En la comuna Aldea Colorada se construyó, hace ocho años, un centro ceremonial con materiales del bosque primario. Fotos: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO
Los centros ceremoniales tsáchilas tienen la forma de un rombo. Están construidos con pambil, paja toquilla, balsa y caña guadúa. Estos cimientos son sagrados para la nacionalidad, ubicada en Santo Domingo de los Tsáchilas, porque son lugares destinados para practicar la medicina ancestral.
En el centro cultural Aldea Colorada hay un espacio de
2 500 metros cuadrados (m²)que se utilizan para hacer rituales de curación. Tiene tres cabañas para curaciones personales, un templo y baños.
Para ingresar al templo se debe atravesar por un camino rodeado de árboles nativos. Este lugar mide 10 m² . El techo es de paja toquilla sostenido con caña guadúa. No tiene paredes, pero el techo se sostiene con cinco troncos de pambil.
Los pacientes se sientan en bancas, de un metro de largo, elaboradas con balsa. Estas rodean a una fogata que es parte de los rituales colectivos. En las cabañas, en cambio, hay una mesa de balsa en la que los chamanes colocan las plantas, pócimas y brebajes con los que curan.
Además hay un espacio triangular, que sirve para hacer las limpias purificadoras. Es de baldosa y mide dos metros de ancho. “Tratamos de que el ambiente natural se mezcle con el moderno para que el paciente se sienta más cómodo y así evitar accidentes. Por eso, al piso de tierra típico le pusimos baldosas”, señaló el vegetalista Ricardo Calazacón.
Según el exgobernador tsáchila, Héctor Aguavil, las cabañas se empezaron a construir desde hace más de 300 años. Antes, los rituales se hacían en la selva, pero al aparecer nuevas enfermedades necesitaron una estructura que los protegiera del sol y la lluvia.
Para levantar los templos se basaron en las creencias mitológicas. Por ejemplo, para cortar el pambil se debe esperar a que la luna esté en menguante y que las noches no sean oscuras o tengan neblina.
Los tsáchilas aseguran que si se corta en otras condiciones climáticas, el pambil se humedece y la construcción se debilita. “Los dioses nos dejan tomar elementos de la naturaleza solo con fines de sanación. Por eso debemos pedirles autorización”, señaló Calazacón.
Él asegura que para que la madera no se humedezca, los nativos deben colocarla en el sol durante alrededor de una semana. Estas construcciones pueden durar hasta 16 años.
Aunque en la actualidad, los tsáchilas llevan la madera a las carpinterías para que, con máquinas especiales, la sequen y sellen. Hay construcciones a las que incluso se les coloca barniz para que al secarse, la madera tenga brillo y se proteja de la humedad. “Antes eran construcciones hechas por nosotros, pero desde que los turistas piden nuestra asistencia médica debimos hacer un lugar más agradable”, señaló Calazacón.
Incluso en Aldea Colorada, el restaurante es una construcción mixta con piso de cerámica, columnas de cementos y techo de caña guadúa y paja toquilla. Ahí, los pacientes pueden probar la comida típica de la etnia y ver tocar a los grupos nativos en un escenario.