El aire de Quito tiene 3 enemigos
Una amigdalitis obligó a Anaí Jaramillo, de 7 años, a faltar a clases desde el lunes 15. La alumna de tercero B de básica de la Unidad Educativa Sucre acudió al dispensario médico del plantel, luego de sentirse mal desde la tarde del domingo.
La atendió el médico Danny Burgos, quien reconoció que al menos el 70% de los entre 25 a 30 consultas que atiende a diario corresponde a pacientes con problemas de vías respiratorias. Solo el lunes de 16 niñas que atendió entre las 07:00 y 09:00, ocho fueron por faringitis, amigdalitis y bronquitis.
Aunque asumen que no es la única causa, Burgos y Héctor Guerrero, rector del plantel educativo, coinciden en que la alta contaminación del aire en el sector agrava los problemas de salud. El plantel está ubicado en las calles Montúfar y Silva, en el Centro de Quito, que son muy transitadas por buses y más autos.
Esa sospecha es ratificada por el estudio Impacto de contaminantes del aire de Quito en la salud, elaborado por un equipo de médicos y expertos ambientales de Ecuador y de EE.UU.
Fernando Sempértegui, uno de los responsables de la investigación, enumera tres grandes enemigos de la calidad del aire: el material particulado fino (menor a 2,5 micras), el monóxido de carbono (CO) y los hidrocarburos poliaromáticos (PAH).
Sempértegui explica los efectos. Estas partículas emitidas por los vehículos que funcionan especialmente con diésel, se introducen en las células respiratorias y causan una inflamación crónica. Se encuentran en el humo negro que sale por el escape y facilitan la introducción de bacterias y virus, responsables de infecciones.
“Estas partículas son calificadas como un asesino en medio de nosotros, ya que el pequeño tamaño les permite navegar profundamente en los alveolos de los pulmones”, reza el informe.
A eso se debe que en especial niños como Anaí Jaramillo, que permanecen en zonas con alta contaminación, sufran con mayor frecuencia infecciones respiratorias y neumonías.
La convicción de Burgos es que estas complicaciones no solo afectan a los niños, sino también a los adolescentes y adultos, que comprenden el personal administrativo, profesores y estudiantes secundarios del plantel.
En cambio, los PAH son temibles porque causan mutaciones de los genes. Al ocurrir esto, alternan la estructura de la molécula que tiene dos cadenas unidas entre sí. Pero al introducirse los PAH las atrofian y, por tanto, alternan la estructura de los genes y su funcionamiento.
Uno de estos genes es el P53 que evita que las células se vuelvan cancerosas. De ese modo cualquier célula puede dispararse y formar un tumor. Ese es el mecanismo más básico del potencial cancerígeno de los PAH. La principal incidencia es el agravamiento de los casos de cáncer de pulmón y de mama.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció que los niveles tolerables de PHA no deben pasar de 10 nanogramos (milmillonésima parte de un gramo) por metro cúbico de aire. Pero el estudio del equipo de Sempértegui determinó que, por ejemplo, en la 12 de Octubre, sector de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, se supera en 22 veces ese límite.
Los médicos consideran al CO como otro enemigo ambiental que se asocia con el retardo en el desarrollo fetal. La explicación de Sempértegui es que cuando el CO penetra en el organismo de la futura madre se mezcla con la hemoglobina. Así se da paso a la Carboxihemoglobina (COHb) y que, a través del cordón umbilical, pasa a su hijo.
Si se supera el límite de 2,5% de CO en el contenido de hemoglobina, se desmejora el abastecimiento de oxígeno y de nutrientes. Y los efectos se reflejan en el peso, la talla y el perímetro de la cabeza del recién nacido.
Así, por ejemplo, por cada punto porcentual de incremento de COHb materna, la talla del recién nacido es 7 milímetros menor. Estos resultados se establecieron con un seguimiento hecho a 101 madres que dieron a luz en la Maternidad Isidro Ayora, de Quito. El 11% presentó COHb mayor al 2,5%.
Los expertos aseguran que frente a este estado de contaminación, el uso de mascarillas especiales resulta lo más recomendado. Pero para no llegar a esos extremos la solución es mejorar la combustión de los vehículos y la calidad de los hidrocarburos.