Segundo Tayupanta de la comunidad Putugleo aplica en la producción saberes ancestrales. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Su parcela es una de las 200 que se encuentran en las comunidades de Putugleo Grande, Puganza Grande, Puganza Chico y Calhuasig de la parroquia Quisapincha localizada a 20 minutos de Ambato.
Segundo Tayupanta, de 62 años, es un experto en poner en práctica sus conocimientos sobre agricultura ancestral. Todos estos saberes los trasmite a sus compañeros socios.
Él es parte de la Asociación de Productores Clavelito que integran a 13 familias de la comuna Putugleo, dedicados a la producción de alimentos orgánicos. Las chacras de los campesinos son un espacio reducido de tierra donde existe una variedad de cultivos.
Tayupanta cuenta que una granja integral es donde se siembran maíz, papas, habas, mashua, alfalfa, mellocos, hierbas aromáticas como la manzanilla, el toronjil, la hierbabuena… “Si hay una helada no todos los productos se dañarán, sino que quedará algo para alimentarnos y vender. Es decir, si se secan las plantas de papas o las habas, quedará el maíz o los mellocos o si no la alfalfa para alimentar a los animales”.
Con agilidad trabaja en los preparativos para la siembra de lechuga, col y rábano en su parcela ubicada al pie de su casa de dos plantas. De niño aprendió las enseñanzas de su padre Manuel.
Dice que la semilla del melloco, habas, ocas, mashuas se siembran en marzo. La quinua en octubre de cada año y tardará ocho meses para la producción. También, dedica su tiempo a la lombricultura.
Fumiga con un líquido oscuro elaborado con hierbas amargas como el marco, Santamaría, ají… que lo prepara en un tanque plástico; así evita que la plaga afecte al cultivo. Quema la mala hierba que apila a un costado y las cenizas son usadas como abono. La venta de las legumbres, hortalizas, frutas y hierbas aromáticas ayuda a financiar los gastos de la familia.
Este proyecto cuenta con el apoyo de la Junta Parroquial de Quisapincha y del Ministerio de Agricultura. José Vivanco, presiente de la entidad, explica que después de un proceso de capacitación e investigación en los taitas y mamas se aplica esos conocimientos para la producción orgánica. “Antiguamente usaban solo las hierbas como repelentes o la ceniza como abono y la yunta para el arado. Esos saberes se están aplicando para consumir legumbres, hortalizas, frutas como la mora, claudia, manzana, pera, y más productos sanos”.
En el plan laboran 200 familias de varias comunidades de Quisapincha. Ellos saben cómo elaborar los bioles y el bocashi que se obtiene de la mezcla del excremento de los cuyes, conejos, borregos y vacas que crían los campesinos en varios corrales. También mezcla con carbón, ceniza y otros productos. “Eso se aplica fumigando por debajo de las plantas, luego con el azadón se tapa y no pierda las propiedades”, cuenta Vivanco.
La semana pasada colocó el estiércol de cuy y de conejo en su chacra. Mariana Yachipo es parte de otro grupo denominado Asociación Astromelia de la comuna Pujanza. Cuenta que están recuperando la agricultura ancestral empleando las tecnologías antiguas. Para las podas, la siembra y la cosecha, y otras actividades agrícolas, se guía por la posición y el tamaño de la Luna.
“El objetivo es que la gente coma sano y eso es lo que busca esta feria que se realiza todos los domingos en la plaza central”, cuenta Yachipo. A pocos metros de allí, María Santos siembra legumbres, hortalizas y mora sin fertilizantes químicos. Ella posee más de 400 plantas de mora de castilla y asegura que cada semana vende en los mercados entre cuatro y cinco canastas.