El rostro del Señor de la Divina Misericordia da la bienvenida desde un colorido vitral de 288 metros cuadrados. Se extiende en el gran arco ojival que forma la entrada a su santuario, ubicado en el kilómetro 26 de la vía a la Costa.
“El Santo Padre ha decretado que este es el año de la misericordia. Y ha enfatizado en su mensaje que debemos ser misericordiosos. Por eso queremos, si es la voluntad de Dios, que se haga aquí”, dice con sencillez la hermana Judith Ramírez.
Esta misionera franciscana camina pausadamente por los senderos del templo, construido hace seis años en medio del bosque. Es el segundo más grande de Guayaquil, después de la Catedral Metropolitana San Pedro Apóstol, y tiene capacidad para 2 300 personas.
Aquí aterrizó el martes 21 de abril la Comitiva del Vaticano que alista los detalles para la llegada del papa Francisco a esta ciudad, el próximo 6 de julio. Recorrieron por aire y tierra este, uno de los posibles sitios en donde el Sumo Pontífice daría una misa campal tras su arribo.
La hermana Judith cuenta que un día después de esa visita llegaron varios ingenieros para definir el espacio para recibir a una gran cantidad de fieles. Y la opción sería al aire libre.
“Ya se han hecho estudios. En la parte posterior del santuario hay un terreno amplio que, con la ayuda de maquinaria, se puede aplanar”. Es una zona despejada, a campo abierto, donde esperan retirar la maleza, allanar el terreno y colocar una gran tarima.
Con su traje beige recorre la sacristía, donde guardan los cirios y sotanas de varios colores. Este sitio podría servir para recibir a Francisco. “Nos estamos preparando, en especial en el espíritu. Todos los papas anteriores han sido buenos y excelentes, pero él (Francisco) se acerca más a ver la realidad del pueblo”.
El Área de Recreación Samanes, en el norte, fue otro sitio visitado por los delegados del papa. En este sitio hay 57 cachas en un espacio de 47 hectáreas y el estadio Christian Benítez, de 25 479 metros cuadrados, tiene capacidad para 8 000 personas.
Además cuenta con otras áreas abiertas, como dos canchas de fútbol de 8 700 metros cuadrados cada una y la zona de la Gran Vía, que atraviesa el parque de 35 452 metros cuadrados.
Domenico Giani, inspector general del Cuerpo de Gendarmería del Vaticano, encabezó la comitiva que llevó información a Francisco sobre su retorno a América Latina, su continente. “Trabajamos bajo la misma dirección, como un grupo unido al servicio del Señor”.
El grupo, conformado por cinco miembros de la Policía del Vaticano y dos de la Guardia Suiza Pontificia, estructuró el posible itinerario de la visita pastoral a Guayaquil. Ellos son los encargados de coordinar la seguridad y la logística con las autoridades locales de la Policía, el Ejército y otras instituciones.
En la comunidad jesuita también se preparan para recibir al papa argentino. La Comitiva del Vaticano recorrió el colegio Javier y esa visita enciende la esperanza de tener cerca, nuevamente, a Jorge Mario Bergoglio.
En 1981 y 1983, cuando era superior provincial de Argentina, Bergoglio visitó el lugar. Llegó en busca de un sitio para enviar a algunos seminaristas argentinos y desde entonces forjó una gran amistad con Alfonso Villalba Aulestia, con quien se comunicaba a través de cartas.
Villalba murió en 2002, pero su amistad permanece hasta hoy con el sacerdote Francisco Cortés, conocido como el padre Paquito. Nacido en Málaga (España), y ordenado sacerdote el 15 de julio de 1955 en Granada, Cortés llegó al colegio Javier en 1963 para impartir clases de Historia y Teología, llegó a ser su rector y ahora este es su hogar.
Tiene 90 años y la emoción al conocer la visita del papa lo obligó a ir por pocas horas a una clínica. Su salud se ha deteriorado, pero espera con fe la llegada de su amigo, llegada que sería pocos días antes de su cumpleaños, el próximo 10 de julio. “Quiere venir a Guayaquil para que yo le diera la bendición y él me diera la bendición”.
El padre Paquito ha recibido al menos cinco mensajes de personas que han viajado a Roma y a quienes el papa Francisco les ha preguntado por él. Una de ellas es María Lorena Panchana, médico del colegio Javier, quien le transmitió el último mensaje del papa. “Me dijo: dile que voy a ir pronto para allá, mándale saludos”.