Mujeres que vuelven a ser madres con los niños que han perdido su hogar

Nelly Solis juega todas las tardes con Carlitos, de 4 años, el es el menor de sus siete hijos dentro de la aldea. Foto: Paúl Rivas/El Comercio

Nelly Solis juega todas las tardes con Carlitos, de 4 años, el es el menor de sus siete hijos dentro de la aldea. Foto: Paúl Rivas/El Comercio

Nelly Solis juega todas las tardes con Carlitos, de 4 años, el es el menor de sus siete hijos dentro de la aldea. Foto: Paúl Rivas/El Comercio

No son sus madres biológicas, pero para los niños de la aldea SOS es como si lo fueran. Ellas los cuidan, les dan de comer, juegan y se preocupan de su educación.Son voluntarias que dejaron atrás su hogar, para mudarse con los niños que por diferentes circunstancias se quedaron sin su hogar.

En una de las aldeas, ubicada en el sur de Quito, algunos niños juegan en el patio, mientras otros ayudan a sus madres adoptivas en las tareas del hogar. Todas las viviendas del sitio tienen un número y un nombre que las diferencia.

Se busca que sean lo más acogedoras para los pequeños. Las fotos de toda la familia y las obras de arte hechas por los más pequeños están en paredes y estantes. En el país 5 000 niños son acogidos a través de este programa privado.

En la casa Estori, la jornada empieza cada día a las 05:30. Es una de las 12 viviendas que forman parte de la aldea SOS en el sector de la Biloxi. Mérida Bazurto, junto a sus cinco hijos, preparan el desayuno, arreglan las camas y ella se encarga de darles su medicina y peinar a las niñas para que salgan a su centro de estudios.

Cuando todo queda limpio y arreglado en el hogar, Mérida pide dos taxis, uno para los tres más pequeños y otro para los dos más grandes, Norma de 15 y Manuel de 13. Ella los acompaña para asegurarse que lleguen al aula de clases. Así hace que se sientan más seguros.

La madre, de 48 años, llegó en el 2011 a la aldea. Debido a un problema de salud tuvo que dejar su natal Manabí y se mudó a Quito. Un anuncio en Internet en el que se buscaba madres para hacerse cargo de niños en riesgo le llamó la atención.

Acudió a la aldea y empezó como “tía” de apoyo en una de las casas. Después tuvo a su cargo a nueve niños. Todavía recuerda el primer día que entró a la casa y los reunió a todos en la sala para informarles que ella estaría a cargo del hogar.

En un principio fue todo un reto, porque no se conocían. Pero ahora, las salidas los fines de semana para hacer las compras, los paseos a Manabí y los días de jardinería, se han convertido en sus actividades predilectas.

Los lazos de amor que se llegan a formar con los pequeños es algo “difícil de expresar con palabras”, afirma Gloria Ofelia Martínez, integrante de aldeas SOS desde hace cinco años. Ella es una de las 15 madres sociales que recibió su título en octubre de este año, después de preparar una tesis relacionada a temas de educación. Le permitió pasar de “tía” a “madre” encargada de la casa.

“Madres que quieran ser madres”. Eso se leía en el anuncio que capturó su atención para acudir a las aldeas. Aunque en un principio admite que sentía temor, el recibimiento de los niños y el sentir que podía aportar con algo a sus vidas, fue lo que la motivó a quedarse.

Ahora Ofelia tiene a cinco niños a su cargo, cuatro varones y una niña que, confiesa, es la mimada del hogar. Además, cuenta con el apoyo de sus cuatro hijos biológicos quienes la van a visitar a su nuevo hogar y la ayudan con los pequeños.

Para Mérida es importante el apoyo de su hijo. La única petición que le hizo es que no se olvidara de él. Ahora el joven de 22 años se ha ganado cinco nuevos hermanos.

Para Nelly Solis fue duro separarse de sus hijos más grandes, y el 1 de junio, hace cinco años, empezó con el reto de “ser madre nuevamente”. Para ella, esta es una experiencia que permite que los niños que han sido privados de sus derechos por diversas razones puedan sentir el calor de un hogar.

Ahora Nelly está a cargo de siete niños de entre 4 y 14 años. Hasta hace poco comenta que eran ocho, pero la joven ya cumplió los 18 años y es común que a esa edad se emancipen del hogar. Juntos comparten actividades a diario.

Pintan las paredes de su casa, hacen manualidades y se preparan para festejar la Navidad, con un árbol listo para ser adornado con sus creaciones.

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