que suscribieron el acuerdo no hablaron nada respecto a riesgos latentes, como el que terminó convirtiéndose en una pesadilla que ya la historia juzgará si está entre las peores que ha vivido la humanidad.
El temor a que las lecciones aprendidas del embate del SARS-Cov-2 se limiten a los asuntos más superficiales e inmediatos lleva a Tom Standage, editor adjunto de la revista The Economist, a desear la mejor de las suertes a este tipo de estudiosos y activistas.
En su carta introductoria a la edición especial ‘El Mundo en el 2021’ de esa publicación, afirma que el trauma aún no superado por la nueva cepa del coronavirus abre una “estrecha ventana de oportunidades” para que los grandes responsables de las políticas públicas tomen en cuenta más seriamente otros riesgos hasta ahora desatendidos, como la resistencia a los antibióticos y el terrorismo nuclear.
Respecto al primero, el influyente diario The Financial Times hizo en noviembre pasado una profunda exploración periodística respecto a esta amenaza para la salud pública, a poco más de medio siglo de que los antibióticos revolucionaran la medicina.
Uno de sus gráficos muestra a países como España, cuyo consumo de dosis diarias llegó en el 2020 a 18,4 por cada 1 000 habitantes. Esto obedece, agrega el informe especial, a la presión de los médicos para prescribirlas incluso para infecciones originadas por virus. Igualmente, el gran uso de estos fármacos en la producción de carne y la acuicultura han incrementado la resistencia microbiana, amenazando la disponibilidad de tratamientos que puedan salvar vidas.
El proyecto investigativo sobre el tema financiado por la organización no gubernamental estadounidense The Pew Charitable Trusts urge a una mayor innovación y proactividad en las investigaciones para desarrollar medicamentos más efectivos, pero también a reforzar la infraestructura de controles en los sistemas de salud pública. Y recuerda que se trata de una amenaza global que requiere una preparación conjunta por parte de la comunidad internacional.
Respecto a la amenaza nuclear que no tiene que ver precisamente con la posibilidad de un choque de países poderosos, hace dos meses la ONU y la Interpol anunciaron que empezaron una investigación, proyectada para cinco años, sobre actores no estatales y el uso de materiales químicos, biológicos, radiológicos, nucleares y explosivos.
La OTAN también organiza talleres con miras a una adecuada preparación para “prevenir, responder y mitigar los efectos” de un ataque de esta naturaleza. Por ahora, lo único que queda es observar si se trata del inicio de un proceso que se refleje en ausencia de catástrofes, o digamos algún día “fulano de tal lo advirtió...”.
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