Pedro Aúlla y María Hinojosa de la comunidad Shillpalá ofrecen los productos de su huerta a turistas y compradores de ferias artesanales. Foto: Cristina Márquez/EL COMERCIO
El mercado de productos orgánicos de Shilpalá, una comunidad indígena de Cacha, a 20 minutos de Riobamba, es fuera de lo común. Es el único sitio en esa urbe, donde los visitantes tienen la opción de cosechar las hortalizas, frutas y verduras que desean adquirir.
La iniciativa, patrocinada por el Gobierno Provincial y la Agencia de Cooperación Japonesa (JICA), fusiona el turismo con la agricultura orgánica. Es parte de un proyecto que busca mejorar las condiciones de vida de la gente en 30 comunidades indígenas de Chimborazo.
“El agroturismo es una forma alternativa del turismo. Consiste en que los visitantes puedan convivir con las familias nativas y compartir sus rutinas cotidianas en las chacras”, cuenta Rubén Aucancela, técnico del proyecto.
Shilpalá es la primera comunidad en contar con un emprendimiento de estas características, porque está en un sitio estratégico y cerca de la ciudad. El poblado está en la parte alta de un cerro y tiene una vista panorámica de Riobamba.
Además, está cerca de la carretera y del Centro Turístico Pucará Tambo, un sitio ya posicionado entre las operadoras turísticas del país.
“Hicimos un análisis de potencialidades antes de iniciar el proyecto. La idea es que sea sostenible para que la gente beneficiada pueda mejorar sus ingresos y sus condiciones de vida”, cuenta Natsue Higashino, especialista de JICA.
Antes de iniciar el proyecto, casi todas las cabezas de familia habían migrado a la ciudad y dependían de los ingresos que percibían por sus empleos ocasionales y por la venta de trigo, cebada y maíz.
Según un estudio, las familias percibían ingresos por menos de USD 1 000 anuales. Hoy, cada familia recibe en promedio 77 al mes por la venta de sus productos orgánicos.
El proyecto se inició en el 2012. En una primera fase, los comuneros aprendieron sobre organización y autosuficiencia. Luego, se capacitaron sobre agricultura orgánica, semillas, la recuperación de suelos y otros temas ambientales.
“El proyecto turístico se implementó tras un proceso integral. El primer objetivo era mejorar los cultivos para luego implementar la comercialización”, dice Higashino.
Al inicio los agricultores vendían sus productos en las ferias del Gobierno Provincial y del Ministerio de Agricultura. Pero en agosto pasado abrieron sus puertas a los visitantes y fundaron el emprendimiento. Desde entonces, al menos unas 200 personas ya han visitado la comunidad. La meta es duplicar esa cantidad de visitantes.
Pedro Aulla es uno de los socios de la agrupación. Sembró moras y frutillas en su terreno de 500 metros cuadrados. “Nunca me imaginé que podía ganar dinero solamente recibiendo turistas en mis cultivos. Cuando me contaron del proyecto pensé que no iba a funcionar”, cuenta Aulla.
El tour en la comunidad incluye la entrega de un recipiente para que los turistas cosechen moras o frutillas y degusten los productos.